The Prophet.3: Vigilante

Capítulo 16: Ooteca Magnoliophyta.

No podía creer que hubiera terminado así; solo había tardado cinco minutos en alcanzarlos. Pero el Destino era inamovible, y aquel momento había sido el más agonizante de toda su vida. La grulla, Vanessa Hinotori, yacía con su garganta desgarrada de tanto gritar, mientras una zanja silenciosa confirmaba que había luchado con todo su corazón. Pero, al ataúd de lianas que la niña araña había tejido, el capullo rojo que devoró a su hermano poco le importó. Para ese entonces, los sensores en el brazalete de Hawk llevaban tanto tiempo apagados que el momento de salvarlo ya había terminado, minutos atrás.

— ¡Bakayarō*! — Gritaba furiosa, con sus mejillas bermellón hinchadas de tanto llorar, oculta bajo las plumas blancas de puntas negras que eran su peinado

— ¡Bakayarō*! — Gritaba furiosa, con sus mejillas bermellón hinchadas de tanto llorar, oculta bajo las plumas blancas de puntas negras que eran su peinado. — Se supone que íbamos a regresar con Asim. Íbamos a ser "The Thorn" otra vez —, decía al apuñalar la sólida crisálida de tres metros, recordando en cada tajo los días en que tocaban juntos. Casi podía sentir el peso de su bajo en las manos, en aquel cuarto de juegos de su residencia, donde los huérfanos que entrenaban y servían a su clan les aplaudían con genuina emoción. El recuerdo era tan vívido que pronto la hizo cantar. Una vez más, la última melodía que habían compuesto juntos.

— Y nos iremos muy lejos —, interpretaba con su voz resonando en las víctimas catatónicas, que vibraban tenuemente con su ritmo, hasta sus huesos. — Me... me dejaron sola —, detuvo su lamento, vencida por el dolor de garganta. Sin nada más que hacer, inició un luto silencioso.

Se quedó acurrucada unos minutos, abrazándose fuerte, aferrada a su error y al dolor de su pérdida. Hasta que una mano cálida rozó su espalda, susurrando palabras que cambiarían todo.

— No, no llores, amiguita —, le pidieron, cuando el gesto se convirtió en un pequeño abrazo. — Yo también me quedé solita —, sollozó buscando su protección, una niñita que se había levantado gracias a su armonioso canto. La pequeña Beta, poco a poco, perdía su hibridación forzada de ocelote salvaje, como si nada le hubiese pasado.

— Crrr... mrr... Tú... ¿De dónde saliste? — Carraspeó, llevando su mano a la garganta, al ver que la pequeña víctima se había curado. Cuando comenzó a notar que el resto de los niños, los conejillos de indias, también se recuperaban. Sin rastro del Despertar artificial que los "Polvos de Hada" les habían provocado. — ¡¿Eeeh?! — Se sorprendió, sin poder gritar, viendo cómo la zona de guerra sanaba por sí misma. Era un verdadero milagro que los chiquillos pudieran reencontrarse con sus padres. Incluso en su sacrificio, su hermano Shisa no dejaba de honrar a la familia.

— ¡Mami! — Alegró la gatita que la consoló, cuando corrió a los brazos de una vendedora, con el labio partido y el brazo lastimado, para salir junto a ella del lugar.

Aquel retorno de vida lo invocó; el capullo de sangre ahora vibraba, destellando de nuevo. Su luz esmeralda en el interior se intensificó gradualmente, hasta encandilar a todos los presentes, que asustados se cubrieron del extraño objeto alienígena.

— ¡Shisa! —, Vanessa se lanzó a abrir el paquete con sus cuchillos, solo para ser detenida cuando el envoltorio explotó, catapultando a la grulla por los cielos debido a la gran presión de aire que se generaba.

Abriendo como un botón de rosa, el envoltorio dejó caer sus capas, liberando al halcón, que, hincado en el centro de la estructura, resurgió recuperado de todas sus quemaduras, con la señorita Ángela en sus brazos, inmóvil, sangrando por los ojos y orejas.

Abriendo como un botón de rosa, el envoltorio dejó caer sus capas, liberando al halcón, que, hincado en el centro de la estructura, resurgió recuperado de todas sus quemaduras, con la señorita Ángela en sus brazos, inmóvil, sangrando por los ojos ...

**Proceso de Ilustración: https://youtube.com/shorts/MqT_WkRIPW8?si=2jo01vW9qYd97eDf

— ¿Qué te hizo esta atrevida? — Forzó su voz lastimada la grulla al aterrizar frente a su hermano, asegurándose, por fin, de que él estaba bien. — ¡Suéltala! No sabemos qué más puede hacernos. — Lo jaló por el brazo, tratando de hacer que soltara a la señorita. Estaba temerosa de que él fuera a ser atacado por ella otra vez. Ángela era la alterada más aterradora que había conocido, incluso para una Alfa. No entendía su hibridación: ¿qué clase de criatura usaba su propia sangre para tejer enredaderas de esa manera? Aunque lo pensó, no se atrevió a usar el peor despectivo que los Normaloides tenían con ellos. Pero para ella, la señorita era la definición exacta de una "Quimera": peligrosa y sobrenatural.

— Basta, Vanessa —, dijo molesto, haciéndola a un lado mientras buscaba alguna superficie suave cerca del quiosco derruido en el pequeño mercado que habían sido enviados a proteger. Colocó a su heroína de la manera más gentil sobre un pequeño cuadro de césped. — Angie San nunca sería capaz de lastimar a alguien —, le aseguró al revisar a la atleta, notando su pulso débil y tranquilo. Quedó hipnotizado por su rostro delicado y agotado, intentando entender la conexión que compartían y que lo había salvado. Seguro de que, después de todo lo vivido, ella finalmente comprendía el peso de su misión. — Confía en mí, Van Chan —, ahora abrazó a la grulla con fuerza, para calmarla. — Pronto regresaremos a casa —, aseguró.




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