El padre tiempo es un ser complicado, ama ver el futuro, procrastina deseando vivir en la posteridad sin saber que eso deshace las posibilidades en el presente. Es un viejo amargado, olvidadizo, indeciso de plantar las semillas hoy para comer fruta mañana. Ignorante de su pasado, carece de sentimientos, escasea en sabiduría y no existe en la nostalgia. Sin embargo, el padre tiempo goza de curiosidad y en su extensa hambre de conocimiento, le pareció buena idea ver el pasado del antecesor de su más grande héroe.
Hace mucho, mucho tiempo atrás, existía una época saciada de felicidad, amor y amabilidad, alimentando la vida de un parque con el nombre de su más brillante playa: “Pearl”, donde niños jugaban alegres con sus padres, adolescentes expresaban su amor y los ancianos veían pasar los días con nostalgia.
Entre tanta gente feliz, un pequeño niño corría entre risas por el césped, esquivando hábilmente a quien resultaría ser su madre, una mujer morena, llena de alegría y ausente en fortaleza.
—¡A que no me atrapas! —habló el infante, corriendo de un lado para otro.
—Ah, ¿sí? ¡A que tú no me atrapas a mí! —respondió la mujer al tocar el hombro de su hijo.
Ella comenzó a correr por el césped, escapando de su pequeño, quien le perseguía entre risas.
—¡Ven aquí, mamá! No te vas a escapar—el niño rio, acercándose cada vez más a ella.
Su madre volteó para burlarse, pero algo pasó, sus pies chocaron entre sí y cayó al suelo, rodando un metro antes de caer boca arriba.
—¡Mam-!—los gritos del trigueño cesaron al chocar contra sus pies, rodando y cayendo al lado de su mamá.
La fémina volteó a verlo y él hizo lo mismo, echándose—literalmente— a reír por la escena. Se abrazaron entre carcajadas, intentando relajarse después de un largo día de juegos.
No obstante, la felicidad no goza de eternidad. La mayor comenzó a toser entre risas, deteniendo su alegría; la tos cada vez era más intensa, escuchándose agresivamente por su alrededor.
El pequeño paró de reír al ver a su madre, veía atento como ella batallaba contra su propio cuerpo por recuperar la respiración. Sus preocupados ojos analizaban con atención la expresión temerosa de su madre, quien perjudicaba cada vez más a su garganta.
—¿Mami? Mami, ¿estás bien?
La mujer hizo una seña con su mano, comunicándole que estaba bien por más que tosía de manera agresiva.
No era la primera vez que pasaba, pero el niño no dejó de preocuparse. Se acercó hacia su madre, recostándose a su lado y abrazándole con miedo. Su costumbre a ese tipo de situaciones no era una virtud que le ayudara a no temer, sin embargo, ya no hacía un escándalo como la primera vez que sucedió.
Su madre soltó una tos más fuerte y se calmó, su puño—donde ella tosió—se manchó de sangre que le ocultó a su hijo.
El silencio gobernó el parque, ella recuperaba la respiración poco a poco y su pequeño esperaba paciente a que su madre hablara.
—No le vayas a decir a papá, ¿está bien, amor? Ya estoy bien.
—No le diría a papá, a él no le importamos—confesó el niño, sosteniendo el brazo de ella con sus dos manos.
—¿Qué? No, no, no. Eso no se dice, Maxi. A papá le importamos mucho.
—¿Y si le importamos por qué no está aquí?
—Porque él está trabajando por darnos un futuro mejor, amor—suspiró—tú lo entiendes, ¿verdad, Maxi?
—Sí, mamá—Max desvió la mirada.
El tono de voz que lanzó su hijo le disgustó, suspirando otra vez al entender que no estaba convencido.
—Maxwell, cuando papá llegue hoy, vas a pedirle que vayan al parque en su día libre, ¿sí?
—¿Qué? No, yo no quiero pasar tiempo con él.
—Amor, debes pasar tiempo con tu padre.
—Nop—se negó el niño, sacándole la lengua.
—Maxwell, no me gustan esos gestos.
—No lo haré, no quiero pasar tiempo con él, él no nos quiere.
—Mi amor, él te quiere más que a nada en el mundo—Ella se acercó a abrazarlo—. Tal vez no lo recuerdes, pero cuando eras un bebé, papá te tenía por todos lados, te llevaba cargando a todo sitio, todos los del pueblo te conocían por él y te presentaba con orgullo, eso demuestra cuanto te ama.
—No te creo, eso es mentira.
La mujer volvió a suspirar, acariciando el cabello de su hijo con lentitud.
—Corazón, debes darle una oportunidad…nosotros no somos eternos.
—¿qué? —el niño se mostró perturbado ante el comentario
—Algún día moriremos, hasta entonces, te estamos dando lo mejor que podemos.
—¿mamá? ¿por qué hablas así?
El escenario comenzó a distorsionarse, los girasoles que adornaban diversas partes del parque se marchitaron rápidamente, cada árbol caía desprendido a un césped grisáceo y seco, la luz del sol se tornó rojiza, denotando manchas de sangre por todo el cielo.
—Algún día te faltaremos y te arrepentirás…
—N-no, este sueño de nuevo no.
La inocencia del pequeño fue arrebatada, convirtiéndose en un adolescente perturbado por sus recuerdos. Él se aferraba fuertemente a su madre, mirando al suelo con temor, su cuerpo deseaba alzar la mirada, pero él sabía perfectamente lo que vería si decidía hacerle caso a sus instintos.
—Te arrepentirás por ser un malagradecido, un grosero…
El suelo comenzó a temblar y los cálidos brazos de su madre se enfriaron, su piel se tornó blanquecina, el clima cambió a uno más áspero.
—Basta, por favor, basta—pidió Max, aterrado al ver los brazos que le rodeaban,
La piel de su madre se derritió frente a él, dejando expuestos los huesos de quien alguna vez fue la persona que le brindó paz. Sus huesudos dedos aún abrazaban a su hijo, quien, paralizado, no podía hacer más que rogar el fin de su pesadilla.
—Te arrepentirás…¡de ser un asesino!
Los dedos de su madre le alzaron la cabeza, exponiéndolo a una de las peores imágenes de su vida. La cabeza de quien le crio partida en dos, con su piel y músculos derritiéndose, la viva imagen de Magnus en sus últimos momentos. Max quería defenderse, su mente necesitaba expresarle a ella que fue un error, que fue un acto de supervivencia, pero eso no arreglaría la promesa que rompió.
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Editado: 22.06.2025