The Role Play-El juego del anfitrión

Capítulo 5

La alarma sonó antes de que el sol hubiera terminado de levantarse. Estiré el brazo, a tientas, hasta apagarla, deseando quedarme unos minutos más entre las sábanas. Pero no había tregua: un nuevo día en el instituto me esperaba, cargado de dudas sobre The Role Play... y de la vida real que seguía su curso.

Me levanté a regañadientes, arrastrando los pies hasta el baño. El reflejo en el espejo mostraba unas ojeras que ni el mejor corrector podría ocultar. "Genial", pensé con ironía. Me lavé la cara con agua fría para espabilarme un poco y me até el cabello en una coleta desordenada.

El desayuno fue rápido, apenas unas tostadas quemadas que empujé con jugo de naranja mientras mi padre hojeaba el periódico en silencio. Ninguno de los dos mencionó nada fuera de lo común, aunque en mi interior la ansiedad seguía latiendo con fuerza.

-Suerte en la escuela, cariño -dijo mi padre cuando salí por la puerta.

Al salir de casa, algo me detuvo. Los gatos de la vecina estaban allí, como siempre. Pero había algo raro en ellos.

No se movían, ni parpadeaban, y aunque sus ojos seguían fijos en mí, había algo inquietante en su mirada. No parecían realmente ver, sino más bien, estar mirando sin tener una intención detrás.

Era como si sus mentes estuvieran en blanco. Estaban allí, observándome, pero de una manera vacía, casi como si su conciencia hubiera desaparecido por completo.

Empecé a correr del miedo, pero la sensación de ser observada persistió en mi piel, como si esos ojos vacíos aún estuvieran clavados en mí. Cuando me aleje me sentí aliviada y paré de correr.

Caminé hasta el instituto sintiendo el fresco de la mañana en las mejillas. El cielo estaba encapotado, como si el clima supiera que había una tormenta gestándose en mi cabeza.
En cuanto crucé las rejas del instituto, el bullicio habitual me envolvió: risas, empujones, y conversaciones cruzadas por todos los pasillos.

Fue entonces cuando lo vi.

Kenny.

Intenté concentrarme en llegar a mi casillero, cuando una voz familiar me hizo detenerme en seco.

-¿Mira quién decidió levantarse temprano hoy? -dijo Kenny, con esa sonrisa burlona que siempre me exasperaba.

Lo vi apoyado en la pared, con su chaqueta de cuero y su pelo rubio todo desordenado. Su mirada era desafiante, como si estuviera esperando una reacción, y yo, por supuesto, no iba a dársela.

-¿Qué quieres, Kenny? -pregunté, mi tono frío y directo, sin ganas de perder tiempo.

Él soltó una risa corta y burlona, como si le divirtiera verme tan distante.

-Solo estoy preguntando... -dijo, apartándose de la pared-. ¿Estás tratando de que me dé cuenta de que estás de mal humor, o es solo tu cara de siempre?

-Si te molesta mi cara, es tu problema, no el mío -respondí, sin cambiar mi expresión.

Kenny alzó una ceja, claramente entretenido por mi actitud. Dio un paso más cerca de mí, lo suficiente para que me sintiera invadida, pero no me moví.

-Tienes esa habilidad de ser fría, ¿lo sabías? -dijo con una sonrisa torcida-. Debes estar tan aburrida por dentro, ¿verdad? ¿Nada te emociona? ¿Nada te molesta?

No pude evitar soltar una risa sarcástica. Su actitud me resultaba predecible, como siempre. Kenny era el tipo de chico que no podía pasar un día sin buscar algo que hacer para fastidiar a los demás. Y yo, en su lista de víctimas, estaba en el número uno. Pero no iba a ser su juguete hoy.

-No me molesta nada de ti, si eso es lo que preguntas. Lo que realmente me molesta es perder el tiempo escuchando tus bromas baratas -respondí con frialdad, mirando directamente sus ojos, sin ceder.

Él sonrió, como si se estuviera divirtiendo. Siempre era lo mismo: un juego para él. Pero no iba a dejar que fuera una fuente de diversión para él.

-Sabes, en el fondo me caes bien. Solo que te empeñas en hacerme pensar que eres un robot sin sentimientos -dijo con un tono ligeramente más suave, aunque aún cargado de sarcasmo.

Dejé escapar un suspiro, girando sobre mis talones para comenzar a caminar. Si algo había aprendido en estos años, era que ignorarlo era la mejor estrategia. Pero él me siguió, como siempre.

-¿A dónde vas, ¿no tienes un saludo para tu buen amigo Kenny? -preguntó, siguiéndome a unos pasos de distancia.

Me giré lentamente, lanzándole una mirada fría.

-No soy tu amiga. Y no te molestes en seguirme. No me interesa lo que pienses -dije, sin darme el lujo de siquiera mirar atrás.

Kenny se quedó allí, con la misma sonrisa divertida en su rostro, pero no dijo nada más. No me sorprendió. Después de todo, él era el tipo de persona que necesitaba una respuesta, una reacción. Pero esa vez no se la iba a dar.

Seguí caminando por los pasillos hasta llegar a mi clase, intentando no pensar en lo que acababa de pasar.

A la hora de comer me reuní con mis amigos en la cafetería, nos sentemos juntos, pero nadie se atrevía a hablar sobre la carta o el número desconocido. Era como si un secreto pesado flotara entre nosotros, y aunque todo parecía igual, algo en mi interior había cambiado. Era confuso y desconcertante.

Después de un largo día de clases, nos reunimos como de costumbre en la casa del bosque. Sin embargo, el ambiente era diferente. Cada uno se sumió en sus pensamientos, evitando el contacto visual. Intenté concentrarme en mis deberes, pero era imposible. Mi mente estaba llena de preguntas y temores.

De repente, un estruendo resonó en el bosque: "¡Pum!". Todos nos miremos, asustados e intrigados.

-¿Qué fue eso? -pregunté, sujetándome el pecho- Casi me da un paro cardiaco.

Tobias estaba sentado al lado de la ventana dibujando y se levantó a ver.

-Creo que algo se estrelló en la granja del policía-dijo señalando el humo a lo lejos-, tenemos que ir a ver.

-Yo no me muevo de aquí-dijo Will sin desviar la mirada de su ordenador-, vayan si no temen a la muerte. La última vez el policía nos apuntó con su pistola cuando nos vio en su propiedad.



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En el texto hay: misterio, manipulacion, juegos psicologicos

Editado: 29.05.2025

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