La esperanza no es algo que se gana, mucho menos se compra, es el valor que uno tiene de otorgar una nueva oportunidad a la gente, la fe de que hay algo más allá de los problemas, la promesa segura de que todo estará bien sin importar el mal que venga. De caso contrario, se le llamaría decepción, el arte de no cumplir las expectativas, de no seguir las reglas, de omitir la responsabilidad con una persona. Los héroes solo pueden transmitir una de esas emociones al público; puedes ser quien les dé esperanza de un mañana mejor o ser quien reciba el rechazo y decepción por no llenar los zapatos que ellos te ofrecieron; al ser la segunda, solo te espera una época de discordia e intranquilidad en el camino del salvador.
— No, no puedo ser el elegido, lo lamento.
Ante su rechazo, los murmullos del pueblo no se hicieron esperar, todos, inclusive quienes le apoyaban, hablaban entre ellos preocupados por el futuro de su pueblo y aún más importante, su seguridad.
La decepción se reflejó en el rostro del mago, quien bajó la mirada con arrepentimiento. El tiempo perdido no se lo devolvería nadie, pero en esos momentos, solo le gobernaba la preocupación de lo que le pasaría al humano.
—Eso es todo lo que quería oír. —un soldado apareció entre el público, acercándose al humano.
El sonido de su voz fue suficiente para que la multitud se abriera y le diera pase. Aquel guerrero llevaba una armadura de hierro con líneas rojas y la funda de su espada pegada en su muslo izquierdo.
—¿Markfish? Tú no deberías estar aquí—. Mirrows se acercó a él.
Markfish se quitó el casco al ver que el mago impedía su paso, mostrando su rostro lleno de cicatrices, con las escamas de tonalidades marrones, era lo más parecido a una Remora.
—Son órdenes del rey.
—Warthur no tiene voz, ni voto en nuestra sociedad, tú tampoco. ¡Es mejor que te retires!
El soldado ignoró por completo a la medusa, pasando por su lado como si nada. El contrario le sostuvo fuertemente el brazo.
—No me obligues a hacerlo, por favor—pidió con enojo, sosteniendo más fuerte su extremidad.
—Alguna vez fuiste el más fuerte, Mirrows; énfasis en “fuiste”. No me obligues a matarte, el rey no me lo perdonaría.
—Lo siento, no voy a dejarte i-
Antes de que siguiera hablando, el soldado desenfundó apenas su espada, él hizo un movimiento tan rápido que el mago no lo percibió.
Mirrows cayó al suelo al sentir una cortadura por todo su pecho, recitando rápidamente un hechizo entre susurros.
—¡Mirrows! — Zareish se acercó a atenderlo.
—Que nadie más se acerque—advirtió, desenfundando completamente su espada—. Esto no les incumbe, desdichados.
—¿Y qué harás? ¿En serio crees que nos dejaremos vencer? —preguntó Brown, sintiendo sus piernas temblando.
—Espero que no, sería aburrido—el soldado se acercó a paso rápido—. Serán encerrados y próximamente ejecutados por órdenes del Gran Warthur.
—¿Solo por rechazar el puesto del elegido nos meterás a una prisión? Estupideces—el castaño sonrió confiado—. Mi mejor amigo te hará mierda antes que llegues a arrestarnos.
—¿Ah sí? Veamos…
— ¡Ya verás! Max, haz lo tuyo—Brown sonrió confiado, dándose vuelta incomodo al no escuchar respuesta de él—¿Max?
El pecoso temblaba fuertemente por el aura que desprendía el soldado, Brown no podía verlo, pero Max sí. Gracias al amuleto, podía sentir el aura de los demás y para él, Markfish era alguien atemorizante.
—Esto será rápido—avisó amable el soldado, antes de acercarse a golpearlos.
—Me lleva el caraj-
Minutos después, los dos humanos fueron lanzados con agresividad en lo más profundo de un calabozo, dejándolos encerrados entre humedad, suciedad y una escaza fuente de luz.
—Tenías que abrir la bocota…—renegó Max tirado en el suelo.
—A la próxima funcionará…te lo juro.
—Ugh…me duele todo—se quejó el pecoso, levantándose lentamente.
—Viejo, confié en ti. ¿por qué no usaste tu cosa mágica? Nos hubiera servido—el castaño se sentó en el suelo.
—No puedo explicarlo, pero hubiera perdido. Luego hablaremos de eso—avisó, suspirando al no querer admitir que también tuvo miedo de pelear.
—¿Y ahora qué haremos?
— No lo sé, hermano…¿esperar? —Max se encogió de hombros.
—Pff, me duele tod- ¿¡Qué fue eso!?
Una fuerte toz seca se escuchaba al frente, donde la escasa luz no revelaba quien era. El sonido era horrible, la sangre atorándose en una garganta, donde forcejaba entre tos para liberarla de un escupitajo.
Los adolescentes vieron hacia el frente y algo los dejó paralizados. Ellos podían escuchar latir un corazón, las pulsaciones eran leves, lentas, poco ritmo cardiaco; cada segundo viendo la oscuridad que tenían tras pasar las rejas les proporcionaba una sensación inquieta, era paranormal.
Con el pasar de los segundos sintieron sus corazones latir más rápido, sus extremidades quedaron débiles, temblando como gelatina, su respiración empezó a agitarse y su cerebro enviaba señales de alerta a todo su cuerpo.
Deseaban dejar de mirar al frente, pero no podían. Querían hablar y su boca no funcionaba, sentían que había algo ahí, algo grande, algo mucho más aterrado que todo lo que habían visto hoy y ese alguien les estaba provocando todo eso con su mera presencia, desgraciadamente, no se equivocaban.
Max cayó de rodillas al suelo, sintiendo como sus pulmones se cerraban, escaseando el aire entraba por sus fosas nasales, Brown ya tenía miedo, aunque con el elegido era peor, él agradecía que su mejor amigo no pudiera ver lo que él estaba viendo.
Era un aura aterradora, un reflejo totalmente oscuro que extrañamente se divisaba entre las rejas, eran como tentáculos, tentáculos hambrientos que superaban cualquier ley de la física, que se alimentaban de su miedo y deseaban devorarlos. Si hubiera luz, él sabe que seguiría viendo oscuridad, oscuridad absoluta; la desesperación en persona, la desesperanza, el fin estaba al frente y lo percibía claramente.
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Editado: 22.06.2025