Capítulo 7
La fábrica estaba en silencio, pero el aire se sentía pesado, cargado de polvo y óxido. Cada sombra parecía moverse y cada ruido metálico hacía que mi corazón diera un vuelco. Miré a mi alrededor: los demás supervivientes nos observaban con cautela, evaluando nuestra llegada. La chica desconocida se quedó junto a mí, apretando mi brazo ligeramente, como si esperara que yo supiera lo que debíamos hacer, decidí lanzarle una mirada de "nos vamos", dirigiéndome hacia la salida con ella aun colgada a mi brazo, cuando una ronca voz me hizo parar.
—No puedes salir de aquí ahora —dijo el chico, apoyándose contra un pilar y señalando la entrada principal con la cabeza—. Si te mueves , es demasiado arriesgado. te encontrarían antes de cruzar la calle.
Asentí, comprendiendo que tenía razón. No había otra opción más que quedarnos, aunque no me gustara. Quería huir, seguir corriendo, pero no había un lugar seguro adonde ir. Respiré hondo y miré a los demás.
Mientras todos se acomodaban, me senté contra un muro frío, apoyando la barra de metal junto a mí. El chico se quedó cerca, aparentemente tranquilo, pero con los ojos atentos a cualquier sonido extraño. Su postura era segura, pero había algo en su mirada que demostraba que también estaba evaluando la situación, calculando movimientos, preparando estrategias.
—No es mucho, pero es lo mejor que tenemos —dijo finalmente, como si le hablara a todos—. Mañana, podremos planear por dónde salir sin que nos detecten.
Asentí, intentando no pensar en el miedo que sentía. No había tiempo para dudas; debíamos mantenernos alerta. La rubia de pelo rizado se movió entre los supervivientes, haciendo comentarios y observando al chico, pero yo no tenía tiempo de distraerme. Teníamos que prepararnos para mañana.
el dia avanzó lentamente. El silencio estaba roto solo por el sonido metálico de algún objeto que caía lejos y por la respiración contenida de todos. En algún momento, me di cuenta de que el chico se había sentado cerca de mí. No dijo nada, solo me observaba mientras revisaba un mapa improvisado en el suelo. No era una cercanía romántica, pero sí una especie de alianza tácita: entendíamos que el peligro era más grande que cualquier rivalidad personal.
—Tienes razón —murmuré finalmente, hablando más para mí misma que para él—. No hay adónde ir esta noche.
—Exacto —respondió, sin mirar hacia mí, concentrado—. Así que mañana por la mañana tendremos que empezar a improvisar un plan, no tardaran en encontrarnos.