The River Of Secrets

Capítulo 7: Bajo la Superficie

El sol aún no había salido cuando Laura y Nicolás se encontraron en el sendero que llevaba al río. El aire matutino era frío y denso, como si el pueblo mismo estuviera reteniendo su respiración, esperando lo inevitable. El cielo gris amenazaba con una tormenta, y la neblina cubría la orilla del río, dándole al lugar una apariencia fantasmal.

— No debería haber tanta niebla en esta época — comentó Nicolás mientras observaba el agua. Sus palabras, aunque inofensivas, resonaron con una inquietante verdad. Todo en Santa Lucía parecía estar fuera de lugar desde la desaparición de María. La sensación de que algo estaba mal no los abandonaba.

Laura asintió, ajustando la bufanda alrededor de su cuello, mientras sus ojos se dirigían hacia las corrientes tranquilas del río. Para cualquier forastero, aquel lugar habría parecido un simple paraje tranquilo, un refugio de paz. Pero para los que crecieron allí, el río era algo más: un testigo silencioso de secretos que se habían acumulado a lo largo de los años. Sabían que el agua podía ocultar mucho más que piedras y maleza.

El cuaderno de Hugo descansaba en las manos de Nicolás, quien lo consultaba mientras avanzaban. Las coordenadas que habían encontrado estaban cerca de un recodo del río, un lugar que ambos recordaban vívidamente de su niñez. Habían jugado allí muchas veces, pero siempre había algo inquietante en esa parte del río, un lugar que preferían evitar sin saber muy bien por qué. A medida que se acercaban, los recuerdos se agolpaban en la mente de Laura: risas lejanas, advertencias de sus padres, y ese silencio... ese mismo silencio pesado que los rodeaba ahora.

— Es aquí — dijo Nicolás, deteniéndose de repente. Señaló un pequeño claro justo en la orilla, parcialmente oculto por la maleza. El río formaba un remanso tranquilo en ese punto, un espacio donde las aguas parecían detenerse.

Laura se arrodilló junto al agua y observó los alrededores. No había nada a simple vista que indicara algo fuera de lo común, pero la tensión en el aire era palpable. El cuaderno de Hugo mencionaba este lugar en varias ocasiones, describiéndolo como un punto clave en su investigación. Sin embargo, nunca había explicado por qué.

— ¿Y ahora qué? — preguntó Laura en voz baja, sintiendo que las palabras rompían el encanto oscuro del lugar.

Nicolás frunció el ceño, mirando hacia el río. Sacó del bolsillo un pequeño mapa que había encontrado en las últimas páginas del cuaderno, y lo comparó con el terreno. Las coordenadas los habían llevado hasta aquí, pero no tenían más indicaciones. Era como si Hugo hubiera dejado el resto en manos de ellos.

— Hugo escribió sobre algo que vio aquí — dijo Nicolás finalmente, con la mirada perdida en el agua—. Algo que lo obsesionó hasta el día de su muerte. Pero nunca llegó a explicar qué fue.

Laura se levantó y comenzó a caminar alrededor del claro, buscando alguna señal, algo que pudiera haber pasado por alto. Su respiración se aceleraba con cada paso, mientras el miedo y la incertidumbre se mezclaban en su mente. ¿Qué había aquí que había perturbado tanto a Hugo? ¿Por qué había sido tan cuidadoso en ocultarlo?

De repente, algo captó su atención. Entre la maleza, a pocos metros de donde estaban, un brillo metálico se asomaba apenas entre las hojas. Laura se agachó rápidamente, apartando las ramas con las manos temblorosas. Al despejar el área, encontró un pequeño anillo de hierro, oxidado y antiguo. No parecía tener valor alguno, pero estaba ahí, enterrado a medias en la tierra húmeda. Algo en su forma era familiar.

— Nicolás, ven a ver esto — llamó, su voz temblorosa.

Nicolás se acercó y miró el anillo con curiosidad. Lo levantó, girándolo en sus dedos. A pesar de la oxidación, aún se podía distinguir una inscripción grabada en el interior. Era difícil de leer, pero las letras apenas visibles parecían formar un nombre. Laura se inclinó para verlo mejor.

"María".

El nombre estaba inscrito de forma rudimentaria, como si hubiera sido tallado a mano. La sensación de frío en el estómago de Laura se intensificó. ¿Cómo había llegado ese anillo hasta aquí? Y más importante aún, ¿qué significaba?

— Esto no puede ser una coincidencia — murmuró Nicolás, su voz grave.

Laura asintió, sus ojos aún fijos en el pequeño objeto. Cada fibra de su ser le decía que este anillo era una pieza clave en el rompecabezas. Pero había algo más, algo que no podían ignorar.

— Hugo sabía algo — dijo Laura, finalmente rompiendo el silencio—. Algo que lo llevó a este lugar una y otra vez. Y creo que tenía razón. Aquí pasó algo más... algo que hemos olvidado, o que no queremos recordar.

Nicolás la miró fijamente, sus ojos reflejando la misma inquietud que sentía ella. El peso de los secretos que ambos compartían desde su juventud parecía más pesado que nunca. Sabían que no podían dar marcha atrás, que estaban demasiado cerca de descubrir la verdad, por aterradora que fuera.

— Tenemos que seguir buscando — dijo Nicolás, decidido—. Esto es solo el comienzo.

Laura asintió, sabiendo que tenía razón. El anillo era una pista, una señal de que algo mucho más profundo estaba enterrado bajo la superficie, esperando ser descubierto. Lo que Hugo había visto, lo que había escrito frenéticamente en su cuaderno, comenzaba a tomar forma.

El río, con su calma engañosa, escondía secretos que estaban a punto de salir a la luz. Y aunque ambos sabían que lo que encontraran podría cambiar todo lo que creían saber sobre su pasado, también sabían que no podían detenerse. El río no solo era testigo de la desaparición de María, sino también de otras verdades mucho más oscuras.



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En el texto hay: thiller, psicológico.

Editado: 08.10.2024

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