The Fragmented Destiny

Capítulo cuatro: Mal prónostico.

El dulce y similar triar de varios pájaros se escuchaba cerca de aquella habitación blanca acompañada con un sillón negro y una silla gris.

— Entonces, ¿Quieres volver a hablar de tu pasado? ¿Estás seguro? — Rectificó Hamaki ante la propuesta escrita por su paciente. 

La cabeza del albino se movió hacia arriba y abajo con suavidad para afirmar la pregunta.

— Muy bien, puedes empezar. — Los ojos del rubio ceniza observaron pacientemente al chico buscando alguna expresión negativa en su rostro.

Fran cerró sus ojos, soltó un suspiro y los abrió para borrar lo que había escrito en su pizarrón. Él comenzó a escribir con una mano temblorosa: "Hace mucho tiempo tuve un amigo, él me acompañó en los momentos más difíciles en el lugar donde estaba. Él siempre sonreía sin importar las circunstancias, me ayudaba a evitar los peligros, si yo llegué a sobrevivir fue por él".

— Entiendo. ¿No has vuelto a saber de ese amigo tuyo desde que edad? ¿Tiene un nombre? —  Hamaki preguntó, a su vez, escribía en su libreta.

Otro suspiro apareció en la escena, Fran escribió nuevamente con torpeza por lo tembloroso de sus manos: "Se hacía llamar Seeio. No he tenido comunicación con él desde los diez años".

— ¿Ah sí? ¿Y eso por qué? — A pesar de ser un entrometido Hamaki decidió preguntar.

Durante tres segundos los ojos rojizos de Fran quedaron nublados.

— ¿Estás bien, Fran? — Ante la actitud de su paciente Hamaki dudó sobre preguntar más cosas.

El plumón que él estaba sosteniendo tembló aún más fuerte, Fran se percató y decidió bajar la cabeza con tristeza.

— Lo siento mucho, Fran. ¿Aún quieres hablar de esto? — Hamaki dejó su libreta a un lado.

El albino asintió con suavidad viéndose en su mirada el malestar de recordar tan traumático momento.

— En ese caso, ¿Podrías contarme que sucedía en ese lugar? Recuerdo la vez que te encontré, estabas muy mal herido, odiabas el contacto físico y tus saberes sobre el mundo eran nulos. — Aunque sabía que no era una buena idea, Hamaki decidió arriesgarse y adentrarse en el tema.

Distintos recuerdos gobernaban la mente del muchacho cual cuchillos clavándose en su cabeza, su cuerpo tembló con más intensidad acompañado de un nuevo y fuerte dolor de estómago.

— ¿Fran? Creo que será mejor hablarlo en otra ocasión, ¿estás bien? — Hamaki se puso de pie al ver tan extraño a su paciente.

Los ojos de Fran se nublaron nuevamente con la cabeza baja intentando no pensar en aquello.

El rubio ceniza decidió acercarse hacia su muchacho para ayudarlo, sin embargo, Fran se percató de una sombra enfrente de él, alzó la mirada y se dio cuenta que no era su maestro.

Era el mismísimo infierno en vida, un repugnante y tenebroso rostro femenino con un asqueroso y perfecto maquillaje pintaba una sonrisa despiadada ante el albino.

Más cuchillos se clavaron en la cabeza de Fran al recibir traumáticos recuerdos invadiendo su mente por completo, palabras que se recibían como fragmentos en su mente no lo dejaban tranquilo en ningún momento. Sus manos temblorosas se dirigieron lentamente hacia su estómago por el insoportable dolor que sentía, apretaba sus labios con la intención de no soltar nada, sin embargo, se hacía cada vez más difícil al recibir uno de los recuerdos más asquerosos de su vida:

El mismísimo infierno estaba encerrado entre cuatro paredes llenas de polvo y manchas de sangre pintadas en cada rincón acompañado de un nauseabundo olor. En el tártaro yacían “abandonados” dos infantes de rodillas con cadenas en sus pies y manos, los cuales, motivados a olvidar porque tenían tantas heridas graves y sangre sobre su cuerpo decidieron entablar una conversación ignorando las cámaras que vigilaban cada lugar de esas cuatro paredes.

— ¿Fran? Fran, lo que estés viendo no es real. ¿Me escuchas? — Hamaki se acercó más rápido hacia el chico notando lo sudado y pálido que él estaba.

— ¿Qué pasa, Franny? ¿Tú también te volverás a portar mal? — Una voz de mujer que salía del mismísimo averno con un asqueroso tono seductor susurraba en el oído de Fran. Según él, ella estaba ahí, sin embargo, no era nada más que su cabeza atormentando a un joven traumatizado.

Cuando las preguntas cesaron Fran se desplomó en el suelo escuchando como vomitaba con el rostro pegado al suelo.  

La espalda del albino fue sostenida por Hamaki, quien decidió levantar un poco al chico para que vomite más tranquilo.

Fueron segundos de incesante sufrimiento para el muchacho hasta que soltó todo de su ser, respirando agitado y tosiendo con dificultad.

— ¿Ya pasó? ¿Está todo? — Preguntó Hamaki con una expresión de preocupación casi indistinguible.

Fran alzó su pulgar tras toser otra vez demostrando estar un poco mejor, acto seguido, el mayor lo ayudó a levantarse

Varios jadeos leves salían de Fran diciendo algo con sus pocas fuerzas. — L-lo...si-sie-siento. —

— No te preocupes, hiciste un gran proceso hoy. Iré por la cubeta, ¿Qué tal si vas a lavarte los dientes? Pronto tendrás que ir a la academia. — Recomendó Hamaki dirigiéndose a la salida.

Fran siguió al mayor a la salida, le iba a hacer caso, pero estaba muy avergonzado por la escena.

Pasó más de media hora, Hamaki acabó de limpiar todo lo que había soltado su paciente, siendo ayudado por Fran, quien después de lavarse los dientes decidió echar ambientador en la zona.

— ¿Sabes? Aunque no lo creas, tu avance hoy fue impresionante; intentar hablar conmigo acerca de una parte de tu vida que te dejó en muy mal estado mental es un halago para mí. Has progresado demasiado y estoy orgulloso, felicidades, Frangit. — En la comisura de los labios de Hamaki se formó una leve sonrisa.

La piel blanquecina de Fran se enrojeció totalmente en la parte de su rostro al escuchar eso, asintiendo con su brazo izquierdo sostenido por su mano derecha en señal de vergüenza.




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