Faltaban solo cinco días para los duelos, y el aire en la clase 1-6 era denso con la tensión del próximo enfrentamiento. Haruka Shimizu estaba sentada en su escritorio, con su mirada fija en Yoge Hagame. Había algo en él que la inquietaba, algo que le decía que estaba tramando algo. No podía dejar de observarlo, aunque trataba de disimularlo.
De repente, Kaede Tanaka, que se encontraba frente a ella, la miró por encima del hombro y le susurró:
—Oye, Chimizu, ¿por qué miras tanto a Yoge?
Haruka desvió la mirada rápidamente y, con una determinación inquebrantable, respondió:
—No es eso, solo estaba mirando la ventana.
En ese preciso momento, Yoge, que parecía estar completamente sumido en sus propios pensamientos, levantó la mirada hacia ella. No dijo nada. Su rostro seguía impasible, pero por un segundo, Haruka sintió que algo en su presencia la observaba, antes de que él volviera a mirar hacia afuera, como si no hubiera ocurrido nada.
Fue entonces cuando su teléfono vibró, sacándola de sus pensamientos. Era un mensaje de Ayano Kazami. El texto decía: "Tenemos que hablar en el receso. Te veo en la azotea."
El mensaje era directo, sin rodeos, como siempre lo era Ayano.
Mientras tanto, Uma Umezawa observaba a Yoge desde su lugar, una mirada desconfiada que no pasó desapercibida para nadie. Por un momento, pareció que algo le inquietaba sobre él, pero rápidamente volvió a su postura habitual, con los brazos cruzados y su expresión desafiante.
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En el receso, Ayano Kazami subió sola a la azotea, como había prometido. El sol de media tarde iluminaba el lugar, pero su mirada no se dirigió al paisaje, sino a la figura que ya la esperaba. Yoge estaba de pie, mirando el horizonte, con su rostro inexpresivo como siempre.
Kazami se acercó, no sin cierta tensión, y sacó su celular, mostrándole la pantalla a Yoge.
—Hagame, ¿conoces este número? —preguntó, mientras su dedo señalaba el número desconocido en su pantalla.
Yoge, sin mostrar la más mínima emoción, respondió con su tono habitual:
—No, pasa algo?
Kazami lo miró fijamente, los ojos llenos de una mezcla de frustración y alivio.
—Claro que sí. Este número me amenazó de la peor manera posible... Pero también debo agradecerle, ya que me reveló que Ryu me fue infiel.
Yoge permaneció en silencio, escuchando sin cambiar su expresión, como si las palabras de Kazami no tuvieran el más mínimo impacto sobre él. Después de un momento, ella continuó, con un dejo de determinación en su voz:
—Hagame, tenemos que saber quién es la persona detrás de este número.
Yoge lo miró, observando su rostro sin expresar emoción alguna, y preguntó:
—¿Cómo pretendes que hagamos eso?
Kazami no dudó ni un segundo en responder:
—Es fácil. Soy popular, y pediré a todos que me ayuden. La mayoría no se negará, y si lo hacen, simplemente los convenceré. Pero necesito saber quién está detrás de esto.
Yoge la observó aún más detenidamente, sin decir una palabra. La respuesta de Kazami le parecía... poco convincente. No obstante, antes de que pudiera irse, Kazami lo detuvo.
—Espera. Pero primero, tenemos que acabar con Ryu Mitsubishi. Soy la líder de nuestra clase, y si vencemos a la clase 1-5 en los duelos, ascendemos. Entiéndelo, ¿verdad? —dijo con una firmeza que no se podía ignorar.
Yoge la miró unos segundos, y aunque no dijo nada, su mente ya estaba procesando todo. Aunque Kazami pudiera parecer una aliada, sus objetivos seguían siendo claros para él: siempre usaba a los demás como piezas en su tablero, y ella no sería la excepción. Sin embargo, algo le decía que la situación no sería tan sencilla como la planteaba Kazami.
—Entiendo —respondió, con su rostro completamente impasible—, pero recuerda, si tienes un plan, será tu responsabilidad. Yo no me involucraré más de lo necesario.
Kazami frunció el ceño, pero asintió lentamente. Sabía que Yoge no iba a comprometerse más de lo que le interesara, pero aún así, algo dentro de ella sentía que sería útil contar con su astucia. Solo tendría que encontrar la manera de hacer que colaborara.
Sin decir más, Yoge se dio media vuelta y comenzó a caminar hacia las escaleras, dejando a Kazami sola en la azotea. El silencio reinó en el aire por un momento, antes de que Kazami guardara su celular, con una mirada decidida.
El futuro de la clase 1-6 podría depender de lo que ocurriera en los próximos días, y Kazami sabía que necesitaría más que solo su popularidad para asegurarse la victoria.
Luego de lo sucedido Yoge caminaba lentamente hacia el campus, dispuesto a comprar algo para beber, cuando una presencia familiar interrumpió su rutina. Ryu Mitsubishi, el líder de la clase 1-5, apareció frente a él acompañado de su mano derecha, una chica callada y reservada llamada Ximori Hohime. Ella siempre estaba a su lado, haciendo lo que él le pedía sin decir una sola palabra.
Ryu, con su usual arrogancia, se acercó a Yoge y, sin perder la compostura, le dijo:
—Oye, Hagame, ¿por qué no trabajas para mí?
Yoge no mostró ninguna reacción. Su rostro permaneció inexpresivo como siempre, y después de un parpadeo, respondió sin prisa ni entusiasmo:
—No, gracias.
Cuando Yoge comenzó a alejarse, Ximori se adelantó y lo detuvo con un suave movimiento, sujetándolo levemente del brazo. Yoge la observó, aún impasible, y en ese momento, Ryu, con su tono arrogante, intervino:
—Ximori, alto, déjalo.
Con una sonrisa altanera, Ryu se acercó aún más a Yoge y dijo:
—Si no quieres trabajar para mí, no pasa nada. Pero ¿qué tal si te ofrezco algo a cambio?
Con su mirada llena de desdén, Ryu sacó un papelito de su bolsillo y se lo extendió a Yoge. En el papel estaba escrito: 75.000 yenes.
Yoge lo miró por un momento, pero no dijo nada, como si el dinero no tuviera importancia para él. Ryu, sin embargo, siguió con su oferta, más confiado que nunca:
—Eso es lo que te daré si decides trabajar para mí. Haré que mi clase gane. Aplastaremos a la clase de Ayano Kazami. Será fácil.