Las semanas siguientes se convirtieron en una carrera contra el reloj y la fe. La noticia de la reapertura del Sound of Art en Nochevieja, anunciada por Lyra Vance como un "Concierto de Redención" en honor a su hermana, causó un frenesí en la prensa y el público de Londres. El escándalo se había convertido en un macabro espectáculo social.
Lancel se instaló permanentemente en su antigua casa, dedicando sus días a dos tareas: mantener la vigilancia sobre Archibald Thorne y proteger el violín.
Archibald, aunque encarcelado, no se había rendido. La policía de Newgate interceptó cartas incoherentes destinadas a la prensa, afirmando que Lancel había robado su obra maestra y que Liana se desvanecería sin su toque. Lancel se aseguró de que estas cartas nunca vieran la luz y de que Archibald permaneciera en total aislamiento, sin acceso a instrumentos ni papel.
Mientras tanto, en el Sound of Art, Lyra Vance obraba su propia magia teatral. Los decorados fueron limpiados, las viejas heridas ocultadas con nueva pintura y la orquesta fue reunida bajo el mando de un director leal. Lyra, sin embargo, se reservó el rol más crucial: el solo de violín.
Los ensayos eran secretos. Solo Lancel, Zenobia y el director de orquesta estaban al tanto del verdadero propósito del concierto.
El violín, que Lancel había llevado consigo en un estuche discreto, era la estrella de cada ensayo. Lyra, que había sido una talentosa violinista en su juventud, dedicó horas a estudiar El Orfebre de Sombras. La pieza de Alistair era compleja, llena de melancolía y una belleza inquietante.
Una tarde, Lancel observó a Lyra practicar en el escenario vacío. Ella tocaba con una intensidad sombría, buscando el sentimiento exacto.
—La melodía debe ser perfecta, Lancel —dijo Lyra, deteniendo el arco—. Debe ser la antítesis del veneno de Archibald.
Zenobia, sentada en la primera fila, vestida de negro, ofrecía instrucciones crípticas:
—No busques la nota, Lyra. Busca el corazón. La vibración debe ser pura. Liana se fue con amor, y solo el amor puede llamarla de vuelta.
Lancel se acercó al escenario, sintiéndose inútil, pero esencial. Su presencia, su fe en la resurrección, era lo único que mantenía la lógica de su plan.
—Lyra, el tiempo se agota —dijo Lancel, mirando el calendario. Faltaban solo tres días para Nochevieja—. Necesitamos asegurar que el escenario sea un punto de enfoque para el solo.
—He pensado en eso —replicó Lyra—. He hecho instalar espejos detrás del escenario, justo donde Liana solía estar. No espejos normales, sino el tipo de cristal antiguo y opaco que amplifica el reflejo. Como la vez que te visitó.
Lancel sintió un escalofrío de reconocimiento. Lyra había entendido la naturaleza visual y etérea del hechizo.
Zenobia aprobó la idea con un movimiento de cabeza.
—Bien hecho, Lyra. El espejo será el portal. El violín, la llave. El amor de Lancel, el ancla.
Lancel tomó el violín de las manos de Lyra.
—El destino está escrito en esta partitura —dijo, mirando la compleja composición de El Orfebre de Sombras.
—No en la partitura, Inspector —corrigió Zenobia con voz suave—. El destino está escrito en el corazón que la escucha.
Con la Nochevieja acercándose rápidamente, Lancel y Lyra continuaron su sombrío y desesperado ensayo. El aire en el Sound of Art estaba cargado de expectación: la de la multitud, esperando el drama del escándalo; y la de ellos, esperando el milagro de la música que traería de vuelta a la mujer que había desafiado a la muerte por amor.