The Phantom Violinist

Capitulo 24

El reloj de la torre marcó las once y cincuenta y cinco de la noche. El Sound of Art estaba preparado para el duelo. El ambiente era de tensión y luz amarillenta.

Lyra Vance se encontraba en el escenario, su traje esmeralda brillaba bajo la luz. La orquesta esperaba tensa en el foso. Thorne estaba en la platea, pálido. Lancel vigilaba las pasarelas superiores.

Lyra dio la señal para la obertura de la antigua ópera, creando un eco del fatídico estreno. Luego, Lyra se colocó junto al atril del violín de Liana.

—Maestro de las Cuerdas —llamó Lyra, su voz un desafío—. ¡Has exigido la verdad! ¡Muéstrate!

Lyra dio la señal para comenzar el Acto III. Lyra dejó que su voz se elevara, cantando sobre la pérdida y la búsqueda de la luz.

Mientras Lyra cantaba, una figura apareció en la pasarela de la tramoya. Era un hombre, delgado, vestido con ropas oscuras y raídas, con el rostro pálido y los ojos ardiendo.

El hombre esperó a que la orquesta llegara al punto del solo de violín.

El Maestro de las Cuerdas saltó por la barandilla de la pasarela y, usando una cuerda de seguridad que no había sido vista antes, descendió rápidamente hacia el escenario, aterrizando con la agilidad de un acróbata justo frente a Lyra y el atril.

El Maestro de las Cuerdas, ignorando a todos, agarró el violín de Liana Vance, lo sostuvo contra su hombro y colocó el arco.

Y luego, tocó.

El violín sonó. Era un sonido profundamente físico, lleno de fuerza y dolor, ejecutando una melodía completamente nueva, llena de acusación.

El Maestro tocaba con los ojos cerrados, lágrimas silenciosas corriendo por su rostro. En el pico de la música, el Maestro abrió sus ojos y miró a Lyra.

—¡Ella me amaba! —gritó el Maestro, su voz quebrándose por la emoción—. ¡Y él me la quitó!

Lyra lo enfrentó. —¡Thorne no es el culpable! ¡Hay otro, alguien que lo obligó!

El Maestro se rió con una nota de locura. —¡No, Lyra! ¡El verdadero ladrón de almas eres tú! ¡Y él! —señaló a Lancel, que se acercaba al escenario.

—¡Tú! ¡Detective! ¡Tú has sentido su música, has robado el amor que era mío! ¡Liana se me manifestó, y tú te interpones!

Lancel se detuvo, paralizado por la acusación pública de su amor secreto.

—¡Ella era mía! —gritó el Maestro, apretando el violín contra su pecho—. ¡Su cuerpo y su música! Yo la cuidé. ¡Su cuerpo está a salvo! ¡Lo he mantenido en el único lugar donde la música no la puede tocar!

Thorne se puso de pie, su rostro lleno de horror. —¿El cuerpo? ¿De qué hablas?

—¡Hablo de la partitura perfecta! —El Maestro sonrió con una locura exaltada—. ¡Thorne me robó el estreno, pero yo no dejé que se llevara a Liana! ¡Su cuerpo está cerca, Lyra! ¡En una cripta que él no puede tocar! ¡Y con el violín, puedo completar el solo! ¡Puedo revivirla!

El Maestro de las Cuerdas soltó el violín. Lancel avanzó rápidamente, su revólver en alto.

—¡Usted está bajo arresto por coacción y robo de cadáver, si es lo que insinúa!

El Maestro de las Cuerdas vio a Lancel y sonrió con desdén.

—La ley no puede atrapar a la pasión, Inspector. ¡Tú has sentido la misma conexión que yo! ¡Pero mi amor es más fuerte!

En un movimiento rápido, el Maestro de las Cuerdas se lanzó hacia la pared lateral del escenario, corriendo hacia la puerta de servicio.

—¡No! —gritó Lyra, dándose cuenta de su ruta de escape.

Lancel corrió hacia él, pero el Maestro de las Cuerdas era demasiado rápido. Abrió la puerta lateral de golpe, revelando la pequeña abertura del túnel que Lancel había explorado.

El Maestro de las Cuerdas se deslizó por el túnel con una agilidad sorprendente, su cuerpo delgado desapareciendo en la oscuridad.

Lancel llegó al túnel un segundo tarde. Apuntó su linterna hacia el túnel.

—¡Maestro de las Cuerdas! ¡No se mueva o disparo!

El Maestro, ya a una distancia considerable, giró su cabeza por última vez hacia la luz de la linterna.

—¡El violín es mío! ¡Y el cuerpo de Liana también! ¡Ven por nosotros, Inspector! ¡Si la amas, ven a buscarla!

Y con una risa frenética que resonó en el túnel de ladrillo, el Maestro de las Cuerdas desapareció en la oscuridad.

Lancel se quedó allí, jadeando, su revólver apuntando a la negrura. No podía entrar al túnel. El Maestro había escapado.

Lyra se acercó a él, sus ojos muy abiertos por el terror ante la mención del cuerpo.

—¡El cuerpo de Liana! —susurró—. ¡Alistair, de qué locura estás hablando!

Thorne se había derrumbado en el auditorio, temblando.

—¡No lo sé! ¡No lo sé! ¡Nunca supe que estaba tan loco! Él solo me amenazó, ¡nunca supe que él la tenía!

El duelo había terminado, no con una captura, sino con la revelación de una locura macabra y un escape. El Maestro de las Cuerdas, un rival que compartía el amor por Liana, había desafiado a Lancel a una caza final a través del laberinto de Londres.




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