El aire estaba cargado de tensión mientras Laura, Clara y David se dirigían a la casa de Hugo. Las luces parpadeantes del vecindario se sentían como testigos silenciosos de lo que estaba a punto de ocurrir. Al acercarse a la puerta, Laura sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sabía que esta confrontación podría cambiarlo todo.
— ¿Están listos? —preguntó Laura, su voz apenas un susurro.
Clara asintió, aunque su mirada reflejaba una mezcla de determinación y miedo. David respiró hondo y tocó la puerta. El sonido resonó en la noche, un eco que parecía amplificarse. Después de unos momentos que se sintieron eternos, la puerta se abrió, revelando a Hugo con una expresión neutral, pero con un brillo en sus ojos que hizo que Laura se sintiera incómoda.
— ¿Qué quieren? —preguntó Hugo, sin invitarlos a entrar.
Laura dio un paso al frente, sintiendo que su corazón latía con fuerza. — Necesitamos hablar contigo, sobre María.
Hugo frunció el ceño. — ¿María? ¿Qué hay de ella? No tengo nada que decir.
— No hemos podido olvidar lo que pasó, — continuó Clara, intentando mantener la voz firme—. Sabemos que hay cosas que no nos has contado.
Hugo los miró fijamente, su expresión tornándose más amenazadora. — ¿Y qué piensan saber? María desapareció. Eso es todo.
David, que había permanecido en silencio, decidió intervenir. — Hugo, sabemos que hay más. Sabemos sobre tu pasado, sobre las sombras que rodean a tu familia. No podemos dejar que esto se quede sin respuesta.
La atmósfera se volvió tensa. Hugo, en lugar de retroceder, dio un paso adelante, acercándose a ellos. —¿De verdad creen que tienen el derecho de interrogarme? No saben con quién están tratando.
Laura sintió que su valor flaqueaba, pero recordó la determinación que las había llevado hasta allí. — No estamos aquí para pelear. Solo queremos la verdad. María no es solo una desaparición; es un misterio que ha dejado un vacío en nuestras vidas.
Un silencio pesado se instaló entre ellos. Hugo pareció vacilar por un momento, como si estuviera considerando sus palabras. Sin embargo, su expresión volvió a endurecerse. — La verdad puede ser peligrosa, muchachos. A veces es mejor dejar las cosas en el pasado.
Laura sintió una punzada de ira. — ¡No! ¡No puedes seguir ocultando la verdad! María era tu hija. Tienes que asumir la responsabilidad.
Hugo se rió, un sonido frío y carente de humor. — ¿Responsabilidad? ¿Qué saben ustedes de responsabilidad? No conocen el dolor de perder a un hijo.
La mención de María hizo que el corazón de Laura se encogiera, pero no podía rendirse. — Lo sabemos. Pero no te excusas para ocultar lo que realmente sucedió. Necesitamos saber qué le pasó, y tú lo sabes.
Hugo se cruzó de brazos, evaluándolos con desdén. — ¿Y qué planean hacer si descubren la verdad? ¿Desenterrar viejos secretos? Eso no los protegerá de lo que podrían encontrar.
Laura se dio cuenta de que estaban en un punto crítico. La confrontación podía tomar un giro peligroso, y era esencial mantenerse firmes. — No tenemos miedo, Hugo. Solo queremos respuestas.
Hugo hizo una pausa, sus ojos parpadeando en la penumbra. — ¿Respuestas? Tal vez, solo tal vez, haya algo que les puedo contar. Pero deben estar listos para escuchar. La verdad no siempre es lo que uno espera.
Laura intercambió miradas con Clara y David, y sintió que la tensión en la habitación aumentaba. —Estamos listos, —afirmó, su voz firme.
Hugo los invitó a pasar. La sala estaba oscura y desordenada, con muebles cubiertos de polvo que indicaban años de abandono emocional. Se sentaron, y Hugo comenzó a hablar.
— María siempre fue diferente, — dijo, su voz ahora más suave—. Siempre estaba buscando respuestas sobre su familia. Tenía esa necesidad de saber la verdad sobre mí, sobre nosotros. A veces me parecía que sus preguntas no solo eran curiosidad; eran un intento de protegerse.
— ¿Protegerse de qué? —preguntó Clara, intranquila.
Hugo suspiró, como si la carga de sus palabras lo aplastara. — De lo que sabía. Había rumores en el pueblo sobre mi familia, sobre el legado que llevamos. No quiero que piensen que soy un monstruo, pero hemos tenido una historia oscura. Siempre pensé que podía protegerla manteniéndola alejada de la verdad.
Laura lo miró fijamente. — ¿Qué tipo de verdad?
Hugo parecía vacilar, su rostro surcado por el remordimiento. — Las desapariciones, las sombras que siempre nos han seguido. Las personas que han estado en nuestras vidas y luego han desaparecido. Nunca quise que María se viera atrapada en eso. Pero ella insistía. Y yo... no pude protegerla.
La confesión se cernía en el aire como una nube de tormenta. Laura sintió que sus emociones se agolpaban dentro de ella. ¿Era posible que Hugo realmente estuviera hablando desde un lugar de dolor?
— ¿Qué pasó la noche en que desapareció? — preguntó David, con una voz temblorosa.
Hugo bajó la mirada, y su expresión se oscureció. — No lo sé. Estaba en casa, y cuando llegué a buscarla, ya no estaba. Recibí una llamada de un amigo que me alertó sobre su desaparición, pero yo estaba... tenía mis propios problemas.