El aire frío de la noche aún no había abandonado sus cuerpos mientras Laura, David y Clara caminaban apresuradamente hacia la casa de Laura. Nadie decía una palabra. La tensión era palpable. El cuaderno negro que habían encontrado en la casa de Nicolás estaba lleno de secretos que apenas comenzaban a comprender. A medida que avanzaban, Laura sentía la creciente presión de lo que acababan de descubrir. Estaban más cerca de la verdad, pero también más cerca del peligro.
Al llegar a la casa, se encerraron en la habitación de Laura. Una pequeña lámpara iluminaba el espacio con una luz tenue. David sacó el cuaderno y lo colocó sobre la cama, mientras Clara se sentaba en una silla con los brazos cruzados, visiblemente nerviosa.
— No sé si deberíamos estar haciendo esto, —dijo Clara, rompiendo el silencio—. Ya hemos llegado demasiado lejos.
— ¿Y qué sugieres? ¿Dejar todo así? —respondió David, con los ojos fijos en el cuaderno—. María estaba investigando algo importante, algo que la llevó a desaparecer. No podemos dar marcha atrás ahora.
Laura observaba a ambos mientras abría el cuaderno. Las páginas estaban escritas con letra pequeña y precisa. Algunos nombres eran reconocibles, como Hugo, el padre de María, pero había otros que no habían visto antes. Las fechas y lugares que aparecían anotados parecían correspondencias de reuniones o eventos, pero no estaba claro qué tenían en común.
— Aquí, —dijo Laura señalando una página—. Esta fecha es del mismo día en que María desapareció.
Clara se inclinó hacia adelante, intrigada a pesar de sus reservas.
— ¿Qué dice?
Laura leyó en voz alta:
— "Reunión en el bosque, detrás del viejo cementerio. No puedo confiar en nadie, ni siquiera en ellos. Estoy cada vez más cerca de la verdad."
El silencio se apoderó de la habitación. La referencia al bosque detrás del cementerio hizo que un escalofrío recorriera la espalda de Laura. Ese lugar era conocido por ser un sitio donde los adolescentes del pueblo solían ir a beber y contar historias de terror, pero no se había mencionado en ninguna de sus discusiones anteriores sobre la desaparición de María.
— ¿Qué verdad estaba buscando? —preguntó Clara en voz baja.
— No lo sé, pero lo vamos a averiguar, —respondió David, decidido.
***
A la mañana siguiente, el trío decidió que debían regresar al lugar mencionado en el cuaderno. El bosque detrás del cementerio. Clara estaba claramente nerviosa, pero no puso objeciones. Sentía que, si bien el peligro era real, no podía abandonar a sus amigos, y menos aún a la memoria de María.
Llegaron al cementerio al caer la tarde, cuando las sombras se alargaban y el lugar adquiría un aire sombrío. Era un lugar tranquilo, donde el viento parecía murmurar a través de los árboles, pero a medida que avanzaban hacia el bosque, la atmósfera cambiaba. Los árboles eran más densos, y el camino se volvía irregular y sinuoso.
— No creo que haya sido buena idea venir aquí de noche, —murmuró Clara, mirando hacia los árboles que los rodeaban como si estuvieran siendo observados.
— Estamos aquí porque es el único momento en que no levantaremos sospechas, —respondió David mientras apartaba una rama del camino.
Después de caminar durante varios minutos, llegaron a un pequeño claro. A simple vista, parecía un lugar normal, pero algo en el aire se sentía mal, como si hubiera una energía densa y oculta. El cuaderno había mencionado este lugar, pero no indicaba claramente qué buscar.
— ¿Qué hacemos ahora? —preguntó Clara, visiblemente inquieta.
Laura observó el lugar, tratando de encontrar alguna pista. A pesar del temor que sentía, sabía que estaban más cerca de descubrir la verdad.
— Busquemos algo inusual, cualquier cosa que parezca fuera de lugar, —respondió mientras se agachaba para examinar el suelo.
David comenzó a caminar alrededor del claro, revisando entre los arbustos y las rocas. Clara, por su parte, se quedó cerca de Laura, claramente incómoda.
— Aquí hay algo, —dijo David de repente, su voz tensa.
Laura y Clara se acercaron rápidamente. David estaba señalando una pequeña pila de piedras colocadas de manera artificial en un rincón del claro. No parecía algo natural, y debajo de ellas, había algo enterrado.
— ¿Crees que...?
David no esperó a que Clara terminara la pregunta. Comenzó a retirar las piedras con cuidado, hasta que finalmente, debajo de ellas, encontró lo que parecía ser una vieja caja de metal oxidada. Estaba cubierta de tierra y musgo, pero claramente había estado allí durante mucho tiempo.
— Ábrela, —susurró Laura, con el corazón latiendo aceleradamente.
David hizo lo posible por abrir la caja. La tapa finalmente cedió, revelando su contenido. Dentro había una serie de fotos antiguas, algunas en blanco y negro, otras más recientes, pero todas tenían algo en común: personas del pueblo. Las fotos mostraban a varias figuras conocidas, pero en todas ellas, había una sensación inquietante. Parecían haber sido tomadas sin que los sujetos lo supieran, en momentos de sus vidas cotidianas.
— ¿Qué demonios es esto? —murmuró Clara, observando una de las fotos.