El Detective Inspector Lancel regresó a la comisaría de Whitechapel, el recuerdo del pánico del carpintero y la arrogancia serena de Alistair Thorne anclados en su mente. Tenía la sensación de que el teatro no era el escenario de un futuro glorioso, sino la escena de un crimen pasado.
Su oficina estaba fría, a pesar del pequeño brasero de carbón. Lancel se puso manos a la obra, consultando los archivos de hace diez años. No buscaba a los maquinistas, aún no; buscaba cualquier otra pieza de información vinculada al día del accidente, el 31 de diciembre de 1878.
Recorrió las pilas de informes, buscando incidentes menores, reportes de vagancia, todo lo que pudiera haber pasado desapercibido en el torbellino del escándalo principal. Finalmente, en una caja etiquetada simplemente como "Varios", encontró un informe médico rutinario, escrito con caligrafía apresurada por un médico forense local.
El informe describía las lesiones de las víctimas del accidente en el Sound of Art:
Víctima 1: John Rowntree (35), Tramoyista. Fractura de tibia y peroné. Sobrevivió.
Víctima 2: Liana Vance (22). Múltiples lesiones contusas en la cabeza y el pecho. Muerte declarada en el lugar.
Lancel se enderezó, sintiendo un escalofrío que no provenía de la temperatura de la oficina. Se había centrado tanto en el director y la diva, Lyra Vance, que había asumido que la víctima era simplemente una actriz secundaria o una bailarina herida, como se reportó vagamente en los periódicos de la época.
—Liana Vance —murmuró, su voz apenas audible.
Rápidamente, buscó los recortes de prensa más antiguos sobre el incidente. Los grandes titulares se enfocaban en el cierre del teatro y la huida de Thorne. Pero una pequeña nota en la sección de obituarios del The Times, que había pasado por alto, confirmaba el parentesco.
"La comunidad artística lamenta profundamente la pérdida de Liana Vance, hermana menor de la célebre soprano Lyra Vance. Liana era una violinista de extraordinario talento, conocida por su delicadeza y su prometedora carrera en la música de cámara. Había sido contratada recientemente para unirse a la orquesta del Sound of Art, justo a tiempo para su desastroso estreno de Nochevieja..."
Lancel releyó la nota, su mente uniendo puntos con la precisión de un relojero.
Lyra Vance (la diva, la voz de la ópera) acaba de regresar a Londres para cantar.
Liana Vance (la violinista, la voz de la orquesta) fue la única víctima mortal del accidente.
El accidente ocurrió en Nochevieja.
Thorne está reabriendo el teatro en Nochevieja, con una obra sobre "El Orfebre de Sombras".
El golpe de utilería no había caído en un área aleatoria. Había caído sobre la zona del foso de la orquesta, el lugar exacto donde los músicos habrían estado sentados, y presumiblemente, donde Liana Vance, la hermana de la gran diva, habría estado tocando.
El terror y la desesperación en el grito de Lyra que el teatro había escuchado hace diez años no era por un set que caía. Era por la muerte de su propia hermana.
Esto ya no era un simple asunto de negligencia o evasión fiscal. Era la cimentación de un conflicto personal y una posible venganza.
Lancel tomó el informe forense. El detalle que lo golpeó fue el de la hora de la muerte: 23:55 horas. Cinco minutos antes de la medianoche, cinco minutos antes de la Nochevieja, el día que Thorne había elegido para su gran estreno.
—Esto no es un estreno, es una ceremonia —dijo Lancel en voz alta, golpeando el escritorio con el dedo.
Thorne no solo había elegido la fecha, sino la obra. El Orfebre de Sombras, una pieza "que requiere una voz que pueda cortar la niebla y la duda", y que utiliza "la música de otra era". Si Lyra estaba en lo cierto, y la partitura contenía el eco del grito final de su hermana, Thorne no estaba enterrando el pasado. Lo estaba exhibiendo.
Lancel se dio cuenta de la magnitud del juego que Thorne estaba jugando, y la razón por la que Lyra Vance había aceptado el papel. No había regresado para cantar, sino para confrontar a Thorne en el mismo escenario de la tragedia de su familia. Su "guion propio" significaba buscar pruebas de que el accidente no fue un accidente.
El detective tomó nota de los nombres de los dos maquinistas despedidos: Arthur Bates y George Perkins. Ahora tenía una razón más urgente para encontrarlos. Si alguien había manipulado la cuerda de seguridad de la utilería, eran ellos quienes lo sabrían.
Lancel cogió su abrigo, la urgencia dándole una energía renovada. La neblina de las calles y el glamour del teatro se habían desvanecido, dejando solo la fría y dura verdad. Alistair Thorne no era un simple empresario; era el director de una obra de venganza.
—Si la sombra tiene oro, señor Thorne —murmuró Lancel, cerrando la puerta de su oficina—, yo encontraré al orfebre.
El Detective Inspector Lancel salió de la comisaría, dirigiéndose a los callejones más sucios de Londres, buscando a dos hombres desaparecidos que podrían tener la llave para desenmascarar la farsa en el Sound of Art.