The Journey of the Lifeless

CAPÍTULO 4: OJITO LLOROSO

Esta historia, sus personajes, conceptos y demás están protegidas por: La Dirección Nacional de Derecho de Autor, con número de registro:10-1064-400.

CAPÍTULO 4: OJITO LLOROSO

Junad entrenó fuertemente durante 34 días sin descanso, y había conseguido mejorar su fuerza y resistencia alcanzando los 78 kg de peso, pero sobre todo mejoró su agilidad, logrando sostener peleas parejas en los entrenamientos con el capitán. Más adelante, en uno de los entrenamientos Teodoro llegó para hacer un importante anuncio.

  •  Vaya, vaya, ¿a quién tenemos por aquí sudando la gota gorda de nuevo? - Preguntó el pelón.
  • Hola barbón, el capitán me estaba enseñando como perfeccionar mis movimientos con la espada. - Respondió el chico respirando frenéticamente, y estaba sin camisa y sin protecciones al rayo del sol.
  • ¿Espada? Los verdaderos magnos usamos espadones, armas de pura fuerza como los hombres valientes que somos.
  • Siiiiii, perooo. – Replicó el sin vida avergonzado. - Debido a que aún no tengo la fuerza suficiente para usar el gran espadón de Deiu, el capitán me dijo que tenía que aprender al menos a usar algún arma de forma decente por si acaso, es mejor prevenir que lamentar.

Teodoro observó como el cuerpo de Junad había crecido en este mes de entrenamiento. Lo más destacable era su pectoral, el cual se veía grande y duro, y sus hombros, los cuales estaban mucho más redondos. Por otra parte, sus brazos en cambio pese a que no eran el grupo muscular que más sobresalía, también habían pegado un cambio enorme llegando a medir 38 cm.

  • Pero mírate nada más, cada vez comienzas a parecerte más a un guerrero magno. - Dijo el pelón. - Oye Hernesto, creo que el chico ya está listo para aquello que te comentó Menelao hace una semana.
  • También creo lo mismo. - Asintió el rubio de ojos claros mientras se limpiaba el sudor de su frente.
  • ¿Qué dijo Menelao? - Preguntó el joven héroe intrigado.
  • Ponte una capucha y sígueme, ya te mostraré. – Ordenó el armamentista mientras le mostraba el camino al chico.

Junad y Teodoro caminaron por las calles de la plaza de Coliseum, las cuales estaban repletas de caballeros Tesalónicos vigilando atentamente, y el sin vida se deslumbró al pasar al lado de uno de los templos más grandes de la ciudad.

  • ¿Te gusta chico?, ¿ya lo habías visto antes?
  • ¡Sí!, creo que Teo me había dicho que era el gran templo de Zigmund. – Contestó el esclavo sin quitarle el ojo de encima a la edificación mientras caminaba. - También me dijo que todas las personas venían a rezarle aquí a Zigmund para que los bendijera en su día a día.
  • Efectivamente, este es un templo que le rinde culto a nuestra deidad principal, sin embargo, debes entender que no es al único dios que nosotros le rezamos. - Replicó el pelón. - Del mismo modo hay templos de cada uno de los dioses, por ejemplo, más al norte puedes encontrar el templo de Ira, y a unos 16 km hacia el este está el de Urs. – Explicó señalando con su grueso dedo la dirección de ambas edificaciones.
  • ¡Increíble! – Exclamó el chico emocionado bajo la capucha que le tapaba el rostro.
  • También están los santuarios, que normalmente no están destinados para adorar a algún dios en específico, tú simplemente vas a rezarle a cualquier deidad a la que tú quieras rendirle reverencia.

El templo medía más de 34 metros de alto, con 19 metros de ancho, y estaba construido con piedra de granito. El arquitrabe del edificio estaba hecho de oro sólido, un clásico para las edificaciones importantes de Olimpia, y era sostenido por 8 columnas gruesas en la parte frontal, además, el frontón tenía a todos los dioses esculpidos en piedra caliza. Finalmente, la cubierta era sostenida por el peristilo de columnas de piedra de granito, y encima de él había una estatua enorme de Zigmund sentado sobre una esfera que representaba la tierra, y abajo en sus pies había un letrero gigante que decía: “El rayo”.

Continuaron avanzando hacia el oeste alejándose cada vez más de la plaza, hasta que de repente llegaron a un establecimiento medianamente grande de una zona comercial.

- Bueno chico, ya llegamos, es hora de que el artista te muestre sus obras de arte. – Dijo el barbón mientras abría la puerta del lugar.

 Ambos guerreros entraron haciendo que las tablas del piso sonaran con sus pasos, y el chico vio un montón de armas y materiales de herrería distribuidos por todas partes. Había cascos, corazas, escudos, cuchillos, espadas… El lugar tenía de todo, y además parecía que el dueño se empeñaba mucho en mantener el orden de su local, para dar una buena impresión a potenciales compradores.

  • Vaaaaya, ¡esto es increíble! – Exclamó el joven héroe inspeccionando el lugar. - ¿A quién pertenecen todas estas cosas?
  • Esa es la parte más importante, todo lo que ves ha sido de mi familia durante varias generaciones y además es mi sitio de trabajo. – Contestó el barbón presumiendo su negocio. - Después de todo yo soy Teodoro el armamentista más cotizado de Coliseum y de todo Olimpia.
  • Hola Junad no dejes que mi papá te engatuse con su palabrería, hace mucho que somos pobres y miserables. - Dijo Teo limpiando un casco detrás de un estante.
  • ¡Mira mocoso será mejor que te calles a menos que quieras dormir con los fierros esta noche! – Gritó el pelón con las venas del cuello vaso dilatadas. ¡Ojum! – Afinó su garganta para retomar el tono de voz amigable. - Como te decía… este es mi taller y el concejo ha decidido que ya es tiempo de que tengas una armadura, a fin de cuentas, todo gran guerrero debe de tener una armadura característica que lo identifique. Por ejemplo: Deiu tenía la armadura gigante, Aquilas tenía la armadura del león y Mondragón tenía la armadura de piedra.
  • ¿Mi propia armadura?, ¡esto es increíble!



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En el texto hay: fantasia, guerreros, horror y drama

Editado: 25.04.2023

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