The Hell You Call A Dream

Capítulo II - Hrafhulen

Una vez que las cosas se calmaron un poco en friðarins y la magia logró estabilizarse dentro de cada uno de sus habitantes, también lo hizo en los antiguos pergaminos que contenían la información de los descendientes del clan, por lo que ese mismo día ocurrió uno de los tantos fenómenos que se habían visto interrumpidos ante la ausencia de la magia, pero ahora finalmente retomaban su rumbo. En friðarins existían centenares de cuevas que en su momento fueron la guarida de los diferentes faranget que allí habitaban, sin embargo, con el tiempo, quedaron completamente desoladas, por lo que los forráðamenn restantes decidieron adaptar algunas para que funcionasen como oficina central y otra, un tanto más pequeña funcionaba como su “centro de correo” o como los forráðamenn preferían llamarla: Hrafhulen. En esta cueva vivían cientos, casi miles de cuervos que al pasar por el portal que separaba friðarins del resto del mundo, eran capaces de dirigirse hasta a lo más recóndito de la Tierra, buscando a aquellos forráðamenn con la suficiente fuerza y poder como para ser entrenados en su tierra natal y tendrían la posibilidad de encontrar su propio faranget en Brannvog, el hogar de los dragones.

Esa tarde, centenares de cuervos salieron volando directo al portal que los llevaría al mundo de los homanis, cada uno con una carta que parecía escrita por la magia misma; cada gota de tinta contenía años de historia y de fuerzas que se creían extintas hasta ahora. Es importante mencionar que la escritura de los forráðamenn era completamente diferente a la de los homanis, a pesar de que sus dialectos podían ajustarse a cualquier idioma que se hablara en el mundo por lo que sólo otros forráðamenn podrían entender sus escritos, de alguna manera, todos sus descendientes podían leer su escritura.

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En casa de Aereanne, el caos parecía no querer irse, pues una vez que las cosas se calmaron momentáneamente y tanto el fuego como los rayos desaparecieron, algo más se hizo presente: Dos aves del color de la oscuridad misma irrumpieron en la sala; no había vidrios rotos ni ventanas abiertas, ninguno de ellos se explicaba cómo habían entrado las dos aves que revoloteaban por toda la sala mientras Camille y Elizabeth intentaban derribarlos, persiguiéndolos con palos y escobas, evitando que tocaran a sus hijos. Sin embargo, veinte minutos después y completamente agotadas, se rindieron y las aves se posaron con cuidado en la mesa, justo a un lado del ya olvidado pastel de cumpleaños y cada uno extendió una de sus patas, permitiendo ver un sobrecito depositado con cuidado en lo que parecía una mini mochila de cuero.

–Anne, ten cuidado –Dijo Camille al observar cómo su hija se acercaba lentamente al cuervo–, podría atacarte en cualquier momento.

–No te preocupes, madre –Contestó la chica sin apartar la mirada de los ojos brillantes del ave que extendía una pata en su dirección–. No creo que quiera hacernos daño, parece que sólo quiere entregar un mensaje.

La chica extendió su mano mientras el cuervo la observaba, con cuidado sacó el rollito de papel que éste llevaba en su mochilita, amarrada en la pata. El cuervo, satisfecho con haber cumplido su labor dio un graznido antes de girarse para tomar una de las salchichas que se encontraban dispersas por la mesa y alzar vuelo, atravesó el vidrio de la ventana como si no existiera y desapareció. Al menos ahora podían explicar cómo entraron.

–Herleif, tal vez deberías hacer lo mismo –La voz de la pelinegra sacó a todos del estado en el que estaban, mirando atónitos cómo el ave había desaparecido.

Obedeciendo a la orientación de su hermana, Herleif imitó sus acciones, tomando el diminuto rollo de papel de la pata del cuervo, quien a diferencia del otro, tomó una rebanada de pastel antes de alzar vuelo desaparecer. Los rollos de papel se hicieron grandes de repente, tomándolos por sorpresa pues en definitiva no esperaban que cambiaran de tamaño, planeaban abrirlos y leerlos con lupa si era necesario. Parecían pergaminos escritos en papel muy antiguo o desgastado, los bordes estaban algo resquebrajados y el tono del papel era algo amarillento como si hubiese estado expuesto a la humedad y al aire por largo tiempo, alrededor del papel se encontraba lo que parecía un retazo de tela o de cuero que lo aseguraban junto a un sello de cera ubicado justo en donde debería encontrarse la unión de ambas puntas de tela, tenía una runa casi idéntica a la que los chicos tenían en sus medallones por lo que con gran curiosidad, ambos rompieron el sello y leyeron sus cartas que al compararlas eran idénticas a excepción de sus nombres. La primera parte de la carta podían leerla fácilmente pero la segunda mitad a primer vistazo fue indescifrable, estaba escrita en una letra extraña pero no la sentían ajena a ellos, ambos tuvieron que concentrarse y despejar sus mentes para comprender lo que decían esas letras angulosas y llenas de misterio que de cierta manera les generaban una sensación de hogar.

“Aereanne Elizabeth Torregoza Forrægem,

La magia ha despertado, el llamado ha sido escuchado

Descendientes de guardianes, el faranget ha llegado.

Con runas y magia,

Poder y acción;

Liberen sus almas

Y usen su posesión

(Lo siguiente está escrito en letra forráðamenn)

Sólo aquellos descendientes de forráðamenn que deseen retornar, escuchando a su destino y las estrellas susurrar, tomen el anillo que sus antecesores les han de confiar, pronuncien el nombre de nuestra nación (friðarins) y más que las armas, los guiará el corazón.

Pruebas vais a enfrentar, demostrar tu valía es lo ideal. Un compañero te irá a buscar para acompañarte en el viaje a la tierra de paz.

<< ¿Qué significaba esa carta y porqué la letra –o runa, lo que fuera eso– que estaba en su medallón también estaba en la carta? ¿Y por qué ahora podía leerla como “forráðamenn”? ¿Qué era eso? >> Eran algunas de las preguntas que atiborraban la mente de Aereanne mientras leía una y otra vez a carta.




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