-¿Y si lo abrimos por la mitad para ver si todo está normal dentro del pájaro? -propuse, observando cómo el pequeño cadáver sangraba lentamente sobre la mesa.
-Tengo una enciclopedia en la casita que podría tener información sobre los pájaros -dijo Catherine con calma, su tono algo distante como si ya estuviera acostumbrada a estas situaciones insólitas.
-Yo no pienso transportar el pájaro hasta la casa -respondió Lorry, haciendo una mueca al mirar el cadáver, como si su presencia fuera más desagradable que cualquier otro desafío.
-Voy a buscar unos guantes -anunció Billy, levantándose y dirigiéndose hacia la casita con paso decidido.
La casa estaba en silencio mientras Billy transportaba al pájaro hasta la casita de madera. Catherine lo dejó sobre la mesa con el mismo aire profesional, como si estuviera en su laboratorio y no en una humilde cabaña. Ella rápidamente comenzó a buscar la herramienta adecuada para abrirlo, y nosotros, con expresiones mixtas de repulsión y curiosidad, observábamos en silencio.
Toby y Lorry se acomodaron en el sofá, mirando con desagrado, como si intentar ver la escena fuera un desafío mental. Le sugerí a Peter que se alejara, pero él no se movió, su rostro estaba pálido y su pelo rubio estaba empapado de sudor. Catherine le pidió de buscar una foto de un pájaro en la enciclopedia, pero decidí, finalmente, quitarle el libro de las manos cuando sus dedos comenzaron a temblar. Al encontrar una imagen en las páginas, le mostré a Catherine.
-Aquí hay una -le dije, señalando la figura del pájaro.
-Déjame ver -respondió Catherine, acercándose con calma. No parecía impresionada ni asustada, algo en ella se mantenía firme y serena, como si esta no fuera la primera vez que trataba con cadáveres. Sus rizos negros se mantenían intactos, y sus guantes y gafas de protección le daban un aire de científica invencible.
-Mira esto -dijo Billy, señalando la cabeza del pájaro-. No está en la imagen, ni parece un órgano... -su tono era grave, casi académico.
Levanté la vista del libro y observé su rostro. Su frente estaba oculta por su cabello negro y lacio, pero sus ojos marrones se veían más concentrados que de costumbre, como si el enigma del pájaro hubiera hecho algo en él. La curiosidad se filtró por cada rincón de la habitación, y me pregunté, al igual que todos, qué estábamos haciendo en este momento.
La escena se tornó aún más inquietante cuando Catherine, con manos firmes, extrajo un pequeño dispositivo incrustado en el cerebro del pájaro. Un microchip. Will, siempre el más hábil con la tecnología, inmediatamente conectó el dispositivo a su ordenador. Sus dedos volaban sobre el teclado con una precisión que parecía imposible.
Finalmente, levantó la vista, con una expresión de asombro.
-Proviene de algo llamado "Dart". -Nos miró, esperando que alguno de nosotros lo entendiera.
-¿Dart? -pregunté, sorprendida. El nombre resonó como una amenaza lejana, algo oscuro y peligroso.
-Sí, Dart. Probablemente sea un laboratorio o una fábrica, algo así -respondió Will, sin apartar los ojos de la pantalla. -Supongo que es lo que les permite a los pájaros hablar.
El aire se cargó de tensión. Un "laboratorio" no sonaba como algo positivo. ¿Qué clase de gente haría algo así con los pájaros? ¿Y por qué?
-Necesitamos a un especialista -sugirió Catherine, su mirada fija en el microchip como si tuviera la respuesta a todos nuestros problemas, pero también el temor de lo que podía implicar.
Billy asintió con la cabeza, pensativo, pero Peter, como siempre, parecía tener una respuesta para todo.
-¡Yo sé! Conozco a alguien que podría ayudarnos -dijo, levantando la mano como si acabara de hacer un descubrimiento revelador. -Conozco a una persona que trabajaba en un laboratorio, especializada en cerebros. Se llamaba... mmm... ¡Casandra! Sí, la voy a buscar en mi libro de contactos.
-¿Tienes un libro de contactos? -pregunté, sorprendida por la claridad con que lo decía, como si fuera algo completamente normal.
-Sí, mis padres me lo dieron cuando entré al instituto. Decían que, si alguna vez necesitaba ayuda, al menos tendría a alguien a quien llamar. Pensé que nunca me serviría. -Peter sonrió, tan inocente y confiado en sí mismo.
Observé cómo Peter tomó el teléfono fijo, y con una mezcla de nerviosismo y determinación, giró el disco para marcar el número de Casandra. El timbre sonó y, finalmente, una voz familiar respondió al otro lado.
-Nos dijo que podemos ir hoy a su casa -anunció Peter con entusiasmo, tan lleno de energía que parecía no entender la gravedad de la situación.
-Yo no voy -interrumpió Tobias, cortante. Su tono había cambiado, se había vuelto serio de repente. -Llevaré al pájaro al veterinario.
-No podemos llevarlo al veterinario -respondí, firme en mi postura. Sentí un nudo en el estómago ante su insistencia.
-¿Y podría saber por qué? -preguntó, con una mirada cargada de frustración.
-Porque... ¿y si se escapa después de haberse recuperado? -respondí, mi voz más firme de lo que sentía.
-No se va a escapar. -Su tono era tan seguro, que hizo que mi resistencia tambaleara.
-¿Cómo puedes estar tan seguro? -lo desafié.
-Lo llevaré al veterinario pase lo que pase. No pienso dejarlo herido -dijo con una convicción que parecía inquebrantable.
Mi paciencia comenzó a agotarse. Inspiré profundamente, tratando de calmarme.
-Sabes... -dije finalmente-, me da igual. Haz lo que quieras.
-Bueno, nos vamos -dijo Catherine, recogiendo el cadáver con Will mientras se preparaban para salir-. Nos vemos, Toby -añadió, dirigiéndose hacia la puerta sin mirar atrás.
Me puse la chaqueta y los seguí, al igual que el resto, salvo Tobias, que se quedó allí, firme en su decisión.
La casa de Casandra no estaba muy lejos del colegio. A medida que nos acercábamos, la anticipación se palpaba en el aire. Cuando llegamos, la vista de la mansión nos dejó a todos boquiabiertos. La casa era de un azul vibrante, con un tejado rojo que contrastaba perfectamente con el entorno. La gran puerta roja, con bordes dorados, parecía abrir un portal a otro mundo. Una sensación de misterio envolvía el lugar.