Las balas volaban por el bar. Algunas se estrellaban en las copas y en las botellas. Los pedazos de vidrio salían volando y muchas de las balas se incrustaron en la pared, la barra era la única estructura que evitaba que las balas lo golpearan directamente. Antón buscaba frenético el arma qué guardaba bajo la barra, pero para su mala suerte esta había volado hasta la entrada del personal.
« Por que me tiene que pasar esto hoy.»
Era uno de los pensamientos que cruzaba la mente mientras arrugaba el entrecejo. Antón había logrado recuperar el stock robado de su bodega y ahora por fin podría reabrir el bar. Pero para su mala suerte las tiradas habían entrado hace ya un tiempo y las balas no habían parado de volar.
La sensación de muerte era bastante intensa. En un momento dado escuchó como las armas se quedaban sin balas, fue en ese momento que se puso de pie y salió corriendo en dirección a la única cosa que podría ayudarlo a salir con vida de ese lugar. Cuando logró llegar a su arma apuntó directo a los hombres que se encontraban recargando sus municiones. Cuando apretó el gatillo y escuchó el nulo disparar de su arma, su rostro reflejó el aprieto en el que estaba metido. Al escuchar el ¡Click! De las armas ajenas no dudó ni un segundo y se lanzó nuevamente detrás de la barra, pues los disparos habían vuelto a comenzar.
En ese momento maldijo por no tener el arma de repuesto qué convenientemente hoy no encontró. Por suerte el pequeño cuchillo que llevaba en la cintura de su pantalón aún estaba allí, en uno de sus intentos por ponerse de pie noto como como pedazos de su botella de Amaro italiano del 53 cayó al suelo, el olor del licor inundó la barra lo que provocó una mueca de odio hacia los tiradores.
Fue ahí cuando logró ponerse de pie y lanzar su cuchillo directo al cuello de uno de los 3 sujetos. Este cayó de golpe al suelo mientras la sangre salía a montones, los otros dos miraron a su compañero. Cosa que fue un error pues al regresar a ver, ya tenían a Anton encima de ellos. Los golpes volaban por la habitación, los brazos de Antón se encontraban tensos y con venas brotando de ellos. Con cada golpe que daba recibía otros dos, en un rápido movimiento logró estirarse hasta tomar su cuchillo y apuñaló la pierna de uno de ellos, mientras que trataba de golpear al otro. Su acción fue rápida pero inútil.
Los hombres que habían sido heridos seguían peleando como si nada, fue allí que decidió dejar que lo lanzarán directo hacia una de las paredes del bar. En ese momento alcanzó a tomar una de las botellas con verbena y la lanzó directo al rostro de uno de ellos. Esta se quebró con fuerza provocando qué la infusión de hierbas salpicar por toda la cara del hombre. En segundos el hombre se retorcía de dolor mientras humo blanco salía de las quemaduras en su piel, sin dudar ni un segundo Anton se columpio en una de las grandes vigas del techo y pateo de lleno en la cara del otro sujeto.
Este gesto provocó que el último de los tiradores cayera al suelo y sin dudar clavo con ahínco su cuchillo en el tórax del tirador. Este gesto provocó un grito de dolor por parte del herido, el cual fue silenciado rápidamente por el golpe en su cara, por el rabillo del ojo noto como alguien abría la puerta del lugar, lo que provocó que el sol golpeara de lleno su rostro. Lo que también le sucedió a los hombres que se encontraban en el suelo, el efecto del sol causó que el cuerpo de las 3 personas se prendieron fuego.
Por impulso Anton se quitó de encima del ahora cadáver incinerado. Miro directo hacia la puerta la cual proyectaba una sombra enorme, al alzar más la vista se encontró con la mirada cínica de Alister, quien observaba entretenido la escena.
— Veo que estás bien sin mi ayuda. — masculló Alister caminando hasta la barra.
— Siempre estoy bien sin tu ayuda, y más cuando estoy siendo atacado por vampiros con armas. — el tono sarcástico de su voz solo provocó una mueca por parte del contrarío.
— Siempre estoy para ayudarte Antón — una pequeña sonrisa se dibujó en el resto de Alister — Bueno además de eso también estuve ocupado con como esto. —
Antes de poder contestar con otra pregunta a su amigo escucharon el tocar de la puerta del bar. Esto no era nada bueno para ninguno de ellos.
Los dos hombres del lugar se miraron sin intercambiar palabra alguna, Antón no dudó y sacó su cuchillo de su bolsillo mientras que Alister preparaba su arma para otro posible enfrentamiento. Ambos caminaron hasta la puerta y se prepararon para lo que pudiera pasar, al llegar a la puerta se colocaron a ambos lados de la misma y esperaron para ver si golpeaban nuevamente.
— A la cuenta de tres, ¿estás listo?—el pequeño susurro fue oído claramente por Alister.
El ya nombrado solo asintió con la cabeza y preparó su arma. En cuestión de segundos abrieron la puerta. Antón al ver que solo era el repartidor ambos guardaron sus armas casi en una fracción de segundo, el repartidor por otro lado solo alzó la mirada algo confundido pero guardó la compostura y volvió a mirar su tableta.
— Buenas Tardes con el señor...—
La voz del repartidor fue cortada de tajo cuando este cayó al suelo con una gran herida en medio de la espalda. Las miradas entre ellos se cruzaron de inmediato, miraron al dueño de las marcas y notaron una mujer parada frente a ellos. Su sonrisa parecía algo doblada y algo cínica, sin pensarlo dos veces cerraron la puerta con fuerza mientras el ambiente parecía enfriarse. De improviso la puerta salió disparada mientras ambos se colocaban en una postura defensiva.
La mujer entró sin problema en el lugar, cosa que activó los sensores de peligro de ambos chicos. Ahora todo tenía más sentido, los vampiros habían sido solo una especie de “ niña exploradora” para saber si podían atacar. La mujer se mantenía estática, mientras Antón evaluaba cada posible solución y forma de tratar de escapar con vida de ese lugar. Mientras se perdía en sus pensamientos y planeaba una forma de escapar, Alister ya estaba luchando contra la mujer.