Sarah:
Me levanté gustosa al saber que hoy iniciaba mi nuevo empleo. Salté de la cama inmediatamente, corrí al baño y tomé una ducha corta y satisfactoria. Me coloqué la toalla. Ya tenía listo el vestido de hoy. Un hermoso y elegante vestido de un rosa palo que me llegaba hasta la mitad de las rodillas, con un corte en la parte trasera de la falda que iba desde donde se acababa mi trasero hasta el final de la falda en forma de un muy delgado triangulo. Un bolso de cuero negro Carolina Herrera y unos hermosos tacones negros de aguja no demasiado altos ni demasiado bajos. Me maquillé de la misma manera de ayer pero con colores que combinaran más con mi ropa de hoy. Me cepillé el cabello con la secadora y lo dejé suelto, y lo peiné de medio lado con la raya no demasiado alejada de la mitad.
Me tomé un café, me cepillé los dientes y salí del edificio.
Pedí un taxi y le dije que me llevara a Grace Art Inc.
Al cabo de unos 30 minutos llegué al enorme edificio que no deja de sorprenderme.
Entré al edificio y me dijeron que fuera al piso 30 (el último piso), que el señor Grace me estaba esperando.
Me acerqué al elevador y una vez adentro traté de presionar el último botón pero estaba demasiado arriba para mi estatura, que pasaba 15 cm el metro y medio.
Un hombre entró al elevador y presiono el 6to botón, vio mis intentos fallidos de presionar mi botón y me ayudó.
—Buen día, señorita McLain.
—Disculpe, ¿lo conozco? —no recuerdo haberlo visto antes.
—Finn O'Brady, yo la entrevisté ayer.
—Ah, lo siento señor O'Brady —él era el hermoso hombre de ayer.
—Por favor, llámeme Finn —¡oh por Dios! ¡Oh por Dios! Quiere que lo llame Finn.
—De acuerdo señor O'Brady ... digo Finn —mierda, me equivoqué. Casi.
Soltó una pequeña risa. ¿Que le ve de gracioso?
Llegamos a su piso y Finn se bajó del elevador. Dándome una pequeña sonrisa.
Minutos después llegué a mi piso. Salí del elevador y me adentré en él.
Me registré, me atendió la señorita Donnet, la secretaria, y por un pasillo llegó un guapísimo hombre con un traje que le quedaba como un guante, con unos hermosos ojos azules y un bellisimo cabello rubio, los rasgos de su rostro eran perfectos. Estaba para comérselo todo.
—Señorita McLain, ¿cierto? —el hombre sabía mi nombre y yo sonriendo como idiota.
—S-sí, ¿y usted? —¿quién será ese dios griego, romano y egipcio que tengo en frente mío?
—Trevor Grace, mucho gusto —me extendió la mano y yo se la estreché con mucho gusto, él hizo algo que nunca me esperaría, hizo una breve reverencia sosteniendo mi mano y mirándome a los ojos y me besó el dorso.
No volveré a lavarme la mano nunca.
Actúas como una adolescente con las hormonas alborotadas.
—Señorita, ¿me escuchó? —su voz me sacó de mi ensoñación.
—Disculpe,¿ podría repetirlo? —que idiota soy.
—Acompáñeme, por favor —me dedicó una hermosa sonrisa mientras nuestras miradas se encontraban, podría quedarme así todo el día.
—Claro —le sonreí.
Empezó a caminar y yo lo seguí como perrito faldero.
Entramos a una enorme oficina.
—Esta es mi oficina, como ya sabe será mi asistente personal —claro que lo sabía.
—Sí, señor Grace —que oficina de grande, elegante y con un gran gusto.
—Sigame —salimos de su oficina y entramos en otra de gran tamaño pero nada comparada con la anterior.
—Esta será su oficina, ya se le creó un e-mail de la empresa; en la bandeja de entrada le dejé unas cosas que tiene que realizar. Si la necesito para algo le mandaré un e-mail o la llamaré al teléfono de su oficina. ¿Vale?
—Sí, señor Grace.
Salió, no sin antes darme una sonrisa encantadora.
(...)
Revisé el e-mail y no era la gran cosa. Me puse mis auriculares para escuchar música no a muy alto volumen mientras trabajaba.
Pensando en Trevor, ¿eh?
Sí.
Es guapo.
Ya lo sé.
Cierto.
Sonreí pensando en eso.
(...)
Terminé de hacer mi trabajo, revisé la hora y ya era hora de salir.
Me quité los auriculares, guardé mis cosas en mi bolso. Apagué el computador y me coloqué los tacones.
Llegué al elevador, entré y antes de que se cerraran la puertas entra Trevor casi corriendo. Me dedica una de sus sonrisas super sexys.
Presione el botón de la planta principal.
—Hola, Sarah.
—Hola, señor Grace.
—Llámame Trevor, ¿como te fue?
—Bien, no puedo esperar que sea mañana —¿por qué dije eso?
—¿Quieres cenar conmigo? Yo invito.
¿Qué dijo?
Claro que quiero.
—Por su puesto. No me negaría a una cena gratis —dije fingiendo emoción.
Fuimos en su carro platicando sobre el trabajo.
Me muero por cenar con él y conocerlo más.
Que emoción.