Capítulo 8.
Ambos se inclinaron ante mí en una respetuosa reverencia, haciéndome sentir incómoda, por lo que los ayudé a levantarse mientras ellos al unísono me dijeron: No dudes nunca de nuestra lealtad hacia ti Zahyir, pues hemos aprendido que tenemos que seguirte de ahora en adelante, no importa donde estés, aun si es el fin del mundo, te acompañaremos y lucharemos junto a ti, pues sería un honor morir a tu lado en batalla.
Dicho esto, me fui con el viento al segundo Cielo donde los dioses me recibieron y se alegraron por haber yo derrotado a esos grandes guerreros de China y Taiwán, que para la época eran un mismo país.
Sin embargo, el Dios de Mongolia me miró amenazante y me dijo que esperaba que yo hubiera aprendido bien, porque ahora sí vendría mi verdadera prueba con los jefes militares y guerreros Jochi y Chagatai, hijos de Gengis Khan, el gran guerrero y conquistador mongol.
Ellos te entrenarán y te enseñarán el arte de la guerra, así que ahora ve al río Onon donde te entrenarán bien; y enseguida y sin avisar me empujó de la nube, sentí al caer que casi no había viento, pero recordé que al levantar mis brazos lograba controlar el aire a mi alrededor y no perdía el equilibrio, así caí a las orillas del río Onon donde estaban estos dos jefes militares esperándome
Jochi.- ¿Eres Zahyir no?
Sí, y supongo que ustedes son los hijos de Gengis Khan.
Chagatai.- Acertaste, ahora levántate, pues debemos comenzar con tu entrenamiento.
Zahyir.- Espera, ¿a dónde vamos?
Chagatai. - No irás a ningún lado, pues aquí es donde nuestro padre entrenó y donde nosotros entrenamos y aquí mismo te entrenaremos.
Jochi.- ¿Tienes problemas con eso Zahyir?
No, me parece bien.
En eso entra una llamada de Henry que no me la esperaba, así que contesté.
Henry.- Mira muchacha del carajo ¿Qué piensas que estás haciendo? ¿Cómo es eso de que en toda Asia apareces y desapareces?... ¿es que ahora te crees una versión de David Copperfield???
Zahyir.- No Dr. Henry, realmente ando es visitando, o al menos eso creo.
No estás de turista por esa época Zahyir Zabramova, tienes que regresar, deja ya de jugar a ser importante en la Historia de la Humanidad… ¿cómo es que hay una Leyenda que los grandes ejércitos de toda el Asia antigua juraron lealtad a una tal Zahyir? ¿Quién coño te crees que eres ahora? ¿Una Supermujer?... te lo voy diciendo Zahyir Zabramova, regresa y deja todo como está, no sigas interfiriendo en el pasado porque cambias todo el futuro y obviamente nuestro presente tal como lo conocemos actualmente.
.- Henry, disculpe, pero no lo escucho bien, la señal es mala y la estoy perdiendo...
Henry.- No me engañas Zahyir, no te atrevas a cortarme la llamada, no jodaaa…- Lo siento, ya no lo escucho.
Corté la llamada y volteé a ver dónde estaban Jochi y Chagatai, quienes me veían desconcertados como si no supieran qué es lo que acababa de suceder.
Jochi.- ¿Qué es eso que tienes en las manos?, Preguntó Jochi con intriga y mirada de preocupación.
Zahyir.- Esto no es nada malo, solo es el regalo de un amigo.
Jochi.- Está bien niña, tienes que saber cuáles son las tres reglas básicas del entrenamiento:
1.- No debes subestimar a tu oponente aun si fuere una mujer.
Y dicho esto, de una vez comenzaron a atacarme con sus espadas y hachas; en ese sorpresivo ataque, yo no supe qué hacer y solo esquivaba cada uno de sus movimientos como si estuviera danzando; y cuando se detuvieron, Chagatai dice; regla número dos:
2.- Aun si no tienes un arma, la naturaleza será tu mayor arma.
Y apenas terminó de decir esto, comenzaron a tratar de golpearme de nuevo como si me quisieran matar.
Por eso corrí cerca del río Onon haciendo que las rocas que estaban en lo más profundo de él surgieran y los atacaran; su dolor al ser golpeados por las enormes piedras realmente me excitaba, pero tenía que continuar con el entrenamiento, pues de no ser así no sería divertido, sin embargo, presiento que este juego se pondrá agresivo y hasta mortal, realmente lo presiento.
Así, comencé a caminar hacia donde ellos estaban siendo atacados, pero eran astutos y se estaban escondiendo tras grandes escudos de guerra; al alcanzarlos salté y pateé sus escudos haciendo que se rompieran y luego les dije que ahora comprendía las reglas del juego.
Entre hachas y espadas comencé a tener destreza no solo en los brazos, sino también en las piernas; Yo copiaba sus movimientos y los atacaba con los que anteriormente había aprendido, de manera que no solo usé mi destreza de movimientos, sino que también comencé a retarlos con el clima, causando pequeñas olas en el río y haciendo que las rocas los siguieran golpeando, pero ellos no se rendían y seguían luchando con más fuerza que nunca, demostrando no tenerme miedo; entonces fue cuando la Tierra comenzó a temblar; el cielo se oscureció y meteoritos comenzaron a caer, pero ni aun así se rendían, y por ello, seguí golpeándolos y pateándolos como si estuviera danzando; fue entonces cuando mis ojos comenzaron a arder como despidiendo llamaradas y al abrir mis manos, las dagas comenzaron a salir hiriendo fuertemente sus cuerpos, lo cual les produjo enormes dolores, que por cierto me hacían mucho más fuerte, sobre todo cuando los vi caer como si estuvieran muertos.