Mientras Lancel aseguraba al Maestro de las Cuerdas y se retiraba a su escondite, en el teatro Sound of Art, el sol de la mañana exponía la escena de la tragedia y el milagro. La confesión de Alistair Thorne había encendido una mecha.
El Inspector Davies, después de procesar la identidad de Archibald Thorne y los detalles sórdidos del complot, ya había telegrafiado la noticia a la Jefatura. El escándalo no era solo criminal, sino social: la muerte de Liana Vance había sido un asesinato planeado por su propio primo, un rival artístico celoso.
A eso de las 8 de la mañana, la prensa de Londres se abalanzó sobre el teatro. Reporteros del Daily Telegraph y del Pall Mall Gazette rompieron el perímetro policial, buscando declaraciones.
Lyra Vance, sin embargo, se mantuvo imperturbable. A pesar de la conmoción y el agotamiento, su mente se había agudizado. Tenía que proteger la narrativa de Liana y el secreto del Inspector Lancel.
Se enfrentó a la prensa en la entrada del teatro, con los ojos cansados, pero con la dignidad de una actriz de tragedia.
—Mi hermana, Liana Vance, no murió por accidente —declaró Lyra, su voz clara y firme—. Fue asesinada por la locura y los celos de Archibald Thorne. Un hombre que creía que su arte debía ser alimentado por la muerte.
Un reportero gritó: —¿Es cierto que Alistair Thorne, planeó el "accidente"?
—Alistair fue una víctima de las amenazas de Archibald. Un hombre cobarde, sí, pero forzado a cooperar bajo la amenaza de la ruina. Archibald Thorne, el Maestro de las Cuerdas, la quería para sí mismo, incluso muerta.
La prensa devoraba cada palabra.
—¿Y es cierto que el Detective Inspector Lancel la rescató en un dramático duelo contra el Maestro?
Lyra sonrió levemente, una sonrisa que era una mezcla de tristeza y orgullo.
—El Inspector Lancel, como siempre, actuó con honor y valentía. Él puso fin a la locura de Archibald y aseguró su captura. La justicia, finalmente, ha prevalecido.
Lyra omitió, por supuesto, la resurrección, la posterior desaparición y, crucialmente, la posesión del violín por Lancel. Para la prensa, Liana Vance era un cadáver en paradero desconocido, y el caso estaba cerrado con la captura del culpable.
Lyra se retiró de la prensa y encontró a Edwin, el asistente, que estaba nervioso pero orgulloso de su misión cumplida.
—¿Encontraste al Inspector? —preguntó Lyra.
—Sí, señorita Vance. En Whitechapel. Estaba... sucio, pero despierto. Le di el mensaje: Archibald Thorne.
—Bien, Edwin. Ahora, hazme un último favor. Necesito encontrar a Madam Zenobia. Sé que ella la única que puede entender lo que ha pasado.
Zenobia no era una persona fácil de encontrar. Su residencia cambiaba tan a menudo como las fases de la luna. Lyra, sin embargo, conocía un método.
—Ve al callejón detrás de la tienda de antigüedades en Oxford Street. Hay un símbolo de luna creciente grabado en la puerta. Déjale una nota con urgencia. Dile que el Inspector Lancel ha capturado al Maestro y recuperado la llave. Pero que no sabe cómo usarla.
Edwin, acostumbrado a manejar utilería enigmática, asintió y partió de nuevo.
Lyra se quedó sola en el auditorio desolado. Se acercó al escenario y miró el lugar donde Liana había estado, y donde se había desvanecido.
Lancel te tiene. Ahora necesitamos que Zenobia le diga cómo asegurar tu regreso.
Lyra entendía la lógica de su hermana: Liana se había ido para forzar a Lancel a cazar al Maestro y recuperar el instrumento, eliminando así la amenaza de la disolución. Ahora que la amenaza estaba neutralizada con la captura de Archibald, Lancel solo necesitaba el conocimiento para consolidar la magia.
La clave no era la fuerza de la ley, sino la sabiduría oculta.