Trevor:
Con que ahora te agrada Sarah, ¿eh?
Sí.
¿Y eso por qué? El cambio tan repentino.
Bueno, escuché como hablabas de Madison y me di cuenta de que es verdad, fui un idiota al pensar que Madison era una buena mujer para ti. Y además, he visto como miras a Sarah y ella como te mira a ti, se quieren demasiado, se complementan, son el uno para el otro.
Por fin estamos de acuerdo en algo. Me agrada que ya te caiga bien mi diosa.
(...)
—¿Dónde está Danielle? Ya debería estar aquí, desde hace media hora —digo enojado y sorprendido al mismo tiempo, aunque ayer casi me hecha a perder mi "romance con Sarah". Encontré una nota en el escritorio de Danielle Donnet.
Leí en mi mente:
Señor Trevor Grace,
Es mi deber decirle a través de esta carta que renuncio a mi cargo como secretaria, y espero que acepte mi renuncia, la razón de ella es que me voy a mudar a Rusia, y por eso me tomé la molestia de escribir esta carta. Fue sin intención, solo que conseguí un mejor trabajo en el país mencionado anteriormente.
Atentamente,
Danielle Donnet.
Mierda, ahora dónde voy a encontrar a alguien quien reemplace a Donnet, y que haga tan bien hecho su trabajo como ella.
Te consigues otra buena secretaria y ya.
Buen punto, que idiota soy.
Eres un idiota enamorado.
Sí, ya lo sé. Sarah, diosa.
Sí, Sarah es increíble.
(...)
—Hola, guapo —y ahí llega mi hermosa diosa.
—Buen día, diosa —ella llevaba una falda negra 6 dedos por encima de la rodilla y una blusa blanca en cuello V semiescotada, unos tacones negros de aguja y el cabello suelto, se veía como la diosa que es. Me levanté de mi silla, caminé hasta donde estaba ella, la recosté contra la pared con mis brazos en su cintura, ella colocó sus brazos al rededor de mi cuello, enredó sus dedos en mi cabello y la besé lleno de deseo, estaba hambriento de ella, quería hacerla mía en ese momento.
Fui besando cada espacio de su piel descubierta sin olvidar un solo milímetro, incluyendo sus piernas, ella sentía como mi lengua recorría toda su piel, y por un ligero accidente rocé mi miembro contra su entrepierna y soltó un gemido ahogado, ella también me besaba deseándome, y besó mi cuello, mordió el lóbulo de mi oreja y solté un breve gemido. Quería quitarle la ropa y jugar con todo su cuerpo, la deseo demasiado.
Solté un ligero gruñido. Ese era un momento perfecto.
—Trevor, necesito que firmes estos papeles —entra Finn y al mirar la escena se quedó paralizado.
—Mierda, Finn —susurro solo para que yo me escuche.
—Lo siento, creo que volveré luego.
—No, no. Pasa, aquí ya terminamos... digo, aquí no pasó nada —le dije a Finn.
—Yo mejor me voy —dice Sarah un poco extraña.
(...)
Jamás voy a olvidar ese increíble y excitante momento.
Nunca.