La sensación de ahogamiento no tardó en hacerse presente. Intentaba respirar, pero el aire era muy denso y todo estaba a oscuras en donde sea que estaba. Era difícil identificar las cosas cuando todo estaba inundado por las sombras. Escuchaba pasos y movimiento por toda la habitación, gente susurrando cosas y solo cuando una luz tenue apareció logre identificar muchas cosas, era como una especie de sala de hospital, la puerta estaba cerrada y había una gran cortina azul a mi izquierda cubriendo un punto en la pared. Las únicas dos personas que estaban en la habitación se acercaron a mí con una bandeja plateada y la colocaron en una mesa junto a mi cama.
—Doctor, aquí están las jeringas que me pidió –Escuche un eco con voz femenina.
Cerré mis ojos con fuerza intentando procesar lo que había escuchado, definitivamente era una sala de hospital, pero no tenía ni idea de cómo había llegado ahí, abrí mis ojos y una potente luz blanca me cegó por un momento, pero no cerré los ojos. Temía que al hacerlo podía despertar de nuevo en la oscuridad, así que intenté enfocar la mirada en otra cosa que no fuese la luz.
—Doctor, está despertando —Anunció la misma voz que al parecer era la enfermera.
Todo intento por moverme era inútil, estaba atado de pies y manos a la cama, pero ningún esfuerzo daba resultados. Tanto el doctor como la enfermera tenían su rostro cubierto por una mascarilla hasta la mitad, dejando ver sus ojos, ambos me miraban con cierto desagrado y hasta odio.
—Levante la cortina, por favor —Esta vez habló el doctor. Su voz era ronca y profunda.
La luz no me permitía verlos bien, sumada mi vista borrosa y casi inútil, los detalles eran casi inexistentes para mí. Escuché los pasos de quien debía ser la enfermera, giré mi cabeza hacia la cortina y ella la tiró al piso. Mis padres estaban ahí, mirándome, mi padre abrazaba a mi madre y mi hermano sólo me miraba como si no quisiera estar ahí.
— ¡Mamá!, ¡Papá!, ¡Trent! —Grite desesperado intentando llamar su atención— ¡Ayúdenme!, ¡Por favor!
Pero no me escuchaban, sólo observaban en silencio. El doctor me tomó por los hombros e hizo que me quedará quieto, aunque seguía pateando e intentando golpearlo para que me dejara tranquilo.
— ¿Qué demonios hago aquí?, ¿Que es este lugar?
—Tranquilo, estas en un hospital —El doctor habló bastante tranquilo.
—Pero, yo no estoy enfermo, ¡Suéltenme!
—Claro que estás enfermo —Dijo la enfermera con voz suave acercándose a nosotros.
No entendía nada de lo que me decían, miraba a todos lados sin encontrar nada que me diera una pista de qué clase de hospital era este, hasta que logre entender lo que estaba escrito en un pequeño cartel cerca de la puerta de entrada a la habitación.
"Ayuda Mental"
Esas dos palabras me dieron a entender mucho y sólo lograron desesperarme aún más, habían logrado lo que querían.
—Enfermera, una jeringa por favor.
— ¿Qué?, ¡No, esperen! -Moví mis manos intentando liberarme— Ustedes no entienden, yo no estoy loco.
—Típico de los pacientes, la negación. Enfermera, la anestesia por favor.
—Aquí tiene —Le entregó la jeringa.
— ¿Que me van a hacer?, ¿Para que la anestesia?
—Para calmar tus nervios, estas muy alterado. Luego te llevarán a tu habitación.
El doctor enterró la aguja en mi brazo y dejó ir todo el líquido en mi interior, mi vista no tardó en nublarse y el ambiente empezó a sentirse pasado y distante. Sus rostros se distorsionaban, al igual que la imagen de mi familia que aún observaba tras el cristal. No quería dormir, no quería cerrar los ojos o volvería a la oscuridad y regresé. Pero, esta vez no duro mucho.
Segundos después volví a despertar, aún estaba asustado y confundido. El consultorio había desaparecido, ya no había doctores ni enfermeras y podía moverme, estaba acostado en un suave sofá negro al fondo de una gran habitación en la cual había mucha gente vestida de negro. Me puse en pie y empecé a caminar por la sala, todo estaba muy tranquilo y callado, sino hubiese sido por el ataúd en medio de la habitación apostaría por el ambiente a que era un funeral. Me acerqué a una mujer que se encontraba a mi izquierda y toqué su hombro.
—Disculpe, ¿Podría decirme por favor de quien es este funeral? Acabo de despertar y no lo recuerdo.
Esperaba dos reacciones por parte de la mujer, podía responder mi pregunta amablemente y seguir con lo suyo o sermonearme, ya que tal vez no tuve tacto para excusarme y preguntar, pero no pasó ninguna de las dos. La mujer solamente se dio la vuelta y se fue, tal vez no me escuchó. Intenté ahora con un hombre y obtuve la misma respuesta, nada.
Decidí buscar a alguien conocido, tardé un poco antes de visualizar a mis padres sentados en un sofá, mi hermano llegó con un vaso con agua y se lo entregó a mi madre. Me acerqué a ellos rápidamente e intente hablarles, pero al igual que los demás no respondían, no me escuchaban. Coloqué mi mano en el hombro de mi madre, yo podía sentirla, pero ella a mí no. No entendía nada de lo que sucedía.