The Ocean Warrior

Capítulo tres: Bienvenidos a Aquarion segundo.

A millones de años luz de la tierra, en donde las estrellas escasean y la vida es un misterio en tantos planetas cercanos, hay una pequeña probabilidad divisar una extraña coincidencia. Tres planetas en perfecta sincronía, curiosamente con la misma distancia uno de otro. El primero de ellos resplandece como el sol, dorado como el oro, mantiene un aura electrizante; el segundo, oscuro como el espacio, con niebla alrededores de su propio eje, expresa un aura atemorizante para los forasteros, y por último, pero no menos importante, el tercer planeta, en su mayoría celestino, demuestra a simple vista la gran cantidad de cuerpos de agua dentro de él, es el mundo más vivo entre los tres, girando sobre su propio eje, simulando ser el mismísimo planeta Tierra, aquel cuerpo gravitacional se llama: Aquarion.

Un gran rayo de luz apareció en medio de esos tres planetas, dirigiéndose casi instantáneo a Aquarion, donde cinco individuos aterrizaron ligeros como pluma, a pesar de la velocidad a la que fueron trasladados.

—Listo—habló un hombre pez, alejándose del aparato tecnológico que los trajo hacia allá.

El hombre poseía aspectos similares a una merluza; sus escamas platinadas y su enorme boca lo hacían ver gracioso ante los demás, sin contar su altura de 1.65, algo enano para los habitantes del planeta. Él cruzó sus brazos obsesos, esperando con impaciencia.

—¿Y bien? —preguntó, más impaciente que antes.

—Ahora estamos ocupados, hablaremos de eso después, Daybe. —Mirrows comenzó a recitar un pequeño hechizo entre susurros.

—¿Le hiciste el favor y no te va a pagar? Reverendo pedazo de slurp. —renegó otro hombre a las cercanías, su aspecto era idéntico al de Daybe, exceptuando por sus escamas verdosas y mucha más obesidad por una vida de sustancias.

—Hablaremos después—mencionó Koiné, sin intenciones de ocultar su amenazante expresión— ¿Entendieron?

—Como sea, ya lárguense—aceptó Daybe, ignorando el semblante de Koiné.

—Wasinchikman qispichiyta apachiy—los susurros de la medusa lograron elevar sus cabellos, mientras cerraba sus ojos.

Los dos peces no se veían impresionados por los susurros de su compañero, Koiné solo esperó desesperado a que se acabara el discurso

—Kuyuy—al decirlo en voz alta y abrir los ojos, los cinco individuos fueron teletransportados.

—Hey, ¿te diste cuenta que llevaban tres cadáveres? —preguntó el hombre hacia su hermano—. Uno de ellos parecía de Magnus, el conquistador.

—¿Qué? Deja de hablar estupideces y ayúdame, Waybe. El amacerado de algas te está comiendo el cerebro—renegó Daybe, sínico al respecto.

Los cuatro individuos y el cadáver se teletransportaron al sector D; un lugar desolado, lleno de carpas e instrumentos médicos tirados en el suelo. Por la suciedad del lugar, era claro que nadie había usado esas instalaciones correctamente en un largo tiempo.

—Sí que tardas con tus hechizos—Koiné sostuvo los dos cuerpos humanos, ingresando a una de las carpas.

—A veces hay que lanzarle una oración a los Dioses, nunca lo entenderás—se defendió Mirrows, siguiendo por detrás a su amigo.

El tiburón dejó a los dos adolescentes tirados en camillas, antes de dirigirse hacia una esquina para sentarse y descansar.

—No te pongas cómodo, tú también necesitas curac- ugh… —el mago cayó de rodillas al suelo, sosteniendo su lado derecho inferior de su estómago.

—¿Otra vez? —Koiné no se veía preocupado al respecto.

—Tel-teletransportar a tantas personas es…complicado. —él soltó un suspiro, reincorporándose con lentitud.

El guerrero cruzó sus dos brazos superiores, cerrando sus ojos para descansar, mientras que, su compañero empezó a curar a los humanos con lo que había en la carpa.

Primero, recogió unas botellas con una extraña jalea verde que frotó sobre las heridas visibles del elegido y después de recitar un pequeño hechizo…

—Hanpi—tras susurrar aquello, la jalea empezó a brillar.

La masa viscosa recorría toda la cabeza de Max en busca de sus heridas, era una melaza que al contacto con la magia de curación lograba ser una independiente sanadora.

Después, se dirigió hacia Brown, lo revisó y se percató que yacía de daño alguno.

—Sobrevivirá—la medusa se acercó hacia su compañero—. Ven.

—Déjalo así, no es grave—el tiburón se rehusó, fingiendo que volvió a dormir.

—Eres insoportable—se quejó, abriendo otra botella para lanzarle en la cabeza el líquido a su amigo.

Koiné suspiró al sentir el ungüento medicinal, intentando quedarse dormido.

—Hanpi. —dijo Mirrows en voz alta.

El ungüento comenzó a brillar, recorriendo toda la cabeza del guerrero en búsqueda de heridas para curarle, la sensación de hormigueo no le dejaría dormir y eso lo malhumoró. Mientras que su compañero volvió a caer de rodillas, retorciéndose de dolor en el suelo.

—Slurps—renegó entre susurros, sosteniendo con fuerza su parte inferior derecha del estómago.

Un leve sonido de una rama quebrandose hizo que Koiné se levantara de golpe, desenfundando una de sus espadas en posición defensiva.

—No estoy de humor, te conviene retirarte—amenazó el guerrero, avanzando lentamente hacia la entrada de la carpa.

—E-espera. —tartamudeó su compañero, aún sin levantarse por el dolor.

—¿Y ustedes qué hacen aquí de nuevo? ¿No pueden dejar de ocasionar problemas? —Un anciano entró a la carpa sin importarle el peligro.

El viejo medía 2.89 metros de alto, con tres fornidos brazos, dos superiores y uno inferior, acompañado de un rostro antipático. Su cuerpo estaba tatuado con múltiples cicatrices, con escamas grisáceas y una gigantesca similitud a un celacanto. Su imponente delantera lograba disimular sus maltratadas piernas.

—¿V-viejo Orión? ¿Qué haces aquí? —preguntó Mirrows, sentándose con calma en el suelo.

—Nunca sales de tu montaña, ¿Qué quieres por aquí? —agregó su compañero, guardando su espada.

—Vine a buscar unas hierbas—el anciano se acercó hacia los estantes—¿Y ustedes qué hacen aquí?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.