The Fragmented Destiny

Capítulo seis: Tristeza.

Otro recuerdo al pasado para nuestro protagonista, hace dos años había otra charla matutina en esa habitación blanca.

— Bueno, ya ha pasado una semana desde que estás fuera de peligro, Fran. ¿Cómo te sientes? — Preguntó Hamaki anotando algunas cosas en su libreta.

Fran aún estaba a la defensiva contra el mayor, encogiendo sus hombros al no saber que decir.

— Entiendo. Supongo que te tomará más tiempo. — Hamaki soltó un suave suspiro. — Por cierto, había algo que quería saber sobre tu expediente. ¿Alguna vez te has sentido triste de la nada? —

El albino lo pensó por unos cuantos segundos respondiendo al negar con la cabeza.

— ¿Cuantas veces te has sentido triste esta semana? Contaré tres alternativas y asentirás con la correcta. — Hamaki se quitó sus ante ojos para limpiarlos mientras hablaba. — Una vez, tres veces, cinco veces. —

Fran escuchó las alternativas, pero con ninguna asintió.

— ¿Ninguna vez? — Preguntó Hamaki con sospecha.

El chico asintió suavemente.

— Comprendo. En ese caso, todas las veces que te has sentido triste antes ha sido por alguien malo, ¿verdad? — Hamaki se puso sus lentes.

Fran asintió varias veces con las piernas temblando suavemente al recordarlo.

— Entiendo. Respira un poco, no preguntaré más. — Hamaki anotó más cosas en su libreta. — Tal parece que no tienes indicios de depresión, he analizado tu perfil psicológico y lo que me faltaba era preguntarte si te habías sentido triste. Entonces, solo padeces de ansiedad al recordar tu pasado, pero fuera de eso y tus eventos traumáticos, estás limpio. —

Fran inclinó suavemente su cabeza al lado al escucharlo.

— Eh... ¿No sabes lo que es la depresión? — Preguntó Hamaki al ver confundido al chico.

Fran negó con la cabeza.

— La depresión es una enfermedad mental muy común en las personas, es la ausencia de serotonina en el cuerpo. Sus síntomas van desde lo más usual que es sentirse deprimido y miserable todo el tiempo hasta el no poder disfrutar nada por estar sobre pensando demasiado las cosas. Es una enfermedad con muchas facetas y puede llevarte a la muerte fácilmente, es por eso que hay muchas soluciones para curarla. Una de ellas es el tratamiento con pastillas. — Explicó Hamaki anotando algunas cosas más. — Por si las dudas, repetiré. ¿Alguna vez te has sentido así al estar aquí? —

Fran volvió a negar.

— Apenas llevas una semana y he visto un muy buen proceso en tu tratamiento, Fran. Si sigues así, pronto podré enseñarte todas las cosas que te has perdido. — Hamaki se levantó de la silla. — Muy bien. Es hora de ir a almorzar y enseñarte matemáticas básicas. Ya sabes sumar, es un avance muy notorio. —

Fran se levantó desconfiado asintiendo con suavidad.

Volvemos a la actualidad, específicamente en una parte alejada del centro de la ciudad, quince horas antes del incidente de la explosión.

— ¡Hermano! ¡Hermano! ¡Ya despierta! ¡Te haces tarde! — Varios gritos eran dados desde la habitación por un muchacho pequeño quien saltaba en la cama de su hermano mayor.

— ¿Uh? Ya voy. — Dijo Stil somnoliento soltando un suave bostezo al escuchar a su hermano.

— ¡Pero rápido! ¡Se te hará tarde! — Volvió a gritar el niño, levantándose de la cama.

Stil se sentó en su cama, estirándose suavemente y volviendo a bostezar. — Calma, Hikaru. Ya voy. —

— Bueno, pero no tardes. — Hikaru se quedó en la puerta alzando su pulgar con una suave sonrisa. — Recuerda, es una promesa. —

Stil imitó la misma seña que su hermano, sonriendo suavemente. — Es una promesa. —

Cuando el niño se fue de la habitación, la sonrisa de Stil se borró por completo.

— Aquí vamos de nuevo. — Susurró acompañado de un suspiro y vagas ganas de levantarse de la cama para ir al baño.

En el baño, Stil se miró al espejo. Revisó sus ojos, sus manos y orejas, sus ojos se enfocaron en su bandita blanca con una expresión de ligera preocupación.

— Supongo que es hora de ver cómo va esto. — Con una voz más temblorosa demostrando breve miedo, Stil se quitó la bandita y al ligero contacto con agua en su rostro se mostró algo.

Era su verdadero rostro, la máscara que era esa bandita dejó expuesto las grandes marcas rosadas que gobernaban la nariz, mejillas y orejas de Stil.

— Ya llevan más de un mes... ¿Cuánto más tardará? — Se preguntó soltando un suspiro de la frustración. — Maldición. —

— ¡El desayuno ya está listo, Stil! — Otro grito salió de la cocina, era de una mujer.

— ¡Ya voy! — Gritó Stil en un intento de mostrar tranquilidad. Se lavó otra vez el rostro, se secó con una toalla y volvió a ponerse la bandita sobre la nariz, al hacerlo todas las marcas habían desaparecido por completo de su rostro.

Los ojos del chico se dirigieron hacia su espejo por última vez, lo que se veía era un joven apuesto de cabello magenta, tenia un buen peinado, lindos ojos y una sonrisa simpática, pero nada de eso era así para él. Un rostro deformado lleno de dientes chuecos, ojos saltones y desastrosas manchas rosadas por toda la cara era lo único que veía.

Sin importar con cual de las dos versiones de su rostro se quisiera quedar, era el mismo sentimiento. La culpa, inconformidad, tristeza y disgusto no dejaban de permanecer en el interior de su corazón, mientras que, sus ojos encerraban su campo de visión oscureciendo toda la habitación.

Sin embargo, aún con todo esto decidió no frenarse. El semblante deprimente de Stil frente al espejo cambió a uno sonriente con el pulgar hacia arriba mostrado en el espejo. — Es una promesa. — La frase fue de tal impacto que la oscuridad en su campo de visión desapareció y él decidió bajar hasta la cocina.

— Toma. Come bien. — Le dijo su madre al entregarle su desayuno. — Debes estar hambriento, mi pequeño héroe. —

— Realmente no lo mereces. — Un susurro se escapó de la espalda de Stil donde una silueta oscura se acercaba al oído de su atormentado para hacerle saber todas sus inseguridades.




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