Laura no podía dejar de pensar en lo que había dicho Clara antes de desaparecer abruptamente. “Hay cosas que no sabes”, esa frase resonaba en su mente mientras caminaba por las calles del pueblo. Sabía que Clara no era alguien que hablaba sin pensar, siempre medía sus palabras. Había algo escondido detrás de todo esto, algo que ella, David y Nicolás habían ignorado durante años.
Laura llegó a la plaza central, un lugar tranquilo donde los habitantes del pueblo solían reunirse. Sentía que las miradas de algunos vecinos se posaban sobre ella, y no podía evitar preguntarse cuántos secretos guardaba este lugar. El pueblo había sido testigo de cosas terribles, y ahora que María seguía desaparecida, los fantasmas del pasado regresaban para atormentarlos a todos.
Se sentó en uno de los bancos de la plaza, observando cómo la luz del sol se filtraba a través de los árboles, proyectando sombras largas y sinuosas en el suelo. En sus pensamientos, recordó los días de juventud, cuando todo parecía menos complicado, antes de que María desapareciera. Pero ahora, algo había cambiado; había un nuevo aire de tensión, como si el pasado estuviera al acecho, esperando a ser revelado.
David llegó unos minutos después. Se veía agitado, como si algo lo estuviera consumiendo por dentro. Se sentó junto a Laura sin decir una palabra, pero ella notó el temblor en sus manos.
— ¿Lo viste? —preguntó finalmente David, rompiendo el silencio.
— ¿A quién? —respondió Laura, sin quitar la vista del suelo.
— A Nicolás. Está comportándose de forma extraña… más que de costumbre.
Laura levantó la vista y miró a David directamente a los ojos. Nicolás siempre había sido el más reservado del grupo. Después de la desaparición de María, su actitud distante solo había crecido, como si estuviera luchando con algo más que el dolor compartido por todos.
— ¿Qué has notado? —preguntó Laura, sintiendo un nudo en el estómago.
— Lo vi de nuevo en la casa de Hugo, —dijo David, en voz baja—. Sé que Hugo sigue desaparecido, pero Nicolás estaba merodeando por allí esta mañana.
Laura frunció el ceño. La casa de Hugo había estado cerrada desde que él desapareció, igual que cuando María desapareció hace años. Que Nicolás estuviera rondando cerca solo alimentaba las dudas que ella ya tenía.
— ¿Qué hacía? —inquirió Laura, sin poder evitar que su voz temblara un poco.
— No lo sé. Parecía nervioso, como si estuviera buscando algo. Y cuando me vio, desapareció de inmediato, ni siquiera intentó saludarme.
Laura asintió, su mente daba vueltas con posibilidades. Algo no cuadraba. Clara, Nicolás, la casa de Hugo... todo parecía enredado en una red de secretos que ninguno de ellos había logrado descifrar.
— Tenemos que encontrar a Clara —dijo Laura finalmente, decidida—. Ella sabe algo sobre María, algo que nosotros no. Y si Nicolás está involucrado… esto es más grande de lo que pensábamos.
David asintió en silencio, y ambos se pusieron de pie al mismo tiempo. La búsqueda de respuestas no sería fácil, pero sabían que no podían seguir ignorando las señales. El pasado había regresado para atormentarlos, y la única manera de detenerlo era enfrentarlo, cueste lo que cueste.