The Other Side

La Primera Punta

  Al atravesar la puerta ambos llegaron a un pasillo con las paredes y el suelo de piedra, los cuales en contraste con las antorchas daban un ambiente un poco frío y oscuro.
Caminaron un par de metros y giraron a la derecha donde se encontraba una escalera que iba hacia el sótano del edificio.
Descendieron hasta encontrarse con una puerta de madera que no tenía cerrojo.
 <<Qué raro,¿No tiene cerradura?>>
 El anciano se dio la vuelta para quedar de frente a Kran y dijo en un tono bastante bajo.
 —Como ya habrás visto, no hay lugar por donde introducir la llave— Señaló a la puerta— Muy bien, esto quiere decir lo siguiente, número uno, nadie puede entrar sin permiso del hechicero que puso este encantamiento, a no ser alguien más fuerte; número dos, entrarás aquí y créeme cuando te digo que eres de las muy pocas personas que han tenido esta oportunidad; tercero y no por eso menos importante, si alguien se entera de que estuviste aquí, estás muerto,¿Entendido?
 —Entendido, aunque sigo sin saber que hago aquí exactamente— replicó mientras encogía los hombros.
 —Espera a entrar, no es seguro hablar aquí.
  El hechicero pegó su mano en la puerta y pronunció unas palabras en voz baja, acto seguido la puerta hizo un leve click y se abrió dando paso a ambos hombres hacia el interior de la sala.
 La habitación era bastante más amplia de lo que podía parecer a primera vista, lo primero que resaltaba era su decoración interior, tan rara y oscura; a la derecha había un estante cargado de frascos que estaban rellenos de todo tipo de sustancias y partes de animales, o al menos eso parecía . En la parte izquierda se encontraba un pequeño altar lleno de espejos, en el centro había un libro de aspecto bastante raro y desgastado, en la tapa de este se podía leer una parte del título "Señales del......" y el resto era ilegible, al menos a simple vista.
 En el centro de la sala se encontraba una pequeña zona con tan solo una silla vieja de madera y una pequeña planta con aspecto de cactus, totalmente verde y bastante saludable. El resto de la habitación estaba llena de una sola cosa, estantes de libros, cientos y cientos de libros acomodado uniformemente en los libreros del fondo dejaban claro sin lugar a duda que la habitación era de un hechicero real. 
 En el centro de la sala se encontraba una pequeña zona con tan solo una silla vieja de madera y una pequeña planta con aspecto de cactus totalmente verde y saludable. El resto de la habitación estaba llena de una sola cosa, estantes de libros, cientos y cientos de libros acomodado uniformemente en los estantes del fondo dejaban claro sin lugar a duda que la habitación era la de un hechicero real.
  —Pasa cuando termines de mirar todo— El anciano entró y se paró en el centro de la sala, detrás de él pasó Kran todavía algo impactado por la cantidad de objetos tan raros y desconocidos que inundaban la habitación.
 —Toma asiento, la historia puede ser algo larga de contar— Le dijo el hechicero mientras le ofrecía la única silla de la sala.
 —¿Y tú dónde te sentarás?
 —Por mi no hay problema— El anciano se sentó sobre una pequeña alfombra que se situaba frente a la silla— Estoy mejor en contacto con el suelo.
 — En ese caso— Se acomodó en la silla- ¿Puedes por favor decirme qué hago aquí?
 —A ver por donde empiezo— Hizo una breve pausa— ¿Seguro de que la daga no fue robada o algo parecido?
 —Ya estamos otra vez, no, no la robé, puedo ser muchas cosas, pero no un ladrón— exclamó Kran con seguridad y con un poco de enojo, ya era la segunda vez que se dudaba de él.
 —No te enojes, era solo por saber. Primero que todo, necesito que sepas que eres totalmente libre de creerme o no, a fin de cuentas no sabes ni mi nombre— Miró a Kran fijamente a los ojos— tampoco lo sabrás; en segundo lugar, estás en peligro chico, en grave peligro, ese artefacto de allá arriba es tan codiciado y perseguido que el solo hecho de saber que lo tuviste hace que tu cabeza cobre un valor considerable.
 —¿Pero qué cojones? ¿De qué me estás hablando?— Mientras más oía menos entendía.
 —¿Nunca has oído hablar de la leyenda de "Las Cinco Puntas"?
