Lancel pasó el resto de la mañana en su estudio de Whitechapel, el revólver de servicio sobre la mesa junto al violín recuperado. Estudiaba el instrumento con la concentración forense que aplicaría a una escena de crimen.
Retiró la capa de gabardina de la caja de resonancia. A la luz del gas, examinó las cuerdas. El hilo de pescar era apenas visible, mezclado con las cuerdas tradicionales, y era indudablemente la fuente de la horrible disonancia que había llenado el almacén.
El Maestro había manipulado el violín. No era un simple instrumento; era un mecanismo, una especie de jaula mágica.
Lancel tomó la libreta y comenzó a dibujar. Dibujó la forma del violín, notando las minúsculas marcas de herramientas alrededor del clavijero y el puente.
Premisa: Liana existe como materia física, pero su existencia está ligada al estado del violín.
Problema: Si se destruye el violín, ¿se destruye Liana?
Hipótesis de Archibald: Sí. Si no puedo tenerla, nadie puede.
Hipótesis de Lancel: Archibald es un artista, no un dios. Él no creó a Liana, solo manipuló el medio que la trajo de vuelta.
Lancel se concentró en la manipulación. Archibald había usado la música para traer a Liana y luego para deshacerla. La clave estaba en la melodía, no en el objeto en sí. El violín era el canal.
Si el canal era manipulado para un fin nefasto (la disolución), la solución lógica era revertir esa manipulación.
Con sumo cuidado, Lancel usó su navaja de bolsillo para cortar el fino hilo de pescar que Archibald había tensado entre las cuerdas de tripa. Un sonido casi imperceptible resonó al romperse cada hilo, una pequeña pizzicato de alivio.
Mientras cortaba el último hilo de pescar, Lancel sintió un escalofrío que no tenía nada que ver con el frío del amanecer. La atmósfera en la habitación pareció aligerarse. Ya no sentía la opresión que el instrumento había provocado.
Pero el problema persistía: Liana seguía desaparecida.
Lancel no se atrevió a tocar las cuerdas. No era músico; su intervención solo arruinaría la oportunidad de un verdadero músico de estabilizar el hechizo.
Guardó el violín en el escondite y se puso de pie, frustrado. Tenía la llave de la vida de la mujer que amaba, pero no el manual de instrucciones.
En ese momento, la lógica pura falló. Lancel necesitaba un guía que entendiera lo que él había cazado. Necesitaba a Zenobia.
Justo cuando estaba a punto de vestirse y salir, escuchó un golpe muy suave, casi una caricia, en la ventana trasera. Lancel empuñó el revólver.
Una voz baja y melodiosa habló desde afuera: —Detective Inspector Lancel. La luna creciente de Lyra me ha traído.
Lancel bajó el arma. Él no le había dicho a nadie que estaba allí, excepto a Edwin.
Abrió la puerta trasera, y Madam Zenobia entró en la habitación. Estaba envuelta en su habitual velo y chal oscuro, pero a pesar de la hora temprana, parecía totalmente despierta.
—El joven Edwin fue muy elocuente —dijo Zenobia, sus ojos examinando el estudio de Lancel—. Un buen mensajero, pero necesita una capa menos polvorienta.
—Usted lo sabía —dijo Lancel sin preámbulos, guardando el revólver—. Sabía que la clave de la resurrección no era el Maestro, sino el instrumento.
—Sabía que Archibald Thorne es la manifestación de la obsesión, y que el violín es el ancla que él eligió para sujetar el alma de Liana a este mundo —corrigió Zenobia—. ¿Lo tiene?
Lancel fue al escritorio y sacó el violín, colocándolo de nuevo sobre el roble.
Zenobia se acercó al violín. No lo tocó, pero se inclinó sobre él, examinándolo como si pudiera leer su historia en la madera.
—El Maestro de las Cuerdas fue un tonto. Creyó que el arte era más fuerte que el amor. El amor de Liana por usted es la verdadera fuerza que la sostiene, no la cuerda del violín. Pero el violín es el cable que la conecta. Al manipularlo, Archibald podría cortar la conexión.
—He cortado el hilo que él añadió —informó Lancel—. ¿Es suficiente?
Zenobia negó con la cabeza lentamente.
—Es un buen comienzo, Inspector. Neutraliza el veneno. Pero Liana no puede regresar a un cable que ha sido silenciado. Ella se ha ido al éter, esperando que usted toque la nota correcta. Necesita un contramelodía, Inspector. Una melodía que sustituya la locura de Archibald por la verdad de su amor. Una nota que la llame a casa.
Lancel sintió que el agotamiento lo alcanzaba.
—No soy músico, Madam.
Zenobia sonrió, un destello fugaz.
—No. Pero hay un solo en este violín que aún no ha sido tocado. El solo de la consolidación. El único que puede tocarlo es la persona que Liana amó antes de que la música la reclamara. La persona que lo sabe todo de las creaciones de Archibald.
—Lyra Vance —dijo Lancel, entendiendo finalmente.
—Lyra amaba a su hermana, y Lyra fue una de las primeras en actuar con las partituras secretas de Archibald. Si alguien puede descifrar la melodía que la traerá de vuelta de forma definitiva, es Lyra. Pero ella no debe hacerlo sola.
—¿Y yo? —preguntó Lancel.
—Usted es el ancla, Inspector. Usted debe estar allí. Su corazón es el metrónomo.
Lancel asintió. La lógica había fallado; era hora de recurrir al corazón y a la música. Tenía que encontrar a Lyra y el lugar perfecto para tocar el solo final que aseguraría el regreso de Liana.