The Mirror Room: Reflexiones sobre la Identidad

El Cambio Sucede. ¿Pero Puedes Elegirlo?

Parte I – Entendiendo la identidad (Conclusión)

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Como mencioné en el texto anterior,
Rimbaud dijo:
“Yo es otro.”
Yo diría, por mi parte, que el “yo” es plural.
Y quizá la identidad no consista en elegir entre todas esas versiones, sino en recibirlas a todas como verdades simultáneas.

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Y es ahí donde las palabras de Jim Rohn adquieren un nuevo sentido:
“Si quieres que las cosas cambien, tienes que cambiar tú.”
Él hablaba de un cambio deliberado, consciente—casi estratégico. Pero en mi caso, el cambio muchas veces me sucedió. Llegó sin ser invitado, sin plan previo.

Cambié cuando quise agradar, cuando quise triunfar, cuando quise estar a la altura de las expectativas de mi familia.

En cada etapa, sin darme cuenta, ajusté algo dentro de mí—una forma de ser, de pensar, un gesto—para convertirme en la persona que la situación parecía exigir.

No fue un plan. Fue una reacción. Y quizá esa sea la parte más inquietante: a menudo nos convertimos en lo que necesitamos ser sin siquiera notarlo.

Es un proceso constante—sutil, pero intensamente activo.

Y sin embargo, hacerse consciente de ese mecanismo puede cambiarlo todo. No para controlarlo por completo, sino al menos para guiar con mayor claridad la próxima versión de nosotros mismos.

Y tal vez ese sea el verdadero paradoja de cómo evolucionamos: es íntimo, silencioso, a veces involuntario, pero siempre visible—para otros, a su manera.

Los múltiples reflejos que dejamos atrás

La gente suele tener opiniones distintas sobre nosotros. La misma persona, vista de maneras diversas, a veces incluso contradictorias.

Casi siempre depende del contexto, del entorno, del instante.

En lo personal, nunca rechazo lo que otros dicen de mí. Si alguien me llama arrogante, pienso que probablemente tenga razón. Ya sea que me llamen respetuoso o grosero, paciente o impulsivo, inteligente o ingenuo, generoso o distante—da igual.

Acepto todas esas percepciones como verdades, aunque en el fondo no siempre me sienta como la persona que describen.

¿Por qué? Porque supongo que quizá me conocieron en un momento en que realmente fui justo como me vieron.

Aunque haya sido solo un instante fugaz, un fragmento de mí—sigue siendo real.

Por eso siempre intento acercarme a las personas sin ideas preconcebidas. Lo que me interesa es la versión de ellas que yo mismo percibo—en sus acciones, en sus silencios, en su mirada.

No importa lo que otros hayan dicho de ellos. Y me gusta creer que se me concede la misma oportunidad: la de ser visto por lo que soy aquí y ahora, no por lo que fui ayer.

Elegir en quién nos convertimos

Si el “yo” es plural, nos toca decidir qué versión queremos nutrir.

Hay días en los que todavía me siento como una oruga—hambrienta de aprender, torpe, a medio camino de la transformación.

Otras veces me siento como una semilla que crece a ciegas en una tierra que no termino de comprender.

Y a veces creo ser una mariposa—por un instante—hasta que una ráfaga de viento me recuerda lo frágil que puede ser el vuelo.

Pero hoy sé al menos esto:
esas versiones de mí no son errores.
Son estados.
Fragmentos de un mismo camino.

Y está en mí—en todos nosotros—elegir cuáles de esas versiones queremos cultivar y cuáles dejar desvanecerse. No para borrar el pasado, sino para refinar lo que estamos llegando a ser.

Porque la identidad no es una respuesta fija.
Es un sistema vivo que vamos construyendo dentro de nosotros, día tras día.
Está hecho de valores, recuerdos, emociones, instintos y vacilaciones.

Alimentamos ese sistema—muchas veces sin darnos cuenta—y es lo que termina guiándonos: en nuestras decisiones, nuestros comportamientos, nuestros sueños.

Comprender esto quizá sea ya el primer paso para dirigir el camino con más conciencia.

¿Hacia qué? ¿Hacia quién? ¿Hacia cuál de nuestras versiones?

Esa quizá sea la pregunta de mañana.

Pero hoy, aquí y ahora—¿quién soy, con lo que sé, lo que siento y lo que elijo llegar a ser?

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Gracias por acompañarme en este siguiente paso en el viaje de comprender la identidad.

No sé en qué punto de tu propio camino te encuentras, pero si algo en esta reflexión despertó algo en ti, aquí tienes algunas preguntas que puedes llevar contigo:

  • ¿En quién te has convertido en respuesta a los demás, sin darte cuenta?

  • ¿Qué versión de ti han visto otros que te resultó extraña, pero que aún podría contener algo de verdad?

  • ¿Qué parte de ti, hoy, se siente más viva —y es una versión que eliges cultivar?

No hay presión para responder.
Es solo una invitación a hacer una pausa y darte un momento para notar dónde estás en tu proceso de llegar a ser.

Nos vemos la próxima semana para la primera parte de Las trampas de la identidad.

***

Si llegaste hasta aquí, me encantaría saber de ti.
Cuéntame en los comentarios qué piensas sobre esta parte de comprender la identidad.
¿Qué fue lo que más te llamó la atención?
Me encantaría leerte y conocer tu perspectiva. 💬😊




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