The Phantom Violinist

Capitulo 5

Mientras el telegrama para Lyra Vance iniciaba su urgente viaje hacia París, Alistair Thorne permanecía en su oficina. El silencio después de la salida de Edwin era espeso, roto solo por el lejano golpeteo de los martillos y el rasgado de la sierra en el auditorio.

Thorne tomó la botella de brandy y, en lugar de servirse otra copa, la volvió a guardar en el armario empotrado. Se acercó a la ventana, que daba al callejón trasero, un pasaje estrecho y oscuro lleno de cajas y escombros.

No había pasado ni un minuto cuando un golpe seco y educado sonó en la puerta de roble pulido.

—Adelante —dijo Thorne, sin girarse, ya que supo por la cadencia precisa del golpe que no era Edwin.

La puerta se abrió y entró el Detective Inspector Lancel. El policía no se disculpó por la intrusión; su presencia era tan formal como su atuendo. El Inspector se quitó el sombrero y el olor a aire frío de la calle entró con él, contrastando con el calor y el aroma a nogal de la oficina.

—Señor Thorne —saludó Lancel, su voz firme y sin adornos—. Detective Inspector Lancel, Comisaría de Whitechapel. Disculpe la intromisión en un momento de tan obvia... actividad.

—Inspector —Thorne se giró, su expresión era una máscara de cortesía fría. Hizo un gesto hacia la silla para invitados, pero no ofreció un apretón de manos—. Su visita es, de hecho, inoportuna. Como puede ver, estamos en medio de una resurrección. ¿Se trata de un problema de licencias? Mi asistente, Edwin, maneja todos esos pormenores.

Lancel se acercó al escritorio, su mirada no se detuvo en el costoso nogal, sino en el volumen de partituras de tapa negra abierto.

—No se preocupe por el señor Edwin, ya hemos tenido una breve charla. Estoy aquí por usted, señor Thorne. Y por los pormenores que no aparecen en un recibo.

Lancel colocó su sombrero sobre el escritorio, haciendo que el cuero rozara el terciopelo de la partitura. Thorne no parpadeó.

—Mi reputación es intachable en el sector comercial, Inspector. Si está buscando una estafa, vaya al distrito financiero. Aquí solo encontrará un hombre invirtiendo su propia fortuna en el arte.

—Un arte muy costoso, y con un calendario imposible. Eso despierta mi interés, señor Thorne. La prisa es a menudo la sombra del pánico.

—La prisa es el combustible de un visionario, Inspector. O de un hombre de negocios que comprende el valor de un estreno de Nochevieja.

Lancel asintió lentamente, su mirada recorriendo la oficina, notando la ausencia de polvo en el escritorio, el brillo de la madera nueva.

—Estamos interesados en los cimientos, señor Thorne. Los cimientos del edificio y los cimientos de su regreso. He estado revisando los informes de la policía de 1878. El accidente en el Sound of Art. Diez años de silencio, y una reapertura que parece diseñada para borrar el pasado.

Thorne tomó la silla de su escritorio, reclinándose con un aire de hastío estudiado.

—Ah, la historia antigua de Stonecroft. Lo entiendo. La gente necesita cotilleos para evitar la melancolía del invierno. La caída de la utilería fue un error mecánico. Fue investigado y clasificado. Es historia.

—Los maquinistas fueron despedidos y desaparecieron la misma noche, señor. Nunca dieron su testimonio oficial. ¿Recuerda sus nombres?

—Diez años es mucho tiempo, Inspector. He viajado por el mundo. He conocido a cientos de tramoyistas. Si me da tiempo, puedo revisar mis viejos libros de cuentas. No creo que esto justifique su... interrupción.

Lancel se inclinó ligeramente, su voz bajando un tono, volviéndose más incisiva.

—No estoy buscando a sus viejos empleados, señor Thorne. Estoy buscando la razón por la que un hombre con el mundo a sus pies regresa a la escena de su mayor fracaso y lo convierte en su mayor apuesta. Algunos dicen que es por dinero. Otros, por redención. Yo sospecho que es para silenciar un eco.

Thorne se permitió una sonrisa delgada y escalofriante.

—Los ecos no se silencian, Inspector. Se amplifican. Y yo he regresado para amplificar el Sound of Art. Para crear una obra que hará que el accidente de 1878 parezca una pequeña molestia. He regresado con la música. ¿Le gustaría saber de qué se trata?

Thorne colocó un dedo sobre el título de la partitura.

—"El Orfebre de Sombras". Es la historia de alguien que se ve obligado a crear belleza a partir del dolor. Es un réquiem por los perdidos y un himno a la obsesión. Está destinado a ser inolvidable. Justo como su visita.

—Y para interpretar esa obsesión, necesita a la señora Lyra Vance —dijo Lancel, mirando fijamente a Thorne. Había conseguido esa información de Edwin, usando una simple mención a los gastos de envío por telegrama a París.

Thorne mostró una momentánea sorpresa. —Usted es un detective eficiente. Sí. Lyra Vance. Su hermana fue la herida en el accidente. ¿Cree que ella se prestaría a silenciar algo?

—Ella lo culpa a usted por la desgracia de su familia, señor Thorne. Solo hay dos razones por las que Lyra Vance volvería a este teatro para trabajar con usted: por una coacción desesperada, o por una venganza cuidadosamente orquestada.

Thorne se puso de pie, terminando la conversación con su estatura imponente.

—Mi única coacción es el arte, Inspector. Y mi única venganza es el éxito. Le sugiero que disfrute el estreno. Hasta entonces, por favor, permítame reconstruir mi teatro.

Lancel tomó su sombrero, sus ojos grises todavía evaluando a Thorne.

—Le concedo el beneficio de la duda, señor Thorne. Por ahora. Pero tenga esto en cuenta: Whitechapel es un lugar de secretos y sombras, y yo tengo un talento particular para encontrar el metal escondido debajo del óxido.

Con una breve inclinación de cabeza, Lancel se retiró, dejando a Thorne solo. El director se acercó a la puerta, miró la mancha oscura en la alfombra nueva donde había estado el policía. Thorne no estaba nervioso; estaba satisfecho. El detective había picado el anzuelo. Ahora la investigación de Lancel formaba parte de la dramaturgia del regreso.




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