Era la mañana previa a navidad, y los gemelos de seis años Zacary y Tina bajaron corriendo las escaleras entusiasmados porque esa noche vendría Santa Claus. Pero al llegar a la sala para encender las luces del hermoso árbol de navidad, se encuentran con un espacio vacío. Los hermanos comenzaron a llorar, provocando que sus padres Felicia y Tom, quienes estaban ya discutiendo los últimos detalles del divorcio, se alertaran.
Ninguno lograba entender cómo pudo desaparecer el árbol de navidad del medio de la sala, era muy grande y pesado, sería imposible que no oyeran ningún ruido si lo hubieran robado.
Luego de llamar a una niñera, Tom y Felicia decidieron hacer una última actividad juntos como matrimonio e ir a conseguir un árbol lo más parecido posible al otro para sus hijos.
El tiempo pasaba y no podían encontrar ningún árbol, todos estaban agotados. ¡Qué calamidad! Ambos se gritaban culpándose uno al otro: "¡Es tu culpa!"; "¡Si hicieras tu trabajo nada de esto estaría sucediendo!"; "¡Menos mal que nos vamos a divorciar, así ya no volveré a lidiar contigo nunca más!". Pero de repente alguien muy pequeño de estatura aparece, y se aclara la garganta para ser oído.
-Disculpen, ¿ustedes son Felicia y Tom Foreston?
-Felicia Midlerest muy pronto… -responde ella fastidiada.
-¿Por qué nos buscas? -pregunta ésta vez Tom.
-Sé dónde está su árbol de navidad…
-¿Cómo sabes tú sobre eso? -preguntó dubitativa Felicia.
-Es mi trabajo. Ahora, si se dirigen hacia aquel sauce de allí y golpean tres veces, lo encontrarán.
Ambos estallaron en risas, creyeron que aquel no era más que un enano loco con suerte de haberlos oído hablar al respecto. Pero de todos modos se dirigieron al sauce, sólo para burlarse del extraño en realidad.
-Así que… voy a golpear el sauce… Un golpe *toc*, ooohhh. Dos golpes *toc*, wow. Tres golpes *toc*... ¡Jah! Te lo dije Felicia, es un enano lo…
No pudo terminar la frase ya que el suelo se abrió y ambos cayeron al vacío. O al menos eso creían. Pero al llegar al fondo, cayeron sobre un colchón de osos de peluche. Todo parecía mágico y hermoso, hasta que los osos mostraron sus dientes. Comenzaron a correr y se encontraron con payasos malvados, soldados… miles y miles de juguetes asesinos rodeandolos. Así que idearon un plan de escape y trabajaron juntos.
Comenzaron a destripar osos, pisar juguetes y golpear payasos; ambos cuidando la espalda del otro. Cada golpe, cada ayuda… cada cosa que hacían juntos para ayudarse mutuamente encendía una pequeña chispa en sus corazones que creían extintas, y por supuesto, no hace falta tantas chispas para encender el fuego. Se miraron fijamente a los ojos y sonrieron; pero no duró mucho ya que ella se resbaló.
-¡Que torpe eres!
-¿Torpe? ¡Estamos sobre un montón de juguetes destrozados! ¡Es casi imposible no resbalar idiota!
-¡A mí no me llames idiota! ¡Yo no me resbalo y estoy en el mismo sitio que tú!
-¡Eres tan odioso! ¡Insoportable! ¡Por eso nos vamos a divorciar!
-¡Más bien porque tú eres una buena para nada!
Y así comenzó de nuevo la discusión y el fuego rápidamente cambió de rumbo; del amor, al odio. Compenetrados en su lucha no se percataron de la presencia de un tercero a su lado, y no cualquier tercero. Era un hombre que les doblaba la altura y el grosor a ambos juntos. Vestido con un enorme traje rojo de caramelo, y detalles blancos de algodón de azúcar. Su gorro era igual, y sus guantes, cinturón y botas negras de regaliz. Su cuerpo estaba hecho de una tela mágica, suave como una nube, y relleno del algodón más ligero y esponjoso que pueda existir. Su cabello, cejas, bigote y barba eran de malvavisco, y sus ojos dos gomitas.
Pronto la futura ex-pareja volteó a ver aquella majestuosidad, ¡cómo no verla antes! Observaron cada detalle, cada pequeño brillo, sintieron el aroma dulce como a golosinas y juguete nuevo; era lo más hermoso que habían presenciado en sus vidas.
-¿Santa? -preguntó fascinado Tom.
-¡Jo, jo, jo! ¡Así es pequeños! -respondió él. Su voz era gruesa, pero melodiosa a la vez. No era ronca, más bien profunda.
-Pero, ¿cómo es posible? -esta vez habló Felicia.
-Soy el sueño de los niños puros e inocentes. La magia en sus corazones me creó un día, hace muchos cientos de años. Todo lo que ellos aman está en mí, y por eso sus regalos tienen mi escencia. Hoy los he traído hasta mí porque en sus vidas ha sucedido lo más triste que le puede suceder a una persona: perdieron su niño interior. Y gracias a eso sus hijos lo están haciendo también. El divorcio es debastador para ellos, sus gritos constantes. ¿Saben qué están haciendo sus pequeños en éste preciso momento? Lloran en su habitación. Lo han estado haciendo hace meses. ¿Saben qué quieren sus hijos para navidad? Que sus padres vuelvan a ser unidos. Cuando un niño cambia un regalo de niño por una solución desesperada, significa que lo estamos perdiendo como niño, porque siente que debe crecer rápido para ayudar, en este caso, a sus padres.
-Pero Santa… Tom y yo hemos tenido muchos problemas. No es que yo no lo ame más, es que le he dado muchas oportunidades y no funciona…
-Primero: el que dió muchas oportunidades fui yo. Segundo: yo también la sigo amando, pero me saca de quicio.
-¿Disculpa? ¿Quién es el agresivo aquí?
-¿Ya empiezas de nuevo mujer? ¡Tú me pones de esta forma!
-¡Silencio! Los dos están muy equivocados. Ambos fallaron y continúan fallando. Tú -señala a Tom- eres obstinado, egoísta, y debes dejar de creerte más que ella. Y tú -señala a Felicia- eres caprichosa, manipuladora, y debes dejar de inventar situaciones en tu mente para reprocharle a él. Ustedes se aman, pueden tener toda una vida juntos, sólo deben cambiar y hallar la forma de dejar sus diferencias de lado para volver a ser un matrimonio feliz.