 —He oído rumores, pero ahora mismo no recuerdo mucho la verdad.
  —Pues muy bien— El hechicero se acomodó en el suelo y una vez ordenó sus ideas comenzó— Cientos de años atrás existía una raza mágica increíblemente fuerte. Se dice que encontraron un portal para acceder al lado más oscuro del mundo, obviamente ellos no lo sabían, o sí, nadie sabe— El anciano se inclinó hacia adelante para hacer que la conversación adquiriera un tono más privado a pesar de que estaban solos— Al parecer contactaron con alguna presencia del otro lado, y bueno, todo pintaba bien, hasta que un día simplemente desaparecieron.
—¿Cómo que desaparecieron? ¿Así como así?— Kran se encontraba completamente estupefacto.
—La leyenda dice que esas Cinco Puntas son la respuesta a la desaparición de una de las razas más fuertes de todos los tiempos. Sinceramente ojalá tuviera tiempo de contarte más, pero algo me dice que si sigues aquí las cosas no saldrán muy bien.
—¿A qué te refieres?
El hechicero se limitó a mirarlo con una expresión bastante siniestra, el mensaje estaba claro, un día más en esa ciudad y sería el último.
—¿Entonces la daga de allá arriba es una de las Cinco Puntas?
El anciano miró hacia el suelo con una expresión de desgracia dibujada en cada parte de su rostro.
—Hijo, por lo que más quieras, no los dejes conseguirlas. Si alguien se entera de que las leyendas son reales pasará lo mismo que hace siglos atrás, empezaran guerras con el único fin de adueñarse del más allá.
Kran lo observó por un momento.
—¿Cómo se supone que encontraré algo que hasta hace unos minutos no sabía que existía?
—Ve a aquel librero— Señaló uno que se hallaba a su espalda— Busca un libro que se llama "El Camino a las Sombras".
Kran se dirigió al librero y contempló la grandísima colección de la cual el hechicero gozaba. Habían libros con títulos de todo tipo: "La Base del Caos", "Hierbas y Animales del Mundo", "La Mente de un Mago". Después de unos minutos sacando libros y volviéndolos a guardar dio con el que buscaba. Era de tamaño mediano, aunque por su peso no se podía decir lo mismo. Su aspecto dejaba bastante que desear, simplemente era viejo y al parecer el tiempo no había sido su mayor amigo. En la carátula estaba escrito con letras plateadas casi ilegibles "El Camino a las Sombras". Kran se volteó y se lo enseñó al hechicero el cual miraba fijamente a un pequeño cactus que se ubicaba en la esquina de la habitación.
—¿Este?
—Ese mismo— Contestó el hechicero sin tan siquiera voltearse.
—¿Cómo lo sabes si no lo ves?
—Simplemente lo sé.
Kran se acercó y le dio el libro al anciano. 
—Muy bien,¿Ves esto?— Señaló al libro que tenía en su mano.
—Si claro.
—Muy bien, si logras salir de esta ciudad vivo, léelo, y no te olvides de hacerlo por nada del mundo,¿Bien?
-Bien.
—Ahora vete— El anciano se levantó y se dirigió al altar de espejos que se encontraba en la esquina.
—Espera un momento— El anciano se volteó— ¿Por qué confías en mí? No me conoces de nada.
El hechicero dibujó una leve sonrisa en su rostro y miró a Kran con cara paternal.
—¿Ves eso de ahí?- Señaló al cactus que estaba mirando unos momentos antes.
—Si, por supuesto, es un cactus.
—Aprende a confiar en la naturaleza, y más cuando un hechicero la ha modificado. Eso que está allá es un cactus, sí, pero no uno común, ese cactus fue concebido en un entorno hostil para él, el fondo de una cueva. Es muy raro pero un cactus que consigue vivir sin luz solar desarrolla la capacidad de ser sensible ante los cambios en el ambiente, ¡Mira que lindo y que verde está! Si fueras peligroso estuviera escondido en el fondo de su maceta.
—¿Me lo puedes dar?
El anciano volvió a sonreir.
—Lo siento hijo, una vez que un mago imbuye su fuerza vital en este tipo de plantas se vuelven uno. Al morir yo, muere él, además, tal y como es el exterior, se pasaría el día escondido y no te serviría.
