The Other Side

El Primer Árbol

El trío siguió al anciano a través de la ciudad, que a primera vista parecía estar compuesta solamente por una decena de hongos colosales, pero no, también habían algunos más pequeños ocultos entre estos que parecían ser usados como viviendas por los habitantes. En cada uno de estos había una puerta de un color bastante llamativo, con  pequeñas ventanas redondas de cristal a sus lados que por alguna razón no dejaban ver el interior.

Por otra parte, las calles estaban completamente desiertas, pero la temperatura era más cálida que en el exterior. Se sentía una calidez similar a la de un hogar donde se haya una chimenea encendida en medio del salón.

—¿Por qué no hay nadie en las calles? — preguntó Kran extrañado mientras miraba su alrededor — Aquí la temperatura no es un problema como afuera.

El anciano se detuvo y volteó a verlos, Marcus se colocó con disimulo detrás de Marie para evitar la tenebrosa mirada del anciano.

—Los sabios que habitan Ciudad Harryn tienen horarios donde se les permite hacer lo que les plazca — Hizo una pausa para contemplar aquel desolado panorama, una sonrisa apareció en su rostro de repente mientras tomaba una gran bocanada de aire. El trío lo imitó y contemplaron una vez más las solitarias calles — Ahora mismo algunos están ocupados en sus labores de alquimia, encantamientos o magia elemental. Gracias a esta última es que aquel hongo se halla tan aislado de todos — Señaló hacia el más apartado de todos —. Antes de que lo pregunten, no era negro, solo hubo un hechizo que se salió de control — concluyó con un extraño tono de satisfacción en su voz.

—¿Y... — comenzó Marcus.

—NO VOY A RESPONDER NADA MÁS — gritó el hechicero haciendo que Marcus retrocediera aún más detrás de Marie. Esta le dedicó una mala mirada a la vez que ahogaba una risa burlona.

Los cuatro caminaron varios metros hasta llegar al centro de la cuidad. Ahí se hallaba un inmenso lago que expulsaba humo. Cerca de este había una persona sentada meditando, parecía estar abstraído totalmente del mundo terrenal. Alrededor habían una serie de frascos con líquidos de todos los colores; algunos burbujeaban, otros parecían querer formar nubes que se dispersaban una vez salían de su contenedor y se topaban con el frío.

Una vez llegaron a donde se hallaba el hombre, el hechicero volteó hacia ellos.

—No quiero que ninguno hable si no le preguntan — advirtió mientras los observaba a todos, en especial a Marcus, este puso los ojos en blanco en señal de protesta.

El hechicero les dirigió una última mirada cargada de amenzas no verbales y les dió la espalda.

—¡Señor! — interrumpió la meditación del anciano, haciendo que se sobresaltara ligeramente — ¡Perdón! No pretendía asustarlo —se apresuró en disculparse mientras hacía una leve inclinación.

El hombre dibujó una cálida sonrisa. Abrió sus ojos dejando entrever un color azul que resaltaba incluso en aquel frío panorama. Levantó su vista y la dirigió hacia el trío mientras ladeaba su cabeza. Se levantó de manera bastante torpe, por un segundo su compañero intentó ayudarlo, pero este declinó amablemente la oferta con un leve movimiento de mano. Su mirada pasó uno por uno, hasta que se detuvo en Kran.

—Te estábamos esperando.

—¿Me... esperaban? — preguntó Kran con cierto deje de duda en su voz — ¿Son adivinos o qué?

—No somos adivinos, de hecho no sabíamos qué día vendrías, solamente sabíamos que llegarías. Sé que habéis venido aquí con grandes dudas en vuestras mentes... — dirigió su mirada a Marcus, este la apartó con algo de nervios — algunos vinieron con hambre — bromeó haciendo que los presentes sonrieran discretamente, todos excepto el otro mago que mantenía una expresión tan dura como una roca.

—Señor Wer — el anciano volteó a verlo — sé que usted es la máxima autoridad, pero él lo espera y lo mejor es no hacerlo esperar. Deberíamos enviarlo directamente ante el Primer Árbol.

—Señor Mirrok... — dijo todavía observando los intimidantes ojos rojos de su compañero — tienes toda la razón, nuestros invitados no deben hacer esperar al anfitrión, pero la cortesía está ante todo.

—Un momento — intervino Kran algo desconcertado — ¿Anfitrión? — preguntó mientras observaba a sus compañeros que a su vez le devolvieron la mirada con igual expresión de duda—. Kran, yo soy Kran, la chica es Marie, y mi otro amigo es Marcus — explicó mientras los señalaba uno a uno.

—Bien señor Kran, mi nombre es Willbur Wer — el hombre hizo un ademán con la mano señalando a su compañero de ojos rojos —, y aquel amable señor que los recibió es Mirrok — este observó al trío con cara de pocos amigos mientras soltaba un bufido como respuesta — No piensen que le caen mal, su carácter es algo complicado.

—Perdonen señores, — intervino Marie — pero ¿podríamos movernos de aquí? Llevamos cinco minutos de charla improductiva y me gustaría pasar la noche en un lugar protegido.

—La señorita tiene razón, por favor Mirrok, acompaña a nuestros invitados a sus aposentos, yo tengo que acompañar a Kran — le tendió una mano, dejando a la vista un hermoso anillo de un color gris muy apagado — Por favor, tome mi mano y no la suelte.

Marcus dejó salir una pequeña risa que fue sofocada al instante por un golpe que le propinó Marie en la cabeza.

—¡Auch! — Se quejó a la vez que emprendía camino junto a la rubia y el mago hacia un conjunto de hongos que había cerca.

Kran tomó la mano del anciano y sintió cómo un frío seco le recorría la espalda. Por un segundo pensó que su espina dorsal había sido remplazada por un témpano de hielo que nunca se derretiría. Intentó pensar en cosas cálidas para evitar la inminente congelación, pero para cuando quiso darse ya se hallaba de rodillas en la nieve.

Su respiración se volvió frenética y su cuerpo se agarrotó, haciendo imposible la labor de levantarse del suelo. Sintió como el calor escapaba de su cuerpo a un ritmo abrumador, por un segundo pensó que el hechicero lo llevó a un paraje para que muriese, sin embargo, una mano lo tomó del hombro y lo jaló con tanta fuerza que le fue imposible mantenerse pegado a la nieve.
Kran miró a su alrededor buscando a la persona que le había brindado tal ayuda. Le costó un poco de tiempo distinguirlo, pues la nieve caía con tanta fuerza que parecía querer enterrarlo lo más rápido posible. Willbur se encontraba observándolo con una expresión bastante surrealista para esa situación, el hombre mostraba una amplia sonrisa que casi hacía desaparecer sus ojos.



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En el texto hay: magia, alta fantasia, artefactos magicos

Editado: 03.01.2024

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