The Game

30. Tres

Kate. 

Espero de pie en la acera frente al gimnasio mientras Ethan pasa por mí. Es jueves y hoy nos iremos a su ciudad natal a poco más de dos horas de aquí. Aunque debía dar una clase de yoga esta tarde, así que decidimos salir en la noche. 

Tengo que admitir que estoy nerviosa por ir a su casa. Si, conozco a sus padres hace años, nos llevamos de maravilla, pero esta vez es diferente. O al menos, se siente diferente. 

Cuando entro al auto, él está hablando por teléfono. 


—Tranquila, pararé entonces por los refrescos antes de llegar.—Deja un beso ligero sobre mis labios y comienza a conducir.—Sí mamá, se como llegar... De acuerdo…Oh, ¿Y mamá? Kate me acompaña. 

No tengo idea de qué contesta ella, pero lo hace reí. 

—No… de acuerdo, adiós. 

Deja el celular sobre el salpicadero y me toma de la mano. 
—¿No le dijiste a tus padres?—me burlo. 

—No le dije a mamá—aclara—Habría hecho demasiadas preguntas porque aun no le digo que estamos saliendo. No me mires así. 

—¿Cómo se supone que te mire, Cloud?—enarco una ceja.

—Sé que va a enloquecer y hablará al respecto con mis tías y te van a apabullar toda la mañana si lo hago, créeme que es suficiente con las preguntas interminables que te harán mañana. 

Lo miro con los ojos entrecerrados pero al final lo dejo estar ya que, si los rumores son ciertos, sus tías son… particulares. 

—Cambiando de tema, estás preciosa.—Me dedica una de sus sonrisitas— Me gustan las trenzas. 

—Gracias.—Llevo los dedos a uno de los extremos.—¿Qué con eso? 

—¿Las trenzas?—Asiento, su sonrisa se ensancha.—Es que... como que me pone un poco.—Admite. Me río.

—¿Por qué?—Se encoge de hombros.—Eres un cerdo. 

—Sabes que me amas—deja un beso sobre el dorso de mi mano pero yo sigo riendo. 

El camino se hace bastante corto y antes de darme cuenta, estamos parando en una tienda especializada a las afueras de nuestro destino para comprar los refrescos orgánicos favoritos de Jossie, justo a tiempo antes de que cierren. 


Una vez en el auto y después de ver cómo Ethan le da vueltas a algo en su cabeza, finalmente menciona:

—Los resultados de mis exámenes llegaron esta mañana —, muy serio con la vista fija en el camino. Mis ojos están en su rostro intentando analizar su expresión pero soy incapaz de descifrarla. 

—¿Y?—pregunto. Él suspira, lo que me hace empezar a ponerme ansiosa. 

—Estoy limpio —murmura con una sonrisilla en los labios. Finalmente aparta los ojos de la carretera un instante y me dedica una mirada llena de promesas que me da a entender todo lo que no dice en voz alta.  

Se me escapa una sonrisa, embargada por la anticipación. 

Pasaremos la noche hoy en casa de sus padres para la fiesta de la tia Jillian pero mañana nos escaparemos juntos a cualquier otro lado. Solos. 

Intento que mi mente deje de lado todos los escenarios posibles dentro del panorama de este hombre, toda la tensión acumulada y yo, pero a cada segundo que pasa la idea de encerrarnos juntos en una habitación y no salir durante todo el fin de semana se hace mucho mas tentadora. 

Y no, no ayuda en absoluto el que esté dibujando círculos con los dedos templados sobre la piel desnuda de mi muslo. 

Tampoco ayuda que, mientras aparca en el camino de entrada de sus padres unos minutos después, tenga justo en frente la visión de su cuello y su mandíbula tensionados, su brazo estirado sobre el espaldar de la silla cuando retrocede con el auto o la atractiva forma en la que acaricia el volante con la palma de la otra mano mientras yo sigo intentando deshacerme de la película no apta para todo público corriendo en mi cabeza en donde esas mismas manos están sobre mí. De repente tengo calor. 
 

¡Contrólate, Brown! 
 

Me aclaro la garganta repentinamente seca e intento disimular un poco el calor de mi rostro, pero Ethan igual lo nota cuando apaga el auto. 

—¿Qué?—pregunta. 


—Nada.—Musito, evitando sus ojos al mirar por la ventana. Justo un segundo después, siento como sus dedos se cierran alrededor de mi mandíbula y me hace mirarlo directamente a los ojos. Es ahí cuando me doy cuenta de que la atmósfera dentro del auto crepita. Él esboza una sonrisa ladeada super sexy que me hace soltar el aliento contenido. 

—Yo también tengo muchas ganas, Katherine.—Se acerca mucho mas a mí, adivinando mis pensamiento.  Deja sus labios peligrosamente cerca de los míos y acariciando mi nariz con la suya, por lo que cierro los ojos a la espera de un beso que parece no llegar nunca.—Pero me pones aún más difícil controlarme cuando me miras con esos ojos que me gritan complacer cada deseo oculto de su dueña. 


Besa mi comisura y me acaricia la mejilla con los nudillos justo antes de apartarse para bajar, dejándome con la respiración enloquecida. Necesito unos segundos antes de seguirlo fuera, donde ríe mientras me pasa el brazo por los hombros.

Entramos a su casa y lo primero que escuchamos es el ruido proveniente de la cocina: cristal contra el suelo y el llanto de un niño pequeño. Ethan me mira alarmado y corremos hasta allí.

—¡Mamá! 

—Está bien cariño, no pasa nada.—La imagen de Jossie intentando calmar a la niña de unos cinco o seis años que tiene en los brazos, nos hace suspirar con alivio. No hay sangre y nadie está herido, solo una fuente hecha pedazos en el suelo y pastel embarrado por todas partes. La madre de Ethan desvía sus ojos a nosotros y sonríe.—¡Llegaron! 

—¿Qué pasó?—se hijo esquiva el desastre entre ellos para acercarse y darle un beso en la coronilla. 


—Lisa tropezó sin querer la fuente con pastel.—La aludida solloza en silencio contra el hombro de Jossie. 

—Aww, no llores Lissie, luego podemos comprar más pastel.—Él le acaricia el cabello rubio claro. 

—Pero ese es el favorito de la tía Jillian, la tía Jossie y yo lo hicimos para ella.—Se queja levantando la cabeza para mirarlo directamente a los ojos. Ethan le sonríe con ternura. 



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Editado: 21.09.2021

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