—Supongo entonces que esto es todo, me tengo que reunir con Marcus, ya debe estar como loco por oír mi relato.
Kran  se dirigió hacia la puerta cuando una voz detrás de él le dijo:
—Señor Kran— Se volteó— Primero que todo, nunca olvide seguir buscando, aunque lo que busques no exista.
—No se me olvidará.
—Y una cosa más, por lo que más quiera póngase algo discreto y no pase más de una noche en esta ciudad.
—Muy bien, lo tendré en cuenta.
..... ..... ..... ...... ..... ..... ......  ..... ..... ..... ..... ....
Kran salió lo más discretamente posible de la sede evitando ser visto por cualquier guardia, y en especial por el señor Brow.
A lo lejos divisó una silueta relativamente delgada  que esperaba a la sombra de una de las casas ubicadas cerca de la sede.
—¡Kran!— La figura comenzó a correr directamente hacia él, cuando estuvo lo suficientemente cerca pudo divisar que era Marcus.
—Menos mal que no te fuiste, tenemos que hablar— dijo rápidamente mientras lo agarraba por el hombro y lo dirigía en dirección contraria a la sede.
—¿Qué pasó?— preguntó con preocupación.
— Vámonos de aquí,  tengo un par de cosas que contarte, pero necesitamos estar lejos.
—¿Conoces "El Rompe Lenguas"?— preguntó Marcus.
—Un poco, he oído hablar de él.
—Entonces sígueme.
Ambos salieron en busca del local donde tener una charla privada. Durante el viaje por las concurridas calles de la ciudad Marcus se dedicó a hacer de guía de Kran, cada vez que pasaban por algún establecimiento le hacía una breve descripción, algo que a su compañero no le hacía mucha gracia.
—Aquella de allá es la tienda de ropa— Señaló hacia un local bastante colorido que se ubicaba en una de las esquinas— "Telas y Prendas", está dirigida por Madame Celeste, una señora bastante desagradable, pero teniendo en cuenta que te cambias de ropa una vez cada dos años no tendrás problemas con ella. También tenemos justo al frente "La Choza del Bárbaro", no me preguntes que es, porque nunca he entrado. Por allá se encuentra......
—¡Marcus!— Ambos se detuvieron bruscamente— Si me vuelves a describir un lugar de esta ciudad te juro que será lo último que tu lengua hará. 
El resto del camino transcurrió en total silencio, la amenaza había funcionado. Llegaron a un bar con bastante mal aspecto, borrachos en la puerta, ventanas sucias y pintura desgastada por el tiempo.
—Llegamos— exclamó Kran con disgusto.
—¿Cómo lo sabes?
—Este local es conocido en toda la ciudad, lamentablemente— Hizo una breve pausa para digerir todo el asco que le causaba el antro y finalmente preguntó con tono de duda— ¿Estás seguro que podremos hablar tranquilamente?
-No te preocupes, deben quedar pocas personas, y las que hay deben estar como ellos— Señaló a lo tres borrachos que se encontraban durmiendo justo en la entrada.
Kran asintió y ambos entraron al bar con cuidado de no despertar los "encargados de la entrada". 
El interior era incluso más deprimente que el exterior, mesas desordenadas por doquier, paredes de madera desgastada por las termitas, suelo sucio y manchado de líquidos de diversas procedencias. Solamente habían cinco personas en el lugar además de ellos: tres borrachos que dormían apaciblemente sobre las mesas del fondo, un enano sentado junto a la barra y la hermosa dependienta que la atendía.
—Bienvenido al lugar más privado de la ciudad— exclamó Marcus mientras abría sus brazos como si ante él se ubicara el auténtico paraíso.
Kran se dirigió hacia la mesa más apartada del local mientras su compañero se dirigía hacia la barra en busca de un par de bebidas.
Después de unos minutos llegaron las cervezas, Marcus las dejó cuidadosamente sobre la mesa mientras se sentaba lo más cerca posible de Kran para poder tener la conversación con la mayor privacidad posible.
—Bueno,¿Por dónde empezamos?—preguntó Marcus mientras agarraba el vaso más cercano y se bebía de un sorbo la mitad de su contenido.
—Bien— Kran se acomodó en la silla y se inclinó hacia adelante para que su charla no pudiera ser escuchada en lo más mínimo— Primero que todo, gracias por salvarme, sinceramente no creo que lo hubiera podido contar esta vez, en segundo lugar estoy jodido, al parecer el gobernador de la ciudad pronto pedirá mi cabeza. 
