The Moonwitch

CAPÍTULO XI DOS CAMINOS

El elfo permanece de rodillas frente a mí, no veo alguna daga, espada, flecha o cualquier objeto con el que pueda atacarme desde esa distancia. Allard no deja de mirarme, de negar con la cabeza, no confía en él, y tampoco lo hago yo. -¿Qué es lo que quieres de mí?- se levanta, deja las manos a sus costados cuando nota mi incomodidad al mantenerlas al frente o detrás.

-Mi aldea, ha sido atacada por brujos oscuros, han tomado a nuestras familias, han violado, asesinado a nuestros niños y mujeres, y continúan haciéndolo con cada día que pasa, con la orden de traer con vida a la bruja de la luna que posee la página faltante del libro oscuro-.

-¿Por qué la quieren a ella si lo único que necesitan es esa página?- inquiere Allard.

-Porque el sacrifico que los brujos oscuros desean realizar necesita del sacrificio del brujo que protege el libro oscuro-.

-No soy yo quien lo protege, su verdadero protector murió en Harld-.

-Lo era, cuando su protector murió al ser tú la bruja que poseía una parte del libro, te has convertido en la protectora del libro oscuro, por lo tanto, en la pieza fundamental de su hechizo- bien hecho Hope, ahora eres el banquete principal de los brujos oscuros, ya no es solo la página, ahora eres tú.

-¿Cómo esperas que confiemos en un elfo oscuro?-.

-Nosotros no somos oscuros, tu linaje es quien determinó que nos llamaran así brujo del sol, no hacemos daño a nadie, al menos no todos nosotros. Nos cazan por el color de nuestros ojos y exponen las cabezas de los nuestros en la punta de sus lanzas, mientras son alabados por haber acabado con la vida de una bestia, una bestia a la que su familia le espera en Winsberg- tenemos tanto en común que duele el saberlo, no es justa una vida como esa, vivir escondidos, ser cazados por creernos malditos.

El hecho de pasear las cabezas de nuestros linajes por ser lo que somos parece darles tanto orgullo que el recordarlo me provoca un vuelco en el estómago, una de las razones por las que he odiado tanto a los brujos del sol, se glorifican con muertes de inocentes, justo como lo hizo el rey de Brayton, el padre de Damon, el brujo al cual he dicho mis sentimientos, correspondiendo a los suyos. Un brujo del sol.

-"¡Órtemis!"- el elfo es lanzado contra el tronco de un enorme pino. Damon se acerca de inmediato en su caballo, baja de un salto y coloca sus manos sobre mis hombros, mira de arriba abajo como si buscase algo con desesperación. -¿Estás bien? ¿Te ha hecho daño?- él no es como los demás brujos del sol, tampoco Allard o Bronson, son diferentes, lo sé, lo puedo jurar.

No es como su padre.

-Todo estaba controlado ¿Qué demonios han hecho?- Damon mira a Allard con vehemencia. -Y por si es que a alguno de ustedes les importa estoy bastante bien, nada me ha pasado-.

-Porque Hope debió protegerte- agrega su hermano.

-Eso no... bueno, sí lo hizo, pero estuve a punto de hacerlo yo mismo-.

-Claro que sí Allard, ahora ya cierra la boca-.

-Hope, mírame- lo hago, pero mi mente ahora se mantiene pensando en aquellas palabras, me necesitan para su sacrificio, se suponía iría a salvar a aquellos brujos destinados a un sacrificio que pretendía impedir, pero ahora he formado parte de aquello que acabará con la vida de cien brujos y después con miles y miles más. Ahora entiendo todo, porqué ellos querían llevarme, porqué me llamaron "la llave". -¡Allard!-.

-Tenemos un problema-.

Me acerco al elfo que permanece inconsciente sobre la fría nieve. Miro a donde los demás, parece que Allard les pone al tanto del sacrificio en el que estoy incluida. Lo veo y entonces me veo a mí misma, ambos acostumbrados a escondernos de los brujos del sol, dispuestos a hacer lo que sea por los que amamos, creciendo con la idea de que quizás sí somos los malos, porque entonces ¿Por qué alguien querría hacernos daño cuando no hemos hecho nada malo? "Quizás les dañamos de alguna manera que no entiendo", era lo que solía pensar cuando Thomas enfermaba y tenía que pasar el rato sola. -Tenemos que irnos- Damon toma mi mano, pero no avanzo con él, niega la cabeza y tuerce los labios. -¿Qué haces? Debemos irnos-.

-No puedo hacerlo, es un elfo bueno-.

-¿Enserio? ¿Y cómo lo has determinado? ¿Porque se puso de rodillas y te contó una historia?- me suelto de su agarre de inmediato. -Es un elfo oscuro, entiéndelo- ¿Lo es? ¿Diferente a su padre? Quizás solo está asustado de estar en medio del bosque, tan cerca del bosque oscuro, con un elfo al que cree pueda hacernos daño, a que estén siguiéndonos, recuerdo su mirada en Karp, cuando se acercaba para liberarme de la hoguera, como latía su corazón, como sus manos se aferraban a mí, no puedo permitirme desconfiar de él, no ahora, no hoy.

-Yo soy una bruja oscura-.

-Tú no eres... por favor, tenemos que irnos, si uno de ellos está tan cerca significa que hay más, ahora tenemos desventaja porque el sol sigue oculto, además no te has recuperado-.

-Los brujos oscuros han atacado Winsberg, matan a sus familias con cada día que no me llevan con ellos- deja de mirar por un momento y se aleja con la intención de tomar un poco de aire, de alejarse de lo que sea que pueda decirme.

-¿Estás consciente de lo que dices? No voy a permitir que te entregues para salvarlos a ellos ni a nadie ¿Comprendes? Antes que eso pase preferiría que el mundo ardiese, así que deja de pensar en entregarte porque no voy a permitirlo, salvaremos a los brujos de nuestros linajes, a los elfos y cualquier criatura inocente en esto, lo prometo, pero debes confiar en mí, en que lo haremos, juntos- asiento con la cabeza.




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