El aire estaba cargado de incertidumbre mientras Laura y Nicolás regresaban al pueblo. Habían acordado no compartir lo que habían encontrado con los demás hasta estar seguros de lo que realmente significaba, pero el peso de las fotografías y la llave parecía crecer a cada segundo que pasaba. El pasado, que ambos habían intentado dejar atrás, estaba cada vez más presente, y el miedo comenzaba a filtrarse en cada pensamiento.
Al llegar a la casa de Clara, el grupo ya estaba reunido. Sofía y Javier discutían sobre lo que debería ser el siguiente paso, mientras Clara miraba por la ventana, perdida en sus pensamientos. La luz del sol que se filtraba por las cortinas parecía una frágil protección contra las sombras que comenzaban a rodearlos.
— ¿Alguna novedad? — preguntó Sofía, levantando la vista cuando Laura y Nicolás entraron.
Laura intercambió una mirada con Nicolás, ambos conscientes de la decisión que habían tomado de no contarles todo aún.
— No encontramos mucho — mintió Laura, intentando sonar despreocupada—. Solo un lugar donde Hugo parecía haber estado. Nada relevante… todavía.
Clara, sin apartar la vista de la ventana, habló en voz baja:
— El río siempre tuvo algo extraño. Como si escondiera cosas que nadie debía ver.
Su comentario dejó un silencio incómodo en la sala. Todos sabían que el río había sido un lugar importante en su infancia, pero nunca lo habían visto como algo más que un refugio para aventuras y juegos. Ahora, esa percepción se desmoronaba.
— Deberíamos seguir buscando más cerca del pueblo — interrumpió Javier—. Si María estuvo desaparecida tanto tiempo y no la encontraron, quizás se trata de algo que estuvo bajo nuestras narices todo este tiempo. Algo relacionado con los secretos del lugar.
La palabra "secretos" resonó con fuerza en la mente de Laura. Desde la caja encontrada en el río, estaba claro que el pueblo guardaba más de lo que ellos podían entender en ese momento. Recordó las fotos, el rostro del padre de María, su sonrisa que ahora le parecía forzada, como si supiera que alguien estaba mirando.
— Deberíamos revisar el viejo archivo del pueblo —dijo Laura de repente—. Mi madre solía trabajar en el ayuntamiento, y recuerdo que guardaban todos los registros históricos en una habitación del sótano. Quizás haya algo allí sobre las personas de las fotos, algo que nos pueda dar pistas.
— ¿Fotos? —preguntó Sofía, frunciendo el ceño.
Laura notó su error inmediatamente. Había mencionado las fotos sin querer, pero no podía retroceder ahora. Si se mantenía firme, los demás empezarían a sospechar.
— Hugo tenía algunas fotos antiguas en su diario —improvisó—. Personas que podrían estar conectadas con lo que le pasó a María. Vale la pena investigar.
Javier asintió, intrigado.
— No suena mal. Tal vez Hugo había encontrado algo en esos registros.
Nicolás miró a Laura con una mezcla de preocupación y resignación. Sabía que, en algún momento, tendrían que decir la verdad, pero ahora no era el momento. Necesitaban más información, más certezas.
— Podemos ir mañana por la mañana — dijo Nicolás—. Revisaremos los archivos y veremos si encontramos algo útil.
Al día siguiente, el ayuntamiento del pueblo estaba desierto. El lugar había cambiado poco en todos esos años, pero había algo diferente en la atmósfera. El silencio era casi aplastante, como si el edificio mismo guardara secretos que nadie debía descubrir.
Laura lideró al grupo hacia el sótano, un lugar polvoriento y oscuro que apenas recordaba de su infancia. Las estanterías estaban abarrotadas de documentos, cajas de archivos que parecían llevar siglos sin ser tocadas. Cada rincón de la habitación olía a papel envejecido y moho.
— Esto podría llevarnos horas — comentó Javier mientras comenzaban a revisar los archivos—. ¿Estamos seguros de que hay algo aquí?
— No lo sabremos hasta que lo intentemos — respondió Sofía mientras sacaba un montón de carpetas y comenzaba a examinarlas.
Laura, mientras tanto, se dirigió a una estantería en la parte trasera del sótano. Recordaba que su madre mencionaba que los registros más antiguos estaban guardados en esa zona, y si había alguna información valiosa, era probable que estuviera allí. Después de unos minutos de búsqueda, encontró lo que buscaba: una caja etiquetada con los años correspondientes a la época en la que el padre de María era joven.
Al abrir la caja, lo primero que vio fue una serie de fotografías en blanco y negro, parecidas a las que habían encontrado junto al río. Cada una de ellas mostraba personas en reuniones sociales, en cenas y fiestas, siempre con sonrisas que ahora le parecían vacías. Y en casi todas, el padre de María aparecía, siempre en el centro de la atención, siempre rodeado de los mismos rostros.
Pero una foto en particular llamó su atención. Era diferente de las demás, más oscura y sombría. Mostraba a un grupo de personas frente a un edificio que Laura no reconocía, todos vestidos de manera formal, pero con expresiones serias. En el centro de la imagen, había una figura que no podía identificar del todo. Era como si algo en la foto estuviera mal, como si esa figura no encajara del todo con el resto.
— Miren esto — dijo Laura, mostrando la foto a los demás.