The moon and the stars

Capítulo 4

Al paso de los días, Remus comenzó a notar algo distinto en la manera en la que sus amigos más cercanos, especialmente James y Sirius, lo trataban. Se sentía constantemente observado, como si ambos estuvieran pendientes de cada movimiento que hacía, como si no quisieran dejarlo solo ni un momento. Y aunque en un principio le resultaba algo confuso, pronto empezó a captar el trasfondo, era como si James y Sirius intentaran compensarlo por su reciente falta de atención. Había algo casi insistente en su presencia, un intento por estar siempre ahí, recordándole que, a pesar de los altibajos, ellos eran sus amigos incondicionales, su familia.

Cada vez que Remus lograba escabullirse a la biblioteca para pasar un rato tranquilo o estudiar con Regulus, uno de ellos siempre terminaba apareciendo. A veces solo era Sirius, que llegaba con cualquier excusa, o ambos, sentándose a su lado y distrayéndolo entre bromas o largas conversaciones. Y entonces, sin previo aviso, traían a colación el tema de su piercing. Como si fuera una broma privada, Sirius y James insistían en que se lo mostrara. Remus, sonrojado pero firme, siempre se negaba con una sonrisa incómoda, intentando no dejarse afectar por sus miradas curiosas y llenas de picardía.

Pero no todo el tiempo estaba bajo la atenta mirada de sus compañeros de Gryffindor. A veces conseguía escabullirse y pasar momentos más relajados con Barty y Evan. Aunque nada había vuelto a suceder entre ellos, la compañía de ambos se sentía refrescante, diferente. Podía dejar de lado las tensiones y simplemente disfrutar de la conversación sin preocuparse de ser interrumpido. Con ellos, Remus encontraba una especie de alivio y comodidad que le resultaba sorprendente, una pausa en medio de la intensidad de su vida habitual en Gryffindor.

Y así, los días pasaron entre encuentros en la biblioteca, conversaciones en los pasillos y una inusual vigilancia de James y Sirius que parecía no tener fin. Hasta que, una tarde tranquila, todos los Gryffindors se reunieron en su sala común, estaban las chicas y los merodeadores, todos sentados en su puesto habitual junto a la chimenea. El ambiente era cálido, relajado. Estaban esparcidos en los sofás, en el suelo o apoyados en los sillones, cada uno con una taza de té o una bebida en las manos mientras charlaban animadamente.

—¿Y entonces? —rió Marlene, lanzándole una mirada divertida a Lily—, ¿qué pasó con el Hufflepuff de tercero que te estuvo mirando toda la semana? ¿Lograste que por fin se atreviera a hablarte?

Lily soltó una risa despreocupada y negó con la cabeza.

—Lo único que pasó fue que huyó en cuanto me acerqué a pedirle el libro que necesitaba. Creo que le doy más miedo de lo que pensaba.

Todos rieron ante la confesión, y Mary intervino, echándose hacia adelante para susurrar en tono cómplice.

—Bueno, Lily, quizás intimidarlo un poco no es tan malo, así se queda cerca y lo tienes bajo control.

James soltó una carcajada, relajándose en su asiento mientras fingía ofenderse.

—¿Qué? ¿Y desde cuándo los Hufflepuffs necesitan "control"? Lily aquí es la que intimida a cualquiera.

Lily le dio un ligero empujón, rodando los ojos, aunque claramente divertida.

—Oh, cállate, Potter, que si de intimidación hablamos, tú eres el que persigue a los jugadores de Quidditch como si fueran a huir.

La conversación continuó en tono relajado, y como siempre, algún comentario terminó llevando la charla al año anterior, cuando James aún estaba convencido de que algún día conquistaría a Lily. Mary, con una sonrisa traviesa, fue la primera en mencionar la situación.

—¿Recuerdan cuando James no dejaba de seguir a Lily por todo el castillo? —dijo, echando una mirada divertida a Lily—. Pobrecillo, estabas como un cachorro perdido detrás de ella.

James se llevó una mano a la frente, riéndose y negando con la cabeza.

—¿De verdad tenemos que hablar de eso? Fue hace años, y quiero aclarar que no fue tan intenso como lo recuerdan.

Lily soltó una risa suave, divertida al recordar esa época.

—Oh, no fue intenso, claro, por eso estabas casi en cada esquina cuando me giraba. Prácticamente aparecías hasta cuando iba a la biblioteca en el tiempo libre.

Remus y Sirius intercambiaron miradas cómplices. Aquello era una de sus historias favoritas y, por supuesto, no podían resistirse a retomar las bromas de entonces.

—Creo que lo mejor de todo fue cuando por fin decidieron intentarlo, ¿no? —dijo Remus, intentando ocultar una sonrisa—. Aún recuerdo que no pasó ni una semana cuando James empezó a quejarse de que "algo no estaba funcionando".

James dejó escapar una carcajada, resignado.

—Sí, bueno, eso tampoco fue mi culpa. Lily y yo nos dimos cuenta de que... simplemente no era lo que pensábamos. Creo que llevábamos tanto tiempo peleando que, cuando finalmente intentamos estar juntos, nos dimos cuenta de que teníamos más química como rivales.

—Más bien como mejores amigos —lo corrigió Lily, dándole una palmada en el brazo con cariño—. Fue divertido mientras duró, pero admito que duramos menos de lo que pensábamos. En cuanto intentamos una cita seria, todo se volvió... extraño.

Sirius soltó una risa burlona.

—Y, claro, como los buenos amigos que somos, Remus y yo no perdimos oportunidad de recordarle a James lo “romántico” que había sido ese intento fallido.

Remus asintió, fingiendo solemnidad.

—¿Cómo olvidarlo? Hasta nos preparamos para darle consejos, pero resulta que en menos de un mes ya estaban volviendo a pelear.

James sacudió la cabeza, entre risas, mientras Lily también reía. Todos recordaban las interminables discusiones entre ellos, sus intercambios sarcásticos y los momentos en que parecía que eran polos opuestos, solo para que, finalmente, comprendieran que su amistad era mucho más sólida y duradera que cualquier intento de romance.

Las risas continuaron, y entre comentarios y anécdotas, el ambiente se volvió aún más relajado. Marlene, que había estado observando la escena con una sonrisa, se unió a la conversación.




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