The Journey of the Lifeless

CAPÍTULO 16: EL INICIO DEL VIAJE.

Esta historia, sus personajes, conceptos y demás están protegidas por: La Dirección Nacional de Derecho de Autor, con número de registro:10-1064-400.

CAPÍTULO 16: EL INICIO DEL VIAJE.

Una semana después…

  • ¡Me cago en las tetas de su madre! – Dijo un bandido entre unos arbustos observando el camino mediante prismáticos - ¿No que el alcalde de Hálbito pasaría por acá?, hemos esperado durante días.
  • Tú tranquilo. – Replicó el que parecía ser su jefe. – Conseguí la información de una fuente muy fiable. Lo importante es mantener la calma y estar atentos a cualquier cosa que pase por aquí. – Sonrió con maldad. – Después de todo ya tenemos a los chicos listos. – Señaló a un grupo conformado por 15 rufianes preparados para atacar.
  • ¡Jefe!, ¡Veo a un tipo aproximándose a toda velocidad! – Intervino otro vigía.
  • ¡Dame eso! – Exigió arrebatándole el monocular. Era una carroza conducida por un guerrero vestido con una capa negra de rayas blancas. – Podría ser la carroza del alcalde conducida por uno de sus escoltas.
  • ¡A por ellos! – Exclamó el más grande de todos.
  • Pero… ¿y si nos equivocamos y es otra persona la que va adentro? – Protestó el más inseguro del grupo.
  • ¡Puf!, si al final no transporta lo que estamos buscando, al menos podemos robarlo y practicar un poco con el escuincle. Llevo esperando por algo de acción desde hace rato.
  • Suena bien, yo también quiero algo de diversión… - Concluyó el cabecilla frotándose sus sudorosas manos.

Los caballos tiraban del carruaje por lo menos a 70 km/h, y dejaron una nube de tierra detrás suyo como rastro de su viaje.  El sol estaba brillando a su máximo esplendor, al verlo directamente el conductor tuvo que cubrirse un poco con las manos para no quedar ciego.

  • ¡Ayuda señor!, ¡ayuda! – Gritó un niño atravesándose en la vía de repente. El sujeto tuvo que tirar fuertemente de las riendas de los caballos para frenar a tiempo y no aplastarlo. El pobre infante estaba tirando algunos mocos y sangre por la nariz.
  • ¿Qué te pasó?
  • Es bastante joven. – Pensó el niño. – Unos bandidos secuestraron a mis padres cuando viajábamos por estas tierras, me golpearon y me dejaron tirado en aquellos arbustos.
  • ¿A qué se dedicaban tus padres?
  • Eh… ¡eran campesinos!
  • ¿Y qué hacía una familia de campesinos vagando por aquí?, más adelante no hay nada. Los dominios de Olimpia solo cubren un par de kilómetros más.
  • Esto… veníamos de cazar.

El joven guerrero se veía bastante escéptico ante su historia.

  • ¿Retornaban a la villa de Olivares?, ¿la que queda a un par de días al sur?
  • ¡Exacto!, ¡a la villa de Olivares!

El de la capa rayada frunció el ceño. – Olivares está por lo menos a una semana, lo más cercano parecido a un pueblo es Miradores. – Entonces, una flecha salió disparada de unos arbustos, y si no fuera por sus buenos reflejos le hubiera impactado en el casco.

  • ¡Cuántas veces te he dicho Efraín que vienes de Miradores! – Gritó el jefe de la banda saliendo de entre los matorrales.
  • Lo suponía, ¿quién eres tú?
  • Eso no te incumbe imbécil. Viéndote más de cerca pareces un maldito caza recompensas, no es posible que el alcalde te haya contratado como guarda espaldas. En fin, ya que estamos aquí, dame todo lo que tengas, dinero, joyas y también esa capa, he de admitir que tiene mucho estilo.
  • Eso no pasará, lárgate y seguiré con mi camino.
  • Espera, espera… - Dijo entre risas divagantes. - Creo que no lo dije bien. ¡Dame todas tus malditas cosas o te cortaré el cuello! – Más de una docena de bandidos salió para apoyar a su líder. Todos medían más de dos metros, y llevaban gruesas protecciones de cuero en sus cuerpos, además, estaban armados con grandes e imponentes armas, se notaba que eran Magnos.

El guerrero suspiró, se acomodó el casco, soltó las riendas y se bajó de la carroza lentamente. – Como les gusta joder, los atenderé a todos uno a uno si es lo que quieres. – Dijo mientras amarraba los caballos a un árbol.

  • Admiro tus pelotas mocoso, las cortaré y me haré una sopa con ellas cuando esto termine. – Finalizó haciéndole un gesto a uno de sus secuaces.

En un instante el bandido se abalanzó sobre el misterioso forastero. En consecuencia, el joven agarró el mango de su enorme espada para desenfundarla.

  • No creo que sea necesario. – Pensó.

Esquivó la cuchillada fácilmente, y sin desenvainar su arma le dio un puñetazo al atacante que lo dejó inconsciente.

  • Maldito engreído. – Rechistó el jefe. - ¡Folmón, Guligo!, ¡acaben ya con esto!

El de la capa rayada fue impecable, los esquivó a ambos y los mandó a dormir solo con un par de golpes. Inmediatamente se sumaron otros tres, pero el resultado no fue diferente, terminaron mordiendo el polvo en cuestión de segundos.

  • Parece que eres un Magno, por lo enano que eres jamás lo hubiera imaginado. ¿Cómo te llamas mocoso?
  • No tengo nombre, pero por las calles me conocen como… el tigre negro. – Respondió Junad con bastante poderío.
  • Bueno pequeño tigre, en otras circunstancias te hubiese ofrecido unirte a nuestro grupo, pero en realidad necesitamos dinero para seguir acampando, y por otra parte me fastidia tu actitud, entonces… ¡Este será tu fin! ¡Adonías!



#5894 en Fantasía
#2954 en Thriller
#1550 en Misterio

En el texto hay: fantasia, guerreros, horror y drama

Editado: 25.04.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.