The Role Play-El juego del anfitrión

Capítulo 2

Entramos juntos al instituto, empujados por la corriente de estudiantes que llenaba los pasillos como un río desbordado. No podía dejar de sonreír. Todo era ruido, movimiento, voces cruzadas; el eco de los pasos rebotaba en las paredes altas.

El suelo del patio estaba marcado con líneas blancas que dividían las áreas por cursos. Carteles colgaban sobre las cabezas de los alumnos, señalando las filas. Me sentí un poco como en una feria, solo que en vez de premios, esperábamos destinos.

Mis amigos comenzaron a dispersarse hacia sus grupos. Lorry se quedó a mi lado, y no sabes cuánto agradecí eso. Ella era la única que tenía mi edad, y por dentro cruzaba todos los dedos para que nos tocara juntas. Me apoyé un poco más cerca de ella.

—Imaginas que terminamos en clases separadas... —susurré, casi como si decirlo en voz alta pudiera atraer la mala suerte.

—Ni bromees —respondió, medio riendo, aunque noté el mismo nerviosismo en su mirada.

El director, con su carpeta gigante, empezó a llamar nombres uno por uno. Su voz retumbaba, fuerte y monótona, pero para mí sonaba como una cuenta atrás.

—Lorry Adams, clase A —anunció.

Sentí un pequeño vacío en el pecho. Me obligué a sonreír mientras ella me daba un apretón rápido en el brazo antes de marcharse hacia la zona asignada.

Me quedé sola en la fila, tratando de mantener el ánimo.

No pasa nada, me repetí, seguro que haré nuevos amigos.

Entonces escuché mi nombre.

—Miranda Lopez, clase B.

Asentí, fingiendo seguridad, aunque por dentro un nudo comenzaba a apretarse. Me desplacé hacia la nueva fila y, justo cuando trataba de imaginar caras nuevas y oportunidades, llegó el golpe final.

—Kenny Carter, clase B.

Sentí cómo se me helaba la sangre.
No. No. De todos los estudiantes del instituto... tenía que ser él.

Kenny Carter, el insoportable de Kenny. El experto en burlas pesadas, el maestro de las indirectas hirientes. Mi peor enemigo desde que tengo memoria. Lo vi acercarse con su sonrisa arrogante, esa que usaba cada vez que estaba a punto de arruinarme el día.

Clavé los ojos al frente, intentando que no notara mi incomodidad. Pero, por supuesto, lo notó.

—Vaya, vaya, Miranda Cristalinus en mi clase. Esto va a ser divertido —dijo, con ese tono que me hervía la sangre.

Me obligué a respirar profundo, pero sentí cómo la alegría que había traído esta mañana empezaba a desmoronarse, como una torre de naipes mal apilada.

Genial, pensé con amargura. Simplemente genial.

Entramos al edificio, guiados por un profesor que iba marcando el ritmo con pasos firmes. Las paredes olían a pintura fresca, y las luces blancas del pasillo parpadeaban de vez en cuando, como si también estuvieran nerviosas por el primer día.

Llegamos al aula B. Las puertas estaban abiertas de par en par, y dentro nos esperaba un salón amplio, con grandes ventanales por donde se colaba la luz de la mañana, iluminando el polvo que flotaba en el aire como pequeños destellos. Las mesas estaban ordenadas en parejas, con nombres escritos sobre pequeñas tarjetas.

Me lancé a buscar mi sitio con cierta prisa. No quería terminar sentada cerca de Kenny, que ya estaba ocupando una silla cerca de la ventana.

Finalmente, encontré mi nombre. Me senté y respiré aliviada al ver que la tarjeta del asiento de al lado no llevaba el suyo.

Unos segundos después, una chica se dejó caer en la silla junto a mí. Tenía el pelo rizado, pero corto, de un color castaño claro que parecía brillar con la luz que entraba por la ventana. Llevaba una chaqueta de mezclilla con parches de bandas que no reconocí y unos cuantos anillos en los dedos que tintineaban cuando acomodó sus cosas.

—Hola —dijo, sonriendo con naturalidad—. Soy Emma.

Su voz tenía un tono cálido, como si ya nos conociéramos de antes.

—Miranda —respondí, devolviéndole la sonrisa, aliviada de encontrar a alguien que no pareciera sacado de mis peores pesadillas.

Emma echó un vistazo rápido al aula mientras se desenredaba un auricular.

—¿Primer día en clase B? —preguntó, alzando una ceja divertida.

—Sí. Me acaban de separar de mi mejor amiga, así que... día complicado —confesé con una pequeña mueca.

—Bueno —respondió, inclinándose un poco hacia mí como si compartiera un secreto—. Tal vez sea una buena oportunidad para empezar aventuras nuevas. Por cierto, si quieres sobrevivir en este lugar, es mejor tener a alguien que te cubra la espalda —añadió con una sonrisa pícara.

No pude evitar soltar una pequeña risa. Tal vez este año no estuviera tan perdido después de todo.

Mientras tanto, el profesor comenzaba a escribir su nombre en la pizarra. La clase estaba a punto de empezar, pero yo ya sentía que, al menos, había ganado una pequeña batalla.

Mientras el profesor —Sr. Ortega, por cierto, con una caligrafía tan recta que parecía impresa— terminaba de escribir su nombre en la pizarra, yo aproveché para mirar un poco a mi alrededor.

Delante de mí, dos chicos estaban medio girados en sus asientos, charlando bajo y riendo entre ellos. Los reconocí de inmediato: eran Alex y Jordan, compañeros del equipo de béisbol. Habíamos pasado horas juntos en los entrenamientos antes de las vacaciones, y aunque no éramos los mejores amigos del mundo, al menos sabía que no eran del tipo que se burlan o ignoran.

—¡Eh, Miranda! —susurró Alex con una sonrisa amplia, dándome un pequeño saludo con la mano—. Vaya coincidencia encontrarte aquí. Pensé que estarías en la clase A.

—Ojalá —respondí con una sonrisa ladeada—. Me separaron de Lorry, pero bueno... al menos hay caras conocidas.

Jordan soltó una risita.

—No te preocupes, este grupo no está tan mal. Además, con Emma al lado y nosotros delante, tienes un buen equipo de apoyo.

Emma, que había estado escuchando mientras sacaba unos bolígrafos de colores de su estuche, intervino con una sonrisa traviesa.



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En el texto hay: misterio, manipulacion, juegos psicologicos

Editado: 29.05.2025

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