The mafia: A bet for life

Capítulo 3: La noticia

Abrí los ojos con la voz de mi hermano diciéndome que me levantara a desayunar. Me senté en la cama con un tremendo dolor de cabeza.

—Buenos días, hermana —dijo Fabiá— ¿Cómo te fue?.

—Bien —respondí—. ¿Y tú dónde estabas anoche? Llegué y no estabas en casa.

—Me quedé trabajando horas extra —contestó Fabián—.

—Como siempre —dije, cansada—. No entiendo por qué lo hace.

—Ya hemos hablado de esto varias veces —dijo Fabián, con un poco de enfado en la voz—.

—Es que no te entiendo —dije, molesta—Trabajas en la cafetería de la universidad, estudias una de las carreras más difíciles y trabajas de tiempo completo los fines de semana.

—Ya, Fabiola, siempre hablamos de esto —replicó Fabián, sobresaltando por mi arrebato de ira—Olvida lo sucedido, toma. Te compré este colgante. No es algo caro, pero sé que te gustará.

Abrí la caja y me sorprendí. Era un colgante de plata con una piedra preciosa en el centro. Era hermoso.

—Hermano, esto es hermoso —dije—. Pero aún así no compensa tu ausencia y tu decisión de arruinarme la vida con mudarme de la ciudad.

—¿Qué quieres que haga? —replicó Fabián—. Desde que nuestros padres murieron no he tenido un minuto de descanso porque siempre he tenido que velar por ti.

—Entonces soy una carga para ti —dije con lágrimas en los ojos. Lo que dijo Fabián me dolió—. Te aplaudo por soportarme todos estos años.

—Fabiola, espera. Eso no lo que quise decir —resaltó Fabián.

Me levanté de la mesa y volteé para reprochar otra vez a Fabián, pero estaba en una llamada y su cara cambió por completo. Parecía que había recibido una mala noticia. Después cortó la llamada y me dijo:

—Vamos, Fabiola. Cámbiate. Tenemos que ir al hospital.

—¿Qué pasó? —dije—. ¿Quién está en el hospital?..

—Steve tuvo un accidente en su coche —dijo Fabián.

—¿Qué? —empecé a temblar y a doblar las rodillas. No podía creerlo.

Fabián me sostuvo y me levantó del suelo. Me llevó hasta el coche.

45 minutos después, Fabián y yo llegamos al hospital. Mi corazón latía con fuerza mientras caminábamos por los pasillos estériles, impregnados con ese inconfundible olor a desinfectante. A cada paso, mi mente se llenaba de imágenes de Steve, imaginándolo gravemente herido, o peor.

Al llegar al mostrador, la recepcionista apenas levantó la vista, pero le pidió con urgencia información sobre Steve. Un médico apareció de repente, como si hubiera estado esperándonos.

— ¿Steve? —le preguntó casi sin aliento.

—Está estable —respondió con tono calmado—. Pueden ir a verlo.

Una ola de alivio me recorrió, pero la inquietud seguía anidada en el pecho. Agradecí al médico y, sin pensarlo dos veces, fui directo a la habitación. Al abrir la puerta, lo vi tumbado en la cama. Las vendas en su cabeza y brazo me provocaron un nudo en la garganta. Esa imagen me tocó más fuerte de lo que imaginaba. Steve, siempre tan fuerte, parecía frágil bajo las luces blancas del hospital.

—Steve... —susurré, acercándome lentamente—. ¿Estás bien?.

Él abrió los ojos y, al verme, una débil sonrisa se dibujó en su rostro. Fue un pequeño consuelo, pero no suficiente para calmar mi angustia.

—Estoy bien —dijo con voz algo ronca—. Solo unos rasguños y un golpe en la cabeza. Nada grave.

Me incliné hacia él, envolviéndolo en un abrazo. Sentí su respiración contra mi cuello, y en ese momento no importaba nada más. Lo tenía allí, vivo. Estaba aquí, conmigo.

—Me alegra tanto que estés bien —murmuré, casi ahogándome en mis palabras. La verdad es que aún me temblaban las piernas de pensar lo que pudo haber pasado.

—Yo también me alegre —respondió, pero algo en su voz reflejaba confusión—. No sé qué pasó. Estaba conduciendo despacio... y de repente me choqué contra un camión. No lo vi venir.

—No pienses en eso ahora —le dije, apretando su mano con fuerza—. Lo importante es que estás aquí, que sigues con nosotros.

En ese momento, Fabián entró en la habitación. Su mirada recorrió rápidamente la figura de Steve, evaluando cada herida visible, antes de dirigirse a él.

— ¿Cómo estás hermano? —preguntó, su voz llena de preocupación genuina.

—Estoy bien —respondió Steve, forzando otra sonrisa—. Gracias por preocuparte.

Fabián ascendió, pero pude notar que estaba tan aliviado como yo. Aun así, una nube de preocupación seguía flotando en el aire, como si todavía no hubiéramos procesado completamente lo cerca que estuvo de ser mucho peor.

Observé a Steve, aún con vendas y tubos conectados a su brazo. Me sentí abrumada por todo lo que no se había dicho. No sabía si él entendía el terror que había sentido en las últimas horas, ni si yo misma entendía la magnitud del accidente. Solo sabía que, en ese momento, nada me parecía más valioso que verlo respirar.



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En el texto hay: #romance, #acción, # mafia

Editado: 09.10.2024

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