La mansión de George Banray no era algo común, no era la típica mansión de los burgueses en la época Inglesa del siglo pasado. Todo lo contrarió. Lo que mas llamaba la atención de la propiedad era ese jardín, ese inmenso jardín repleto de hierbas con las cuales te podían mandar al otro mundo con tan solo un pequeño pinchazo. La propiedad es tan inmensa que tiene mas de cientos de hectáreas, podría decirse que, tiene su propio pueblo. Todo es de color verde cuando llega la primavera, todo se llena de un color inmenso cuando todas las flores despiertan de un gran letargo y, contrastan un poco con lo verde que la tierra hace brotar. Esas finas hierbas que cubren todo a su paso.
George Banray tiene a su servicio varios muchachos, entre ellos algunas mujeres muy hermosas, las cuales visten como si fuera el siglo pasado, estilo Victoriano. Algunas veces cargan su canasta de carrizo trenzada en sus brazos, con una pequeña tela cubriendo, otras veces simplemente..... corren desnudas por el campo mientras los jóvenes varones les dan caza. Aunque todo parece un juego, al final del día, el juego se convierte en algo mucho mas que eso.
Cada vez que la noche cae, el rostro amable, gentil y respetuoso de George Banray se convierte en algo mucho mas..... que un simple..... ser sin alma, un ser que no tiene el mas mínimo remordimiento en lo que pueda pasar, con sus acciones.
Al final del día, él, es el dueño absoluto del Valhalla, y no precisamente es el salón donde los guerreros descansan eternamente.... simplemente es, un lugar de perdición. Su perdición. Al menos, hasta que él, aparece en su gran jardín, rodeado de belladona y cicuta. Dos platas capaces de matar con tan solo una pequeña probada o, quizá solo es un mito.
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Editado: 29.09.2025