Al día siguiente, después de las clases de la mañana, nos encontramos en la cafetería, como siempre, intentando continuar con nuestra rutina. Las discusiones sobre el juego, las cartas y la extraña sensación de ser observados parecían haber quedado atrás, al menos por un rato. Nos sentamos alrededor de nuestra mesa habitual, con el bullicio de la cafetería llenando el aire, pero la atmósfera aún parecía algo tensa.
Toby, quien estaba sentado a mi derecha, me pegó suavemente con el codo para que dejara de mirar mi plato vacío.
-Vamos, mira, ahí está el nuevo -me susurró, señalando discretamente hacia una mesa cercana.
-¿Y qué pasa con él? -respondí sin mucho interés, mirando hacia el chico que acababa de llegar al instituto.
-Todo el mundo dice que es raro -susurró Toby, con una expresión traviesa en su rostro.
-¿Más raro que tú? No lo creo -bromeé, levantando la mirada por un segundo, notando la sonrisa irónica en su rostro.
-¡Pobrecito! Su primer día y ya andan esparciendo rumores sobre él -dijo Will, con tono de compasión, riendo por lo bajo.
-Kenny ya se le está acercando -dijo Billy, su tono serio al ver al capitán del equipo de fútbol caminar hacia el nuevo.
-Tengo miedo por él -comentó Lorry, con su usual tono preocupado, sabiendo que Kenny no tenía piedad cuando se trataba de molestar a alguien.
Lo que pasó a continuación no sorprendió a nadie, pero aún así dejó una sensación incómoda en el aire. Kenny, con su habitual aire de arrogancia, se acercó al nuevo chico con paso firme y le soltó, sin previo aviso:
-¡Hey, tú, el nuevo!
El chico, que tenía una expresión indiferente, lo miró sin alterarse demasiado.
-¿Quién, yo? -preguntó el nuevo, como si no estuviera seguro de lo que Kenny quería.
-Sí, tú, el flacucho. Veo que aún no sabes quién soy -dijo Kenny con un tono de voz lleno de desdén.
-No, es que soy nuevo y es mi primer día. -respondió el chico, sin inmutarse, como si las amenazas de Kenny no le afectaran.
-¡A quién le importa si es tu primer día! Escúchame bien, debilucho, el que manda aquí soy yo. Y los chicos como tú no me caen bien. Así que, si te atreves a desafiarme, estás muerto. ¿Lo entiendes? -le dijo Kenny con un tono mucho más amenazante, mientras le arrebataba una galleta del plato y la devoraba con una sonrisa burlona.
La situación estaba comenzando a escalar, y el chico nuevo no reaccionaba, lo que solo hacía que Kenny se pusiera más agresivo. Le sujetó la corbata con fuerza y comenzó a gritarle cosas horribles frente a todos.
Fue entonces cuando algo dentro de mí se rompió. No lo había planeado, pero algo me impulsó a levantarme.
La voz dentro de mi cabeza parecía gritarme: ¿Quién se cree que es este niño? Le voy a enseñar lo que vale. Mi corazón latió con fuerza y sin pensarlo, me levanté bruscamente y grité:
-¡Para!
La cafetería quedó en completo silencio. Todos los ojos estaban sobre mí.
Kenny, con una mirada que mezclaba sorpresa y desdén, se giró hacia mí. Su tono sarcástico no tardó en salir:
-¿Y qué vas a hacer tú, princesita? -dijo, sin soltar al nuevo, mientras su sonrisa se ensanchaba.
Me acerqué hasta ellos, y el bullicio de la cafetería parecía desvanecerse a medida que avanzaba hacia Kenny. El tiempo se alargaba, cada paso me parecía una eternidad. Sin pensarlo, levanté mi mano y le di un golpe directo en la nariz.
El sonido del impacto fue seco, resonó en todo el comedor. El lugar quedó en absoluto silencio por un segundo, mientras Kenny retrocedía, tocándose la nariz con expresión de dolor. Todos los ojos estaban ahora fijos en nosotros, y yo, en medio de la adrenalina, me sentí completamente desconectada de la realidad.
¿Qué había hecho? Mi corazón latía a mil por hora, pero una extraña sensación me invadió. ¿Por qué lo hice? No era como yo, nunca había sido violenta. Siempre había tratado de evitar confrontaciones, pero en ese momento, algo dentro de mí había estallado.
Cuando miré mis manos, noté que estaban cubiertas de sangre. Kenny, con su nariz rota, me miró con una mezcla de sorpresa y desconcierto, y yo, aterrada, aparté mi mano de mi vista.
-¿Estás bien? -susurró, mientras tocaba mi hombro, como si se hubiera preocupado más por mí que por sí mismo.
No entendía qué estaba pasando. Por un momento, pensé que iba a golpearme, pero no lo hizo. Solo se quedó allí, con la sangre resbalando por su nariz, observándome en silencio.
En ese instante, Jeffery, el encargado de la vigilancia en el instituto, apareció corriendo, tras escuchar el alboroto. Con una mirada furiosa, llegó hasta nosotros, observando la escena con incredulidad.
-¡¿Por qué lo pegaste?! -gritó, señalándome.
En ese momento, todo se sintió en cámara lenta. Me quedé sin palabras, mi mente en blanco. No sabía qué decir. No me di cuenta de que mis amigos, Billy y Toby, ya se habían levantado para defenderme.
-Lo único que hizo nuestra amiga fue defender a ese chico, así que no veo por qué sería Kenny la víctima -dijo Billy, de manera firme, sin apartar la vista de Jeffery.
-¡Esto es una injusticia! No debería gritarle a ella, el acoso escolar es algo muy común en los colegios y Miranda solo quiso evitar otro caso! -intervino Toby, con un tono desesperado.
A pesar de la defensa de mis amigos, Jeffery no cedió, y nos arrastró a todos a la oficina del director. El director, Míster Ofdivali, no tardó en escuchar la situación. Su rostro estaba severo cuando nos regañó.
-Señorita Cristal, estuvo muy mal lo que hizo a su compañero. Es un acto imperdonable e inaceptable en este colegio y merece un castigo. En cuanto a vosotros dos -dijo, dirigiéndose a Billy y Toby-, también recibirán un castigo por falta de respeto hacia Jeffery. Dos horas de detención serán suficientes.
-¿De verdad? -respondí, con la indignación aún en mi voz-. ¿Me está diciendo que yo voy a ser castigada y no... Kenny?