El ambiente en la oficina de Hugo era opresivo, como si las sombras mismas se agazaparan en espera de la verdad que estaba a punto de emerger. Laura, Clara y David se agolpaban alrededor del viejo escritorio, las páginas del cuaderno desgastado de María desplegadas frente a ellos, cada palabra un susurro del pasado que clamaba por ser escuchado.
Laura sintió una mezcla de ansiedad y determinación. Mientras leía las notas de María, cada línea parecía desenterrar un fragmento de su vida que había permanecido oculto. Había referencias a nombres que resonaban en su memoria: personas que habían desaparecido, rumores que habían circulado en el pueblo y conexiones que apenas comenzaban a entender.
— Miren esto, —dijo Clara, señalando una anotación en particular—. “He encontrado vínculos entre la desaparición de mi prima y otras que han ocurrido en el pueblo. Todo parece estar conectado a la familia de Hugo.”
La mirada de Hugo se oscureció al escuchar su nombre mencionado. — No sabía que María había estado investigando eso, —dijo, su voz tensa.
— ¿Qué sabes sobre eso? —preguntó David, su tono directo. El ambiente ya no permitía evasivas.
Hugo se pasó una mano por el cabello, mostrando un nerviosismo que antes no había revelado. — Sabía que había rumores, pero nunca pensé que se conectaran de esa manera. Siempre creí que eran solo leyendas del pueblo, historias que se contaban para asustar a los niños.
Laura continuó leyendo, su mente trabajando a toda velocidad. — María estaba buscando algo específico. Hablaba de una serie de coincidencias, de un patrón que parecía repetirse cada década, —dijo, levantando la vista hacia sus amigos.
— ¿Y qué patrón es ese? —preguntó Clara, inquieta.
— Las desapariciones, —respondió Laura—. Cada diez años, alguien en este pueblo desaparece. Parece que María pensaba que había un motivo detrás de todo esto. Algo que necesitaba descubrir.
Hugo se movió incómodamente, como si las palabras de Laura lo golpearan. — No puedo creer que haya estado tan cerca de la verdad. Nunca quise involucrarla en esto, pero supongo que mi historia la atrapó de alguna manera.
David cerró el cuaderno y miró a Hugo. — ¿Hay algo que debamos saber? Algún secreto que haya estado oculto durante años.
Hugo tomó una profunda respiración, sus ojos llenos de una mezcla de arrepentimiento y tristeza. —Mi familia siempre ha llevado una carga. Hay cosas que no puedo explicar fácilmente. La desaparición de mi esposa, la de su prima, y ahora la de María... Todo esto está entrelazado de una forma oscura.
Laura sintió que un nuevo hilo se tensaba en la historia que estaban descubriendo. — ¿Qué sucedió con tu esposa?
Hugo se quedó en silencio un momento, como si las palabras estuvieran atoradas en su garganta. — Ella también estaba buscando respuestas. La noche que desapareció, me dijo que había encontrado algo que podría cambiarlo todo. Me pidió que la acompañara, pero no lo hice. No quería que se involucrara más de lo necesario.
El remordimiento en su voz era palpable. Laura se dio cuenta de que había más dolor del que había imaginado. La historia de Hugo no era solo un conjunto de secretos; era un legado de sufrimiento.
— María debe haber sentido esa misma presión, — dijo Clara, con una tristeza en sus ojos. — Lo que sea que encontró, era demasiado para ella también.
Laura sintió un nudo en el estómago. Había una conexión entre la desaparición de las mujeres en esta familia, un hilo invisible que ataba sus destinos. — Necesitamos más información, — dijo con firmeza—. Si María dejó alguna pista más, debemos encontrarla.
Hugo asintió, y juntos comenzaron a revisar los documentos esparcidos sobre el escritorio. Entre facturas y viejas cartas, encontraron fotos de María de niña, sonriendo, rodeada de amigos. Había un sentido de normalidad que contrastaba con el oscuro presente en el que se encontraban.
— Miren esto, — dijo David, sosteniendo una carta amarillenta. — Es de la escuela de María. Parece que se involucró en un proyecto sobre las desapariciones en el pueblo. Había un profesor que la estaba guiando.
— ¿Cómo se llama? — preguntó Laura, con interés.
David leyó en voz alta: — “Profesor Almeida”. Tiene que haber más información en la escuela. Tal vez él sepa algo que no hemos descubierto.
— Sí, — dijo Clara, con decisión—. Si María estaba investigando, es posible que el profesor tenga copias de su trabajo. Debemos hablar con él.
Hugo los miró, con un brillo de esperanza en sus ojos. — Si hay alguna manera de encontrar respuestas, no duden en hacerlo. Tal vez mi familia no esté tan sola en esto como creíamos.
Laura sintió que la chispa de la esperanza iluminaba el camino hacia la verdad. La desaparición de María no sería en vano. Cada nuevo descubrimiento los acercaba más a desentrañar el misterio que había mantenido en jaque a su pueblo.
Después de un último vistazo a los documentos, el grupo se preparó para salir. Mientras se dirigían a la puerta, Laura se detuvo un momento y miró a Hugo.
— Gracias por confiar en nosotros. — Su voz era seria, pero había un destello de determinación en sus ojos. — Vamos a encontrar la verdad.
Hugo asintió, y mientras salían de su casa, Laura sintió que un nuevo propósito los guiaba. La búsqueda de respuestas apenas comenzaba, y con cada paso, se acercaban un poco más a descubrir la oscura realidad que había estado escondida en las sombras del pueblo.