The Pain of Smiling

Capitulo 7: Sueño.

Todo pierde sentido aquí, es difícil diferenciar el bien o el mal, o la mentira de la realidad. Por eso lo primero que recomiendan al adentrarte a esta mierda de lugar es dormir poco, ya sea por las diversas criaturas que rondan por ahí o las mismas personas que no dudarían un minuto en acabar contigo por algo de dinero. Pero ese es el menor de los problemas, ya que si duermes puedes perderte en un sueño del cual no desearás despertar.

Cuando cierro mis ojos, deseo algo. La casera siempre me repite que si lo hago será más difícil quedarme atrapado en algún sueño, no entiendo por qué, no le he preguntado la lógica tras su afirmación, pero le creo, ya que es mejor eso que nada.

—¿Cómo estará? —me pregunto entrando a algún sueño deseando una familia. Siempre tengo los mismos sueños: en todos estos estoy lejos de este reino. Hay veces que llueve o nieva; me gusta más la nieve, nunca la he visto, pero me encanta. Aunque en los pocos que estoy en un hermoso día soleado, puedo decir que son mis favoritos. En dos de estos estoy caminando por una pradera, contemplando lo que hay a mi alrededor: las ramas de los árboles moviéndose por el viento, las aves surcando los cielos y los muros que rodean este lugar a una distancia que no logro verlos. En ese instante siento algo como la felicidad. Pero hay un sueño al cual le tengo miedo, uno donde despierto en una casa de madera. Siempre es la misma. —¿Cómo lo sé? —no lo sé, solo siento algo ambiguo, una paz mezclada con algo que desconozco. Es algo que rodea la habitación en la que estoy acostado, tal vez sea la gran cama o las cobijas limpias, quizás sea la luz que entra por la ventana o solamente aquel olor que desconozco, lo cual me hace feliz ya que no es podredumbre, sangre o mierda.

En este lugar siempre hay una habitación, un baño y una cocina; hay unas cuantas pinturas, un gran reloj que marca las doce y tres jarrones con plantas sembradas en ellos, distribuidas en todo el lugar. Al levantarme intento cambiar de lugar uno de los jarrones que se encuentra al pie de la cama; siempre me golpeo con él, lo cual provoca que esté a punto de romperse, lo cual no me gustaría ya que es demasiado bonito. Aunque todo esto me encanta, no es lo más sorprendente. Siempre me acompaña algo, no sé qué es, no le he puesto nombre ya que no deseo encariñarme. Es un... no sé, una mancha gris sin forma fija, normalmente está cubierta completamente por la sábana delgada. Me gusta darle forma de una mujer, aunque a veces la cambio; la hago solo un poco más grande que yo. Su cabello negro me lo tengo que imaginar como el resto de su rostro, esto es lo más difícil. A veces le doy ojos cafés, grandes ojos cafés; otras verdes o azules, labios gruesos. Sus pestañas y cejas no sé cómo describirlas, como a su nariz.

Aquella cosa al instante vuelve a su forma original. Por más que la moldee, hay veces que me pregunto si no le gusta que la toque o si le duele cuando intento transformarla en algo que no es. —¿Qué es? —me pregunto viendo cómo crece sin parar. Mi nariz empieza a sangrar, no puedo respirar bien; todo empieza a temblar, mientras la forma de aquella cosa va cambiando. Una mano grande sale de aquella mancha sujetando mi rostro, lo aprieta con fuerza haciendo que todos mis huesos suenen, desfigurándome la cara. Todo se tiñe de rojo, pero aun con mis ojos colgando puedo ver cómo se forma un rostro feo en la cosa, la cual me regala una sonrisa, mientras otra mano ya formada empieza a recorrer mi piel suavemente. Una larga lengua gris sale de aquella sonrisa entrando por mi boca y empieza a moverse histéricamente dentro de mí; siento cómo baja por mi garganta llegando a mi pulmón, el cual rodea apretando hasta el punto de hacerlo explotar. Su mano empezó a arañarme y su lengua a ahogarme. Su respiración cortada dio paso a la sensación de la sangre saliendo de mi interior; un cuerpo deforme y peludo se había terminado de formar. Aquella cosa u hombre se acostó encima de mí mirándome con aquellos ojos muertos; su descomunal peso aplastaba cada hueso de mi cuerpo.

Un leve toqueteo se escuchó. Tras este, una voz cálida dijo: —Ya se acabó su tiempo—. Desperté agitado, bañado en sudor, odiándome por alguna razón que desconocía. Era la primera vez que mataba algo que no fuera un animal, bestia o algo. No sé por qué me sentía mal por salvar mi vida ante la codicia de aquellos hombres; sentí que era juzgado por algo más grande que los dioses que habitaban a nuestro alrededor. No podía respirar bien por mi nariz rota, todo empezó a dar vueltas. Al ver aquellos cuerpos sin vida vomité.

—Recuerden que suciedad tendrá un costo adicional, el cual está en el tablero del primer piso —dijo aquella voz sin perder la tranquilidad. Sin recibir respuestas, se marchó.

Me levanté de la cama pisando el vómito del suelo, caminé hasta el baño y me miré en el espejo. Al instante me di cuenta de que estaba en la mierda, más de lo habitual. Tomé mi nariz con mis dedos; la sangre de esta se había secado. Con un rápido movimiento me la acomodé, lo cual me permitió respirar algo mejor. Tomé agua de un balde y me lavé la cara. —¿Está bien? —me pregunté tras sentirme bien por seguir vivo. La culpa es algo con lo que había evitado cargar, pero no soportaba más—. ¿Por qué no sentí nada? —me cuestioné mirando mis manos callosas y cortadas. Me sentía bien por estar vivo, ¿pero por qué lo estaba?

Volteé viendo aquellos cadáveres, los cuales tenían nombres que no recordaba; sentía que me miraban fijamente, esperando algo de mí. Decidí ignorar todo aquello que me atormentaba, deseando que la respuesta a mis preguntas apareciera mágicamente. Aparte, tenía que irme de este lugar. Con suerte encontraría mi mochila rápido. Imaginando que eran simples bestias, me propuse revisar aquellos cuerpos. Empecé por el hombre enorme, el cual se encontraba boca abajo; al acercarme, la peste que emanaba de este me hizo arder las fosas nasales. Se encontraba frío y su piel se había puesto pálida. Lo volteé mirando sus ojos abiertos, los cuales lo último que vieron fue a mí. Metí mis manos en sus bolsillos donde saqué una bolsa con unas cuantas monedas de plata y dos de oro; era más de lo que había pensado. En su pecho había una especie de papel; procedí a desabotonar unos cuantos botones de su camisa y metí mis dedos en un bolsillo y saqué una foto. En esta estaba este sujeto y una mujer; cada uno de estos sostenía una niña en brazos. Lucían felices. Guardé la foto sin pensarlo dos veces; al final me serviría de confort. Si aquel asqueroso podía tener una familia feliz, era posible para mí; aquella foto sería un recordatorio de que en este mundo había un lugar para mí. Fui hasta el otro cadáver, el cual se encontraba boca arriba; su cara seguía cubierta por la almohada, la cual no quise quitar. Lo primero que hice fue tomar el reloj de su muñeca, el cual parecía valer algo. Revisé sus bolsillos donde saqué una bolsa con varias monedas de oro, lo cual era más de lo que había ganado en todo el tiempo en este reino. Pensé por un breve momento en ponerlos uno arriba del otro, como si fueran amantes o algo, pero rápidamente descarté aquella idea.



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En el texto hay: psicolgico, magia, teror

Editado: 20.10.2025

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