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CAPÍTULO 9: EL BOSQUE DE LAS EMOCIONES.
El joven héroe abrió los ojos y observó sus pies, dándose cuenta de que estaba parado sobre una nube. Pero mirando con algo más de detalle, se percató de que en realidad era un suelo de mármol, que tenía en todas sus baldosas nubes pintadas. Vio en la lejanía a un sujeto que estaba sentado en lo que parecía ser una enorme piedra, y se acercó mientras analizaba los alrededores.
No había otra cosa diferente al cielo y al extraño en ese majestuoso lugar. Aquel firmamento tenía la peculiaridad de ser de un color amarillo intenso, y brillaba de manera despampanante. Sin embargo, no era a causa de que estuviera el sol otorgándole brillo en algún lugar, para ser más precisos, ni siquiera había un sol, simplemente el cielo resplandecía de esa manera por sí mismo.
Caían hojas moradas de los árboles en el rostro del sin vida, haciendo que con su suave textura se despertara poco a poco. Sentía una jaqueca que hacía a su mente dar vueltas y vueltas, y con la vista borrosa se sentó con dificultad. Al por fin recobrar la compostura, observó que estaba en un bosque rodeado de árboles gigantes con hojas moradas muy opacas. Por otro lado, el lugar estaba repleto de hongos de diferentes tamaños y colores, y de algunos de ellos se desprendía un tenue vapor violeta que alimentaba a la sutil neblina.
Junad giró su cabeza a su costado izquierdo, y vio a su caballo rígido tumbado en el suelo. Inmediatamente se lanzó para comprobar si aún estaba respirando, pero al parecer el impacto con la momia lo había lanzado con tanta fuerza, que al chocar con un tronco se rompió el cuello. De la boca del corcel salía lentamente un abundante chorro de sangre. El Magno estaba muy desconcertado, y la migraña lo lastimaba por periodos de tiempo como si puyas se posaran sobre su cráneo haciéndole presión. Encima, no paraba de escuchar voces en el fondo de su mente que no lo dejaban tranquilo.
De repente, de los arbustos sonó algo que se movió, y ese mismo sonido se replicó en otro matorral que estaba incluso más cercano a él. Lleno de miedo, desenvainó su espada y preparó su nuevo escudo con su brazo izquierdo en espera de algún ataque. Los matorrales dejaron de moverse, y solo se escuchó la delicada corriente de aire pasando por las plantas. Entonces, por la espalda del guerrero salió un demonio pálido abalanzándose sobre él. Afortunadamente, el sin vida logró agacharse para esquivarlo justo a tiempo, aunque por poco no la cuenta, y la enorme bestia quedó justo en frente suyo preparando una nueva embestida.
Los pálidos tienen la peculiaridad de tener una mirada penetrante, que no expresa ningún sentimiento en específico, pero que a su vez se siente tan amenazante e incómoda, que cuesta sostenerles un cara a cara. Al verlo directamente, al chico le vinieron algunas imágenes a la cabeza del día de la batalla con Deiu, en la cual aplastó a una de estas criaturas con ayuda de un sifiry.
El monstruo volvió a saltar extendiendo sus afiladas garras con la intención de destriparlo, pero nuevamente el joven héroe alcanzó a evitar el ataque, aunque esta vez lo hizo protegiéndose con su escudo. El sin vida tomó la iniciativa del siguiente asalto, acertando una puñalada en el abdomen al demonio. No obstante, el pálido lo mandó a volar de un manotazo, ya que la herida no había sido lo suficiente profunda como para ser un daño considerable. El guerrero se levantó mientras cubría su hombro izquierdo del dolor causado por el impacto, y por accidente tocó el paquete de savias de fuego amarrado a su cinturón.
Editado: 21.11.2024