The Relats fúnebres

Relato N°1 (La silla rota)

Los lamentos olvidados de aquella lúgubre casa yacían sepultados en mi interior, aquello hedia a un repugnante perfume fúnebre, mis acciones aunque no fueron las más impecables proseguian causando estragos en mí, aún en mis más profundos recuerdos perviven aquellos mechones de cabello blanquecinos estos perdurarian siglos, milenios en mi conciencia, estos mechones, ¡Estos malditos mechones!.

Mi tierna y dulce abuela siempre tan obsequiosa, si tuviera 50 años menos hubiese jurado que era mi madre de joven, esa casa donde yace enterrada alguna vez fue el hogar de mis más bellos recuerdos, por los días todo era nubes blancas, un cielo hermoso y una comida casera, por las noches, ¡por las malditas noches!.

Si tan solo estuviera aquí por un maldito segundo, sería lo más hermoso, "Me queda poco tiempo" habría dicho ella, su despedida fue grandiosa, un único recuerdo nos dejó al irse, sonará ridículo hasta irónico ese obsequio que nos dejó de recuerdo, una simple silla de madera rustica y deteriorada por el pasar de los años, dejaba al descubierto una pata bastante deteriorada con un simple clavo en el medio, era "una bazofia repugnante" como le decía mi padre, este recuerdo irreversible le dejaba un mal sabor de boca.

A mi nunca me llegó a disgustar esa silla pero si lograba percibir algo repugnante en el interior de su vieja madera, como si se tratara de simples y viscosos gusanos desprendía un hedor característico a ellos, todas las noches este hedor impregnaba toda mi habitación y lo juro solo era mi habitación la que impregnaba ese hedor.

Semanas pasaron y ese hedor proseguía invadiendo mi alrededor, sufría de náuseas por prácticamente cualquier cosa comestible, Fue tanto el horror que mi bella madre tuvo que llevarme con un médico.

—Señora, su hijo no padece ninguna infección o alergia a los alimentos

—Expliqueme entonces porque todo le da náuseas, nisiquiera puede degustar un helado

—Le recetare un poco de aire libre y alejarlo de los olores que pueden disgustarles 

Salía al patio, me llevaban a la ciudad en esos lugares las náuseas simplemente se esfumaban, al llegar aquella casa regresaban, así prosiguió por meses hasta aquella noche.

—Mamá puedo levantarme?

—Claro hijo

—Mamá porque esa silla me mira feo?

—Cual silla cariño?

—Esa

Le señalé con mi dedo aquella silla rota

—Cariño ahí no hay nada

Y en efecto no había nada ahí, yo era el único que había visto esa silla en aquel rincón, tal vez era locura o alucinaciones o simplemente una simple pesadilla pero de algo si estaba seguro aquella silla no era una simple silla.

Por fin el invierno había llegado, se adelantó unos cuantos días, los árboles desprendían sus hojas sobre el húmedo suelo, aunque las náuseas proseguian la vida de mi madre era difícil.

Esa noche luego de una cena que con dificultad logre digerir.

—Mamá porque me siento en esta silla?

—Porque la pregunta cariño?

—Es que huele mal

—Yo no huelo nada cariño

—Mamá huele muy mal

—Ya cariño, has silencio

—Porque mamá?

—El nos oirá

—Quien?

—Tu padre

Desde aquella noche por fin logré conciliar el sueño sin náuseas, sin hedor, ¡Sin padre!.

"A veces lo que logras observar a simple vista no es lo que en realidad ves" 
—Mr.Kasp




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