The Other Side

Choque con el Pasado


La búsqueda de Kran se prolongó durante meses. Recorrió amplias llanuras para llegar a Nueva Bhor, aunque solo consiguió ser estafado por un charlatán de los tantos que había en la ciudad. Luego tuvo que lidiar con el frío del norte para arribar a Ciudad Harryn, el resultado fue peor pues ni siquiera fue recibido por los magos. Por último, decidió visitar el árido desierto de Ciudad Kor, mientras repetía una y otra vez las mismas preguntas:
«¿A qué se refería mi padre cuando me habló sobre el ciclo?»
«¿Qué tiene que ver esa daga conmigo?»

Todo eso no importaba, sus pensamientos siempre conducían a la misma duda final:
«¿Será hora de dejarlo todo?»

Día y noche sentía la tentación de unirse a cualquier ejército, para vivir de lo único que sabía hacer: luchar como una bestia. Sin embargo, era interrumpido por el recuerdo de su hogar siendo reducido a cenizas; una lágrima recorría su mejilla cada vez que esto pasaba.


—Supongo que es hora de volver. —Soltó un pesado suspiro acompañado de una sonrisa. No quería admitir que tantos meses de búsqueda habían sido en vano.

Se detuvo unos segundos a analizar su situación. No tenía mucho dinero, ni agua, ni comida. Estaba a unos cien kilómetros de Ciudad Kor, siendo este su único destino posible en esos momentos. Palpó su bolsillo derecho y encontró una pequeña pieza de metal redonda. Era dorada y tenía grabada el rostro de un hombre, pero Kran no sabía quién era; quizás uno de los tantos políticos del continente. La volteó y pudo ver cómo había una serie de pequeños números que servían como identificador de moneda.

«Si me sale este viejo voy a Kor, si salen los números vuelvo a mi hogar» —Pensó mientras la lanzaba al aire con una sonrisa en el rostro. Con un rápido movimiento de manos la agarró y miró el resultado de su apuesta personal.

Había caído el hombre de cara arrugada.

—Definitivamente no quieren que vuelva. —Guardó la moneda y emprendió camino hacia la áridas tierras del sur.

Con el paso de los días la idea de volver a su tribu y ser juzgado por sus actos se volvió más atractiva. El hambre, la sed y la constante sensación de ser observado estaban causando estragos en su mente. Sin embargo, para Kran nada de eso se comparaba con la decepción de haber fracasado en su propósito.

Al tercer día de viaje oyó un grito aproximarse por su espalda, a lo lejos venían tres caballos a una velocidad muy sospechosa. Dejó su bolsa sobre la arena y sacó la daga que llevaba consigo. Los esperó unos segundos hasta poder distinguirlos, eran bandidos.

Apretó con fuerza la daga mientras los hombres se detenían frente a él. Los observó con atención, analizando desde su aspecto hasta sus armas.

—No te conocemos —dijo uno de ellos mientras miraba a sus compañeros—. ¿Ustedes lo conocen?

—Para nada —respondieron a coro.

—No me interesa si me conocen o no, ¿Qué quieren?

Los hombres desmontaron de sus caballos desenfundando sus armas. Kran no retrocedió un paso ante aquella amenaza, turnó la mirada de uno a otro sin inmutarse.

—No te pongas agresivo.

Notó cómo los bandidos se movían lentamente buscando rodearlo. Intentó disimular su nerviosismo mientras pensaba en la forma de salir de allí.

—Solo danos lo que tienes —exigió con una sonrisa fingida.

—No sé a qué están acostumbrados, pero no os voy a dar una mierda. ¡Váyanse!

—¡Tú no nos das órdenes imbécil!

La situación no se iba a sostener por mucho tiempo. Solo quedaba esperar un ataque por la espalda, o quizás uno simultaneo. Kran sujetó con mayor fuerza la daga, su mirada seguía puesta en el bandido de enfrente; pero sus oídos escuchaban lo que había detrás.

—Te propongo algo —dijo el bandido luego de unos segundos—, si nos das todo lo que llevas, te dejamos vivir.

—Llevo toda mi vida entre amenazas. Tú no eres el primero. Si quieren atacar háganlo… pero midan las consecuencias.

El hombre a su espalda llevaba varios segundos esperando el momento de atacar. Levantó su espada y embistió a Kran, quien con una rápida finta lo hizo fallar el golpe, haciéndole caer de cara contra la arena.

—Atacar por la espalda no es de guerreros. —Se burló mientras ponía su bota sobre la cabeza del bandido.

Sus compañeros no aguantaron la humillación, y atacaron juntos. Kran esquivó al primer atacante, pero al segundo le propinó un codazo en la nariz; quebrándola al instante.

—¡Mi nariz hijo de pu… —El quejido quedó acallado por una puñalada en el centro de la cabeza.

Los dos bandidos restantes se quedaron quietos durante unos segundos. Observaron a su compañero desangrarse sobre la arena, y a su ejecutor mirándolo con indiferencia.

—Están a tiempo de correr —dijo mientras sacudía la daga, haciendo que gran parte de la sangre los salpicara.

—¡Maldito hijo de perra, te vamos a matar!

El bandido que había sido derribado corrió hacia él con la espada en alto, Kran se agachó y sin darle tiempo le clavó la daga de lleno en el estómago. Su compañero miró horrorizado cómo sus órganos comenzaban a salir, dio dos pasos atrás buscando los caballos, pero estos habían huido desde el primer muerto. Sobre la arena habían dos hombres desangrándose lentamente, mientras el tercero intentaba huir de aquella carnicería.

—Siento decirte que ya no te puedo dejar ir, tendrás que matarme o terminar como tus amigos.

—Me da igual. —Intentaba sonar seguro, sin embargo, su voz se había convertido en apenas un hilo. Comenzó a caminar en círculos, buscando atacar por la espalda.

Kran se detuvo, dejó que su rival se situara tras él. Esperó unos segundos mientras sentía el abrasador sol a sus espaldas. Notó cómo la sombra del bandido se detenía justo donde lo había planeado. Pasó de tomar la daga por el mango a hacerlo por la hoja.

—¿No piensas hacer nada? —preguntó el bandido sintiéndose humillado.

No tuvo tiempo de reaccionar, Kran volteó y con un rápido lanzamiento envió la daga hacia su cara. Cayó de espaldas, con el puñal incrustado de lleno en su nariz.



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En el texto hay: magia, alta fantasia, artefactos magicos

Editado: 03.01.2024

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