Las palabras provocaron que Marcus se atragantara con su cerveza, haciendo que parte de ella terminara saliendo por su nariz e impactara en la cara de su compañero.
—¡¿Cómo que tu cabeza?!— exclamó Marcus en un tono que se oyó en todo el bar, haciendo que tanto la mesera como el enano se voltearan hacia ellos.
-Shhhhh— Kran se puso un dedo en la boca mientras con la otra mano se limpiaba la  bebida escupida recientemente por su compañero en su rostro— Déjame contarte la historia completa.
Kran le narró todo lo sucesido en El Foso, lo poco que sabía de la daga e incluso la charla que tuvo con el Señor Brow y el hechicero. Marcus escuchaba las historias con la boca abierta como si de un cuento de fantasía se tratara , no daba crédito al hecho de saber tan poco de la persona con la que llevaba años haciendo encargos en varios lugares del continente.
—Entonces hay que salir de aquí pero ya— Miró hacia su alrededor para asegurarse de que estaban solos— ¿Qué vamos a hacer?.
Kran lo miró fijamente por unos minutos mientras pensaba cuál sería su próximo destino, de pronto una idea le vino a la cabeza.
—Melvin- pronunció en voz baja para sí mismo.
—¿Melvin?¿El anciano del Foso?.
—Ese mismo, a ver, ahora mismo no tenemos nada, ni siquiera un lugar donde ir, solamente tenemos preguntas y no creo que sin dinero lleguemos muy lejos.
—Y ¿qué te hace pensar que dejó dinero allá?.
—Absolutamente nada— admitió con tono cansado— pero es lo único que tengo ahora mismo, además no perdemos nada,¿Verdad?.
—Supongo— Se encogió de hombros.
Ambos se quedaron pensando unos minutos hasta que la mesera se acercó a ellos para preguntarles si necesitaban algo más.
—Gracias señorita pero ya nos marchamos— respondió Marcus con una jovial sonrisa haciendo que la chica se sonrojara y se alejara sonriendo tímidamente.
Una vez se alejó Kran abrió la boca.
—Recoge tus cosas, nos vamos al amanecer...
—ABRAN LA PUERTA— Se oyeron unos golpes secos tan frenéticos como repetitivos — ABRAN A LA AUTORIDAD— Los golpes continuaron.
La chica se apresuró a llegar a la puerta pero Kran la paró.
—Por lo que más quiera, díganos por donde salir para que no nos encuentren— murmuró Marcus en tono de súplica.
—¿Pasó algo?— preguntó la chica asustada.
—Ahora mismo no hay tiempo para explicarte, solo puedo decirte que no somos criminales.
—NO VAMOS A SEGUIR ESPERANDO, ABRAN LA PUERTA,¡YA!.
—Corran tras el mostrador y aparten la alfombra, verán una trampilla que os llevará al exterior — dijo la chica apresuradamente.
Ambos corrieron con cuidado de no despertar al enano que ahora se hallaba totalmente inconsciente sobre la barra.
—Menos mal que tiene el sueño pesado— susurró Marcus.
—Cállate y sigue.
Tras la barra se ubicaba una alfombra bastante sucia y desteñida, en sus tiempos parecía haber sido de un color rojo intenso, ahora ni siquiera se distinguía del suelo. La apartaron unos centímetros y pudieron ver la trampilla.
—No tiene candado— murmuró Marcus sorprendido.
—Entra joder.
Oyeron como se abría la puerta del bar y una voz masculina ordenaba.
—Apártese, necesitamos revisar todos los locales de la ciudad.
—Vale señor comisario, pase— respondió con miedo una voz femenina.
Kran y Marcus se arrojaron hacia el interior de la trampilla cayendo hacia un suelo de tierra y cerrándola tras su paso.
—Aparta de mi cara coño— exclamó Kran enfadado.
—Disculpa— Marcus se apresuró en levantarse— Que oscuro está esto— dijo al darse de la falta de iluminación de la cueva.
—Da igual, sigue avanzando y llegaremos al final en algún momento, todavía nos queda mucha oscuridad por delante.



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En el texto hay: magia, alta fantasia, artefactos magicos

Editado: 03.01.2024

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