Capítulo 2
La luz del sol atravesaba los grandes ventanales del salón 1-6, iluminando las caras de los nuevos estudiantes que se sentaban en silencio. Algunos evitaban cruzar miradas, otros miraban de reojo, evaluando el ambiente y a sus futuros compañeros. Era evidente que nadie estaba satisfecho de estar en la clase más baja, y ese aire de resignación pesaba en el aula.
Yoge Hagame, en la última fila junto a la ventana, miraba hacia el exterior. El bullicio del patio era apenas un murmullo distante para él. Su postura relajada, con el brazo apoyado sobre la mesa y la cabeza ligeramente inclinada hacia un lado, hacía que pareciera que no prestaba atención. Pero nada escapaba a sus ojos. Cada movimiento, cada susurro en el aula, era registrado en su mente.
El profesor Kenji Takamura carraspeó para llamar la atención de todos.
—Muy bien, chicos. Antes de comenzar con las explicaciones formales, quiero que nos tomemos un momento para conocernos. —Sonrió ligeramente, intentando romper la tensión del ambiente—. Nos pasaremos uno por uno al frente y diremos nuestro nombre, algo sobre nosotros y por qué creen que están en la clase 1-6. No se preocupen, aquí no juzgamos... al menos, no tanto.
Algunos estudiantes rieron tímidamente, pero la mayoría permaneció en silencio, incómoda. Takamura no pareció desanimarse.
—¡Empecemos con el primer asiento! —Señaló a un chico delgado, de cabello despeinado, que se sentaba en la primera fila.
El chico se levantó con torpeza, empujando la silla hacia atrás con un chirrido que hizo que varios se estremecieran. Caminó hasta el frente y miró al suelo mientras hablaba.
—E-eh, soy Takeshi Murata. Me gustan los videojuegos... y creo que estoy aquí porque no soy muy bueno en matemáticas... ni en ciencias... ni en nada, supongo. —Terminó con una risa nerviosa y volvió a su asiento apresuradamente.
Los murmullos comenzaron, pero Takamura aplaudió para alentar a los demás.
—Bien, Murata-kun. A veces reconocer nuestras debilidades es el primer paso para superarlas. Siguiente.
La ronda continuó. Uno a uno, los estudiantes pasaron al frente, revelando pequeños fragmentos de sus personalidades y, en algunos casos, sus inseguridades. Entre ellos destacaron algunos nombres:
1. Kaede Tanaka: Una chica de cabello castaño oscuro y expresión nerviosa.
Dijo que le gustaba leer novelas románticas y que estaba en la clase 1-6 porque se bloqueaba durante los exámenes.
Parecía tímida, pero había algo en su tono que sugería determinación oculta.
2. Ryota Nishimura: Un chico alto y robusto, con una actitud relajada.
Se presentó como alguien apasionado por los deportes, aunque admitió que sus notas siempre fueron terribles.
"No estoy aquí para estudiar, pero al menos intentaré no quedarme atrás", dijo con una sonrisa despreocupada.
3. Haruka Shimizu: Una chica de cabello corto y lentes gruesos, con una expresión seria.
Declaró que no sabía por qué estaba en la clase 1-6, ya que siempre había tenido buenas calificaciones en su antigua escuela.
Su tono mostraba una mezcla de frustración y orgullo.
Cuando finalmente llegó el turno de Yoge, todo el salón quedó en silencio. Incluso aquellos que habían estado murmurando entre ellos se detuvieron. Había algo en su presencia que captaba la atención de todos, aunque él parecía ignorarlo por completo.
Se levantó de su asiento con calma, caminó al frente del aula con pasos tranquilos y se giró para enfrentar a sus compañeros. Sus ojos inexpresivos recorrieron el salón, como si evaluara a cada uno de ellos.
—Mi nombre es Yoge Hagame. —Su voz era baja, pero clara—. No tengo nada especial que decir sobre mí, y estoy en la clase 1-6 porque eso es lo que decidió el sistema.
No añadió nada más. Su tono y su expresión hicieron que pareciera que no le importaba lo que pensaran. La sala quedó en un incómodo silencio durante unos segundos antes de que Takamura interviniera.
—Gracias, Hagame-kun. Bueno... directo al punto. Eso también está bien.
Yoge regresó a su asiento sin prisa, ignorando las miradas que lo seguían. "La curiosidad es una herramienta peligrosa si no sabes cómo usarla", pensó mientras volvía a mirar por la ventana.
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Mientras las presentaciones continuaban, el profesor Takamura observaba con atención. Aunque no lo mostraba, ya había comenzado a evaluar a sus estudiantes. Cada palabra, cada gesto, le daba pistas sobre quiénes tenían potencial y quiénes podrían ser un problema. Cuando llegó el último estudiante, se levantó de su asiento para dirigirse a todos.
—Gracias a todos por presentarse. Sé que para muchos de ustedes no es fácil estar aquí, pero quiero que recuerden algo: esta clase, aunque sea la 1-6, tiene tanto potencial como cualquier otra. Todo dependerá de lo que estén dispuestos a hacer.
Hizo una pausa para dejar que sus palabras calaran en el grupo.
—Ahora, les daré un consejo: no subestimen a sus compañeros. Todos ustedes tienen habilidades que pueden complementar las de los demás. Aprendan a trabajar juntos, y podrán superar incluso las expectativas más bajas.
La clase terminó poco después, y los estudiantes comenzaron a salir del aula. Algunos hablaron entre ellos, intentando romper el hielo, mientras que otros permanecieron en silencio, todavía incómodos. Yoge fue uno de los últimos en levantarse.
Antes de salir, lanzó una mirada rápida al grupo. No estaba interesado en socializar, pero sabía que tarde o temprano necesitaría conocer mejor a estas personas.
"Un tablero de ajedrez no se gana con una sola pieza", pensó mientras cruzaba la puerta.
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El timbre sonó, marcando el final de las presentaciones, y los estudiantes comenzaron a levantarse de sus asientos con una mezcla de alivio y nerviosismo. Yoge se levantó tranquilamente, sin prestar atención a lo que ocurría a su alrededor. Mientras sus compañeros conversaban entre ellos, él se dirigió hacia la puerta con su habitual expresión vacía, como si nada fuera importante.