The Game

25. Claridad.

Kate 

La mañana del domingo me despierta con el movimiento del colchón justo a mi lado. Ethan desenreda nuestras piernas en silencio e intenta salir con cuidado para no despertarme; algo tarde para eso, pero él no lo sabe ya que mis ojos siguen cerrados. Lo escucho suspirar antes de inclinarse y besarme la mejilla. Sale en silencio de la habitación y cierra la puerta tras él dejándome sola, es entonces cuando me permito abrir los ojos, darme vuelta y quedar tumbada sobre mi espalda. Miro el reloj sobre la mesita y tan solo son las ocho y treinta de la mañana. 

Como todo está en silencio, escucho los cuchicheos del otro lado de la puerta entre el chico que acaba de dejar esta habitación y mi mejor amigo. 

—Te juro que no es lo que parece—Se explica.

—¿Dormiste con ella?—La duda es clara en la voz ronca y aún adormilada de Jake.  

—Solo fue eso, dormir. No pasó nada no apto para todo público.

Todo se queda en silencio, hasta que Jake vuelve a hablar.

—Déjame reformular la pregunta, ¿te dejó dormir con ella? 

—Si...—Silencio de nuevo.—¿Qué?

—Nada—Casi puedo escucharlo contener la sonrisa. 

Me conoce. Los años no pasan en vano y él y yo lo sabemos muy bien porque me conoce.

A excepción de las pocas, muy pocas veces que he compartido cama con Jess o con él en los campamentos a los que íbamos de niños con nuestras familias, siempre he detestado con mi alma dormir acompañada. Necesito mi espacio y el sentir el calor y el movimiento de otro cuerpo junto al mío no me resulta para nada tentador; si tengo elección, lo evito hasta el final. ¿Significa eso que fue desagradable dormir junto a Ethan anoche? 

No. Y eso puede significar cosas. 

Y mi mejor amigo lo sabe.

Ayer fue probablemente uno de los días mas bonitos de toda mi vida y uno de mis cumpleaños más especiales. Me sentí amada y apreciada por quienes amo y eso simplemente no tiene precio. 

Luego llegó la noche y con ella está Ethan. 

La carta me hizo darme cuenta de que quizá he subestimado los sentimientos de ese chico, quizá son mucho mas fuertes y profundos de lo que pensaba; no hablemos de la cadenita que Dios, es... es preciosa. Me hace pensar que a lo mejor no estoy haciendo las cosas bien. Debería afrontar lo que sé que estoy sintiendo como una persona madura y dejar de jugar alrededor, pero mentiría si dijera que no me aterra. 

No dudo de lo que pueda estar sintiendo Ethan ahora, pero no sé si seguirá sintiendo lo mismo a futuro. A ver, el chico siempre ha estado rodeado de mujeres, mucho más bonitas e interesantes que yo; le siguen cayendo como moscas. Me da miedo que llegue un momento en el que no sea suficiente para él. 

Ya, lo admití. 

Tengo claro que mi vida ya era vida antes de él, y muy probablemente lo seguiría siendo si hubiese un después, pero ya no puedo negar que eso me lastimaría mucho y ni si hable de nuestra amistad. 

Me doy la vuelta y entierro la cara en la almohada, gruñendo con frustración. 

No sé qué hacer. 

—Tranquila, no escapé, solo fui por algo de tomar.—Me sobresalto al escuchar su voz y levanto la cabeza para verlo acercarse. Me quedo quieta mientras se sienta sobre el colchón. Tiene un deje de sonrisa tirando de sus comisuras hacia un lado.—Buenos días.

—Buenos días—susurro. Los rizos desordenados le cubren la frente,su expresión sigue medio adormilada y su torso igual de descubierto que anoche. 

Así es amigos, nunca tuvo camiseta. 

Y ya que estamos admitiendo cosas, admito que babeo con la imagen materializada frente a mis ojos en este momento. 

—¿Cómo dormiste?—pregunta trazando mis dedos con los suyos distraídamente. 

—Bien, gracias. ¿Tú? Espero no haberte incomodado mucho.—digo, recordando que estaba abrazada a él al despertar. 

—Tus ronquidos casi no me dejan conciliar el sueño y tenerte pegada a mí me dio mucho calor, así que no tan bien que digamos.—frunce el ceño.

Lo segundo es entendible pero...

—Yo no ronco—me siento para quedar a su altura y cruzo los brazos sobre mi pecho.

—¿Cómo estás tan segura si estás dormida? 

Su comentario me hace dudar y por lo visto eso le hace gracia porque se ríe. 

—No, Katie, no roncas en absoluto.—Me acaricia la mejilla con los nudillos.—De hecho eres muy silenciosa y te pones algo fría durante la noche. Me vi en la necesidad de tomarte el pulso un par de veces y revisar si respirabas para estar seguro de que seguías con vida. 

—Ah, vale.—El alivio me invade sabiendo que al menos no hice nada raro mientras dormía. 

Mi respuesta desata su risa. Me toma de la barbilla para que lo mire. 

—No molestas, por el contrario. Tengo que admitir que me gustó tenerte junto a mí. O encima de mi, ya que estamos. 

Lo miro con cara de pocos amigos. 

—El desayuno corre por cuenta de la casa,—dice como si nada y se levanta para salir otra vez. 

Suspiro, pero finalmente salgo tras él. 

Ninguno de los cuatro quiere cocinar, por lo que terminamos comiendo cereal y algo de fruta que quedaba en el frigorífico mientras vemos las caricaturas del domingo. 

Le envió un mensaje a mi papá para asegurarme de que llegó bien a casa ya que volaba de regreso hoy temprano y le envío otro a mi mejor amiga para cerciorarme de que sigue con vida y la ansiedad no ha acabado con ella. 

Ethan se ofrece a llevarme luego de un rato así que busco mis cosas y camino hasta la sala donde resuena el timbre. 

Ethan abre la puerta y la voz que reconozco perfectamente a pesar de solo haberla escuchado una vez, exclama:

—¡Ethan! 

—Melissa

Ella lo recibe con los brazos abiertos y él corresponde su abrazo de forma entusiasta. 

—Que bueno verte de nuevo. Creí que llegarías mañana. 

—Lo adelanté, así que estoy de paso hoy, pero no te vas a librar de mi tan fácilmente, guapo.—Le guiña un ojo con picardía.—Hola, chicos. 



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Editado: 21.09.2021

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