The Ocean Warrior

Capítulo seis: La nueva espadachín.

Los programas de televisión siempre han dejado una huella en cada espectador, era impresionante como las historias creativas de los más grandes inspiraban a los pequeños a ser gente de bien, a querer vivir esas historias llenas de emoción y acción, a desear ser alguien como sus héroes; la inspiración de los niños, el entretenimiento de los adolescentes, el descanso para los adultos, cada factor lograba hacer de estos programas algo entrañable.

En antaño, existían dos programas muy sintonizados por todas las edades; uno de ellos era Cat Police, un gato naranja, detective del crimen y en búsqueda de su padre, quien desapareció misteriosamente un día cualquiera. Mientras que, el otro programa era acerca de un samurái que fue abstraído por unos alienígenas para combatir contra él, quien, desesperado, logró conseguir aliados en ese planeta, un mago y un espadachín que protegían al noble guerrero.

Los niños de esa época basaban sus vivencias en ellos, se creían el gato policía, su fiel compañero o el samurái y su espadachín, en su mayoría, los adultos apoyaban la imaginación de los más inocentes. Sin embargo, esa huella que dejan en los más pequeños, no muchas veces es positiva, si no, que genera un trauma y la necesidad inimaginable de algo que se les arrebató hace mucho tiempo.

Tres adolescentes desaparecieron de la faz de la tierra, viajando a años luz de la tierra, a Aquarion segundo, sector E.

—¿¡PERO QUE ES ESTO!? —Gritó Sara totalmente alarmada por la velocidad a la que era transportada.

—¡NO GRITES O LO HACES PEOR! —Respondió Brown entre gritos.

—¡MALDITO ASCENSOR ESPACIAL! —Renegó Max sintiéndose aún peor.

El trío cayó de golpe en el piso lodoso del sector, donde alguien pacientemente los esperaba para su primera prueba.

—Elegido, al fin llega—Mirrows se cruzó de brazos—. Y al parecer, con compañía.

—Ugh…—el pecoso tocó su cabeza con confusión.

—Q-que…q…¿¡Qué carajo es esa cosa!? —el grito alarmado de Sara llamó la atención de todos en el estadio de entrenamiento.

Las piernas de la rubia temblaron, retrocediendo con dificultad y el palo de kendo en sus manos. Estaba alerta, su temerosa mirada lo decía todo, por más que le extrañaba que sus compañeros no estuvieran asustados, suponía que era por el shock.

—Ay, dios, esto es perfecto—renegó Brown, amargado al escucharla—. Yo no le voy a explicar.

—Elegido, ¿Su mascota se encuentra bien? —la medusa rascó su cabeza—De por sí, Koiné no quería que traigan más habitantes aquí.

—¡Ella no es una mascota! —corrigió el trigueño con enojo.

—Debes avisar cuando nos necesiten, estábamos en clases—agregó el castaño, soltando un suspiro.

—¿Clases? ¿Algo así como la nivelación estudiantil? Uh...eso será un problema—Mirrows tocó su mentón pensativo.

El miedo de Sara aumentó junto a su preocupación al verlos tan tranquilos, ellos estaban hablando con esa cosa, ¿Acaso les lavaron el cerebro? Asimilar que un monstruo extraño hablaba con el chico lindo y su mejor amigo le hacía preguntarse tantas cosas que le explotaría la cabeza.

—De todas formas, no debería traer acompañantes aquí, elegido. Nuestra tarea es únicamente con usted—mencionó la medusa, negando con la cabeza.

—No la traje por voluntad, el amuleto la trajo con nosotros—aclaró Max, levantándose del suelo.

—Y, ¿Por qué hablas tan formal? —agregó el castaño, cruzándose de brazos.

—O-oigan…—tartamudeó la pecosa, preocupada por sus actitudes.

—¿uh? —los tres voltearon a verla.

—¿P-por qué no huyen de esa co-cosa? E-es un monstruo…

—¡Oye! Eso es sumamente ofensivo—se defendió el mago.

Max volteó a ver a su mejor amigo en búsqueda de ayuda, pero él desvió la mirada al no querer formar parte de eso. No había forma clara de explicar lo que pasó, mucho menos de hacerle creer que estaba loca o que fue un sueño, era una situación donde solo había una salida: la honestidad.

—¿Recuerdas la obligación importante por la qué quería abandonar el club? Bueno…jeje—con nervios, el pecoso rascó su nuca—. Sorpresa.

Brown golpeó su frente con la palma de su mano, era la peor explicación que escuchó en sus dieciséis años de vida.

—Somos guardianes del atún—agregó él, amargado por la inaptitud de su mejor amigo.

— ¡Hey! —Mirrows se ofendió—. ¡Respeten nuestra raza!

—N-no entiendo…no entiendo nada—Sara soltó el palo de kendo, cayendo de rodillas por el shock.

—¡Sara! —Max corrió a auxiliarla.

La rubia empezó a hiperventilarse por los nervios, su corazón latía rápido, apenas se mantenía de rodillas por sus sentimientos, el trigueño le sostuvo, pidiendo preocupado de que se calme.

—Oye, ¿No hay alguna forma de…ya sabes? —el castaño hizo una seña con su mano sobre su cuello.

—¿Matarla? Creí que los humanos no hacían eso—habló el mago, extrañado por la seña.

—No, no, borrarle la memoria o algo así—susurró Brown.

—Existen hechizos de amnesia, pero son irreversibles y afectan mucho la capacidad mental del afectado.

—¿Eso es un sí?

—¡Brown! —gritó el pecoso al escuchar todo.

Sara se levantó débilmente, recogiendo su palo de kendo por si acaso.

—Sara, te lo explicaré, no te sobre esfuerces.

La pecosa se abalanzó rápido hacia Mirrows, amenazándolo con las manos temblorosas.

—¿¡Qué eres tú!? ¡Responde!

El mago se quedó serio al lado de ella, dándole un golpe en la cabeza que le haría sostener la zona herida con ambas manos.

—¡Duele! —se lamentó la rubia, soltando por inercia su arma al agarrarse la cabeza.

—Soy un Fishstark, una raza más en lo basto del universo, no recibo órdenes de usted—mencionó, alejándose de ella.

—En resumen, es un alíen—agregó Brown.

— ¿¡Qué!? ¿¡Existe vida alienígena!? ¿¡Y son peces!? —Sara quedó impactada.

—¡Brown!— Max regañó a su amigo.

—¿Qué? Tú explicación fue una basura, viejo—el castaño suspiró—. Ni siquiera deberíamos estar aquí.




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