The Magic

CAPITULO III

En la camilla de un hospital, me rodeaban tres enfermeras limpiando mis heridas. ¿Dónde está Jhom? Preguntaba constantemente, pero nadie contestaba a mis suplicas de verlo. A la hora veo a mi madre desorientada, llorando y preguntando a todo el personal del servicio sanitario por mí.

—¿Estas bien? —me toca la frente y pasa ligeramente la mano por mi cabello como en antaño.

—Si mama, son solo magulladuras —le digo para que se tranquilice —estoy preguntando por mi amigo y nadie me dice nada ¿puedes hacerlo tú?

—Si cariño, no te preocupes. Todo saldrá bien.

A los minutos veo a mi padre llorando también. Se me partió el alma al verlo así.

Mi padre es un hombre duro y con carácter, solo lo vi llorar una vez.

—Hija, estaba de camino cuando me han llamado del hospital. ¿Ten encuentras bien?

—Si, no es nada papa —le abrazo.

—Jhom está bien, le están haciendo unas pruebas rutinarias por eso la tardanza —dice mi madre al regresar.

Nunca vi a mis padres tan unidos. Después de la separación todo era peleas continuas entre ellos y conmigo, pero ese día parecíamos una familia de verdad.

Suena el chirrido de una camilla en movimiento, al abrir la cortina veo a mi Jhom con los pies enyesados y sonriendo al pasar. Me levanto y voy hacia él.

—Esta todo bien —dice muy carismático.

—¿Qué pasa con tus pies? —le toco su yeso suavemente.

—He partido mis tobillos, una operación, reposo y las navidades aquí. Solo es eso.

—¿Solo es eso? No pensé que fuera para tanto. Lo siento.

—No lo sientas tanto. ¡Tendrás que cuidarme! —exclama divertido.

—Lo de Satur queda descartado, pero aquí también lo pasaremos bien. —le digo guiñándole el ojo.

 

En apenas segundos se quedó dormido, pues los calmantes que le habían puesto para el dolor estaban surtiendo efecto.

Suena el móvil de mi madre.

—Cariño es Leri, dice que donde está tu teléfono. Te está llamando. —se dirige mi madre hacia mí.

¡Mierda! Es verdad, ni me acordaba del teléfono ¿Dónde estará? Le pregunto a la enfermera y a los segundos me trae una bolsa transparente con las pertenencias que encontraron en el lugar del accidente. Mi móvil estaba muerto, no había por donde cogerlo.

—¡Amiga, amiga! ¿Cómo estás? —entra Leri como loca después de que la informara mi queridísima madre.

No vino sola, Derek la acompañaba. De vez en cuando se echaban unas miraditas muy curiosas. Supongo, que esa era la información que me ocultaba Leri. Y ¿Porque me lo querría esconder? Quizás por miedo a que no le saliera bien el asunto.

Ya en casa, me dirijo a mi habitación a descansar. Estaba tranquila porque había dejado a Jhom con sus padres. Mi padre se iba a quedar en casa y me parecía rarísimo, pero allí estaba mi madre preparándole el sillón cama. ¡Estos dos son bipolar! Pensé para mí misma.

Por la mañana, al llegar a la habitación de Jhom veo que no está en su cama. Mis sentidos se disparan un poco, pero a los minutos llega su madre y me tranquiliza al decirme que habían adelantado la operación.

Adolorido, pálido, pero siempre con una sonrisa. Él llega a aquel cuarto infernal con paredes blancas y rejas en las ventanas.

—¿Qué tal estas? —le digo con tono triste.

—Después de verte a ti mejor —junta sus labios y me tira un beso.

A los segundos se queda dormido, es totalmente normal. Los efectos de la anestesia siguen trabajando dentro de su cuerpo.

Su madre se dirige a mi y me da las gracias por estar pendiente de él, ¿cómo no iba a estarlo?

Regreso a casa y abro la puerta con sigilo por si mi padre aun dormía en el sillón.

Mi cara es un poema y no sé lo que le ocurrió a mi cuerpo, ¿Qué es esa sensación escalofriante? ¿Alegría? ¿Dudas?...

¡Mis padres se estaban besando y ni si quiera se habían percatado de mi llegada! Hago un ruidito raro con mi garganta, como cuando tienes mocos en el pecho.

—Hola cariño, hola —dice mi madre tartamudeando y sonrojada.

—Hola mama, tranquilos voy a mi cuarto. Cuando acaben me avisan —saque mi tono más sarcástico.

—Jana, siéntate con nosotros un momento —ordena mi padre.

—Ustedes dirán ­—acato sus órdenes.

—Mama y yo nos daremos una nueva oportunidad —sus ojos se clavaban con los míos.

No supe que responder, eran sus vidas no la mía, pero ¡a mí me iban a volver loca!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 




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