The Man |

Introducción

Alisó su blusa, mirando un momento al hombre que le daba la espalda en la oficina.

Parecía tan campante, aún cuando su ropa se encontraba deshecha, contra el suelo del lugar.

 

Intentó ponerse de pie para acercarse, pero nuevamente, el malestar estaba ahí, demasiado presente para ser la segunda vez. Corrió al baño, sin importar que estuviera bajo el escrutinio de su jefe, quien esperaba paciente en el umbral de la puerta, cruzado de brazos, con una expresión para nada favorable.

 

Volvió a dejar todo afuera, hasta que sintió que ya no iba a salir nada más, pasando el brazo por su frente para limpiar el sudor.

 

Tenía hambre y al mismo tiempo, no quería comer nada.

 

¿Qué rayos estaba pasando?

 

—¿Y eso qué fue? —Lo sintió detrás, acomodándose entre ella por segunda vez, aunque terminó por apartarse, negando en su lugar.

 

—Comí algo que me cayó mal. —Lo vio a través del espejo con sus manos echando hacia atrás su cabello, luego de lavar su boca —. Debo ir al escritorio. Seguro que han estado llamando. —El hombre la giró, basándola en cuanto lo sustuvo, subiéndola para engancharla a su cintura antes de cerrar el momento una vez más.

 

Con la ropa completamente lista, regresó a su sitio, comenzando con su respectivo trabajo, sumergiéndose en él tanto como pudo.

 

En la hora del almuerzo, lo vio junto a ella. Su prometida.

 

Llevó una cucharada de comida a la boca, negando un momento.

 

¿Por qué parecía tan difícil alejarse de alguien así? Iba a casarse. Iba a formar una familia, se iría con ella a Roma, París o cualquier otro lugar a donde nunca había ido.

Estaba estancándose en solo momentos de gozo, donde podía sentirlo, tocarlo, besarlo, pero nunca podría tenerlo.

 

No en ese momento.

 

Y tal vez nunca.

 

Exhaló por enésima vez, con su mirada conectada a la suya, tomando la decisión de irse.

La suerte de todo esto era que el plazo estaba terminando. La respuesta que necesitaba de su parte nunca la obtendría, jamás podía confiarse de falsas promesas, mucho menos de alguien que se casaba con cualquier mujer adinerada unas tres veces al año.

Sí, tenía más mujeres que ropa interior en esa oficina.


Arriba, terminó su trabajo como pudo.

 

Después de terminar en la cafetería, subió con su futura esposa a su oficina y de ahí no habían salido desde hacía un buen rato. Podía escucharlos aún con la puerta cerrada, sabiendo que la mujer parecía disfrutarlo mucho más que ella.

 

Y es que se sentía demasiado sucia, incompleta, una completa prostituta en comparación con lo que creía ser antes de sucumbir a los deseos. 

 

—Regresa pronto, amor. —Escuchó, mirando de reojo que besaba sus labios en el umbral de la puerta.

Al fin terminaba.

Estaba sudado. Sin camisa.

Y ella despeinada. Con el labial corrido.

Siendo todo lo que nunca sería y por supuesto, lo que tampoco querría.

El sonido de los tacones avanzando la hizo mantener la mirada contra el computador, exhalando en cuanto no la oyó un segundo más.

—¿Segunda ronda? —Su voz inundó la estancia.

Ana negó.

—Hoy llegan los resultados de los análisis médicos del personal, incluyendo el tuyo. —Lo vio, notando que fruncía el ceño —. Soy alérgica a los desastres de otras.

—¿Te molesta que me acueste con mi prometida?

—No. —Murmuró, encogiendo sus hombros —. Me molesta que lo hagas en el mismo lugar donde pasa conmigo.

—¡Es una oficina! —Indicó, despreocupado, caminando hacia ella —. Créeme, he puesto a muchas antes que tú, solo que ellas nunca me han dado lo que tú me das. —Besó su hombro, subiendo a su cuello al llegar.

—La misma frase, para todas tus mujeres. —Se zafó —. Pero no pienso...

La alerta de mensajería la hizo callar, viendo que se alejaba ante el rechazo, entrando en su despacho, cerrando con fuerza tras de sí.

Revisó los informes médicos con cautela, dejando salir un suspiro al ver sus resultados. No tenía una enfermedad, pero sí tenía que dejar de ser tan promiscuo.

Bajando, miró el suyo, bajando a la última parte, con el corazón hecho añicos en un instante.

Tenía que ser una broma.

Una vil y mal dicha broma